El Liceo de Barcelona abre la temporada con Fausto y Juan Sanchis y su esposa estarán allí. Por eso suena la ópera de Charles Gounod en el despacho de Virgen del Socorro, donde prepara su próxima aventura gráfica, una serie sobre el mundo del circo con aliento surrealista. "Me gusta ir preparando el momento", comenta. Así es este creador a sus ochenta años: riguroso en el detalle, creativo sin horarios y fiel a sí mismo. Pero absolutamente promiscuo a la hora de elegir un lenguaje para expresarse como artista. Tras apostar por la abstracción y el color en el "site-specific" (intervención artística para un espacio concreto) inaugurado el viernes en el Club INFORMACIÓN, su nuevo reto es de una figuración casi caligráfica. Una problema degenerativo en la mácula de sus ojos le obliga a ayudarse de una lupa para inspeccionar la obra que va creando. Nada que no pueda resolverse con trabajo y con inspiración, como testimonia el legado de obras y diseños que horman con su huella la ciudad de Alicante y su provincia.

¿Por qué ha elegido Configuraciones como título para su exposición?

Configuraciones quiere decir literalmente figuraciones consecutivas. Se trata de una secuencia que relaciona el color y la figura, en un recorrido que culmina en un punto de relax y vuelve a empezar en sentido inverso. No quería distraer la experiencia pictórica con conceptos rebuscados.

Sus saltos creativos son sorprendentes. Pasa de la arquitectura al diseño, al cartel y a la pintura con un repertorio formal impredecible.

Cuando pinto prefiero la abstracción porque supone una ausencia total de la realidad objetiva. Me gusta que mi imaginación entre en acción e interpretar con libertad lo que siento y pienso. Pero cuando dibujo respeto la realidad, aunque con un asomo de surrealismo.

Usted trajo la modernidad a Alicante a través del diseño. Interiores de cafeterías, espacios públicos, carteles, hogueras experimentales...

He sido un hombre muy polifacético en arte y por eso no se me ha tenido en cuenta. González Santana, Emilio Varela, ante el que me descubro, Gastón Castelló, Pérez Pizarro... He expuesto con todos, pero también he incursionado en el cartelismo, el diseño o la escultura. Y mi oficio ha sido la arquitectura. Tal vez por eso se me ha tratado en Alicante como oficial de todo y maestro de nada. Quizá no he pasado las horas suficientes en la barra de un bar tomando güisqui o me ha faltado ser socio del Club de Regatas.

¿Que es para usted el arte?

Para mí arte es todo. El que está trabajando y haciendo las cosas bien es un artista. No se debe despreciar al artesano porque su labor es creativa y perdurable. Yo creo que es más sincero y más sano el que no vive de la pintura y pinta que el pintor de firma reconocida. Muchos pintores cambian de estilo porque su obra ha de servir para decorar casas. Y si el marchante llega y dice "tres bodegones", pues tres bodegones. Los que pintamos por gusto, pintamos para ser felices.

¿Qué papel han desempeñado las instituciones en la fijación de ese sentido y valoración del arte alicantino?

Han hecho una labor importante porque muchos artistas alicantinos no podían acceder al estatus que dan las revistas especializadas o las publicaciones artísticas. Museos como el Mubag o el Marq, pero también la CAM y Bancaja han ido mostrando la obra de artistas alicantinos en diversos contextos.

Últimamente los artistas se están organizando para protestar por las injerencias políticas y la falta de criterios en la gestión cultural. ¿Qué opina?

El arte debe estar regulado por artistas con conocimiento de causa, que les mueva la apreciación del arte. Pero tampoco sirve de nada protestar contra el político, que cumple una función y puede contribuir a difundir el arte. Lo que hace falta son personas cultas, con conocimiento de lo que se va a tratar en materia de arte. Me parece bien que haya un movimiento que pida avances en este sentido.

Su labor ha sido objeto de múltiples premios, como el internacional de diseño o los de cartelismo, por sus trabajos para la Costa Blanca. ¿Cree que falta memoria en Alicante más allá de la pintura?

Existe un descuido total en el estudio de otras facetas artísticas. Mi entrada en el ámbito artístico fue a través del cartel y aquí había muy buenos cartelistas, como Oti, Albert o Suau. Los premios que más satisfacción me dieron fueron los concedidos en dos concursos abiertos para la Costa Blanca y que me permitieron conocer y trabar amistad con grandes diseñadores gráficos, como Enric Huguet.

¿En qué afecta a un artista como usted el hecho de nacer y vivir en Alicante?

Estoy relacionado con Alicante por nacimiento y por familia. Mi madre fue cigarrera y mi padre trabajaba en la fábrica de tabacos como mecánico. Eso te vincula con un ambiente, con una forma de vivir, pero no soy marinero, ni me identifico con el azul de los artistas alicantinos. Tampoco soy festero, aunque admito la fiesta y he colaborado con las hogueras.

¿Qué creadores han marcado su trayectoria?

En pintura Tàpies, sin duda. En dibujo, Carlos Saénz de Tejada y también autores de cómic, mejor dicho, de tebeos. Jesús Blasco y Emili Freixas eran mis favoritos y también me gustaban las series de aventuras de Cuto.

Volviendo a las hogueras, ¿qué relación ha tenido con ellas?

Yo propuse recuperar el espíritu original de las hogueras montando una hoguera abstracta con objetos encontrados, como percheros y cosas así. Eso es lo que se hacía antes de que José María Py le diera la vuelta. En Alicante hemos fracasado a la hora de incorporar el elemento artístico a la tradición. Hay excepciones. Soriano ha sido un gran innovador y en la hoguera de la plaza de la Montañeta se están haciendo cosas muy originales.

¿Qué queda de la identidad de Alicante?

Durante muchos años se han ido perdiendo cosas: el hachazo a la Casa Alberola, el edificio Bergé, el Meliá. Luego hemos querido compensarlo siendo demasiado exigentes. El Paseito Ramiro se ha desfigurado por conservar el desnivel de la muralla. El progreso trae mixtificaciones, como en Luceros por el tranvía. Somos una zona de mucha afluencia y diversidad económica. Es normal que se haya perdido identidad, pero pasa en todo el mundo.

Miami, Riviera, San Remo, la CAM, murales y vidrieras

Hijo de cigarrera y mecánico de la fábrica de tabacos, no es extraño que su divisa haya sido el trabajo. Con 14 años, Juan Sanchis siguió los pasos de su padre en un taller próximo a la estación de Murcia, adonde se desplazaba andando todos los días desde el hogar familiar de la calle Capitán Rueda (hoy ampliado para albergar su estudio de pintura), cerca de Campoamor. Su afición al dibujo le llevó a ingresar con 18 años en el estudio del arquitecto Francisco Muñoz, donde pronto se convirtió en jefe y en el que permaneció durante 40 años. Allí se forjó una reputación de hombre riguroso, con una mano sorprendente que alumbraba perspectivas de edificios convertidas en reclamo del incipiente negocio inmobiliario. La complicidad de Muñoz y su capacidad para robar horas al sueño e ignorar festivos y distracciones dio origen a una prolífica labor en la que se entreveraba el diseño, el interiorismo y las artes plásticas. "Las carreras aparecieron cuando ya estaba ejerciendo. Tuve que examinarme en Madrid para obtener el título de arquitecto de interiores". De aquel ímpetu creativo y de la pujanza de un emergente sector inmobiliario nacieron un puñado de obras emblemáticas del Alicante moderno de los años 60, 70 y 80. Los aires cosmopolitas de las cafeterías San Remo, Riviera o Miami llevaban la firma de Sanchis, al igual que el mítico patio de operaciones de la sede central de la CAM, con su lucernario y sus cultivos hidropónicos. Esculturas ubicadas en espacios públicos, murales en zaguanes de hoteles y en inmuebles residenciales, vidrieras en iglesias, como Santa Isabel o Babel, dejan testimonio de una pulsión creativa todavía en activo.