Han pasado los últimos años dedicando muchas horas de su labor investigadora a analizar datos dentro de la Cueva de Altamira. Los tres, desde el departamento de Ciencias de la Tierra y Medio Ambiente de la Facultad de Ciencias, en el área de Petrología y Geoquímica. Juan Carlos Cañaveras comenzó su labor en ese espacio en 1995 cuando se inició el proyecto europeo en esta cavidad ubicada en la localidad santanderina de Santillana del Mar; David Benavente, hace cuatro años, y Soledad Cuezva, en 2002. Por eso, han registrado sus conclusiones en un informe que determina la necesidad de que ese espacio continúe sin ser visitable para garantizar la conservación de las pinturas rupestres.

Los tres forman parte del equipo multidisciplinar, integrado también por otros cinco investigadores más -del Museo Nacional de Ciencias Naturales y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas-, que realiza desde hace más de quince años los estudios dentro de la cueva para analizar su estado y su evolución. El último informe realizado se ha publicado en la revista Science y en él se concluye que las visitas, aunque sean controladas, deteriorarían las pinturas, que datan de hace 14.000 años, por lo que recomiendan al Patronato del Museo Nacional y al Centro de Investigación Altamira que se mantenga cerrada al público, pese a su intención de volver a abrirla.

"Nosotros lo que hacemos es contar cómo está el asunto, fruto de un trabajo exhaustivo, multidisciplinar, basado en una cantidad ingente de datos, ya que es probablemente la cueva más investigada del mundo", asegura Juan Carlos Cañaveras. "Son muchos años de monitorización de los parámetros climáticos y el estado es malo, pese a que se cerró a las visitas hace nueve años"

El petrólogo de la UA destaca que "yo estaba allí cuando se tomó la decisión de cerrarlas y después se cambió la instalación de los sensores y podemos decir que en estos años ha ido a mejor, pero no es reversible, lo que se ha perdido no se puede recuperar".

Dice Cañaveras que en Altamira "he hecho de todo". Desde tirar cables a dirigir a la tesis que su ahora compañera Soledad Cuezva realizó en 2002 sobre el microclima de este enclave Patrimonio de la Humanidad. Por eso, esta investigadora "ha habido temporadas que prácticamente ha vivido allí", mientras que David Benavente lleva cuatro años estudiando los aspectos de los sistemas porosos y ciclos climáticos dentro de la cueva.

Esta investigación les ha llevado "como mínimo" una vez cada dos meses a la Cueva de Altamira "para descargar datos, hacer muestreos selectivos de agua, de microorganismos, de luz, de CO2...", afirma Cañaveras. "Está mucho mejor que cuando la cerraron, pero hemos estudiado lo delicado y frágil que es el sistema y si abrimos a mejor no va a ir. Nosotros no vamos a decir que no importa que entre la gente porque con las visitas la cueva perdió la humedad y el cromatismo, incluso con el régimen de visitas controlado".

En opinión del científico, "son sistemas tan delicados que cualquier interferencia humana interacciona con el entorno y le afecta en su conservación". Aunque se piensa que el CO2 es su mayor enemigo, Cañaveras destaca que "son los microorganismos y la gente es lo que más daño le hace porque con el aire los microorganismos se ponen en movimiento".

"La cueva nos ha enseñado mucho -afirma- y trabajar allí ha sido para nosotros impresionante porque hemos tenido una densidad de datos increíble y hemos aprendido cosas que luego nos han servido para poder aplicarlas a otros proyectos".

Ahora, la decisión está en manos del Gobierno cántabro que anunció que elegirá a un equipo de especialistas mundiales que tendrá la última palabra. "Si quieren consultar a otros expertos están en su derecho; nosotros somos científicos, si consideran que hay que cambiar de equipo pues que lo hagan".