Algo más de dos tercios del aforo del coso murciano se cubrieron ayer para presenciar la que debía ser la corrida de la feria. Y quizá lo

fue, quién sabe, porque todo es cuestión de puntos de vista. Orejas hubo cinco, todas a una por toro, salvo en el quinto, en el que César Jiménez pinchó hasta tres veces la faena que, mire usted por dónde, pareció más compacta.

César Jiménez es torero de brocha gorda. No se me entienda mal; si la arena fuese un lienzo, el torero de Fuenlabrada lo deja impoluto, con trazos perfectos, quizá muy rectilíneos. No quedan bordes feos, ni brochazos fuera de su sitio, pero buscar el alma de aquello es como admirar la belleza de una pared bien alisada y perfecta. Así fue esa faena al quinto, mansito que se dejó (como casi toda la corrida de Victoriano del Río): ligada, a veces con temple, por ambos pitones. Fría. Tres pinchazos y estocada dejaron el doble trofeo en saludos desde el tercio. Con su primero, tras comienzo de rodillas bullidor, se perdió entre trapazos y desajustes. Oreja a la murciana, muy cariñosa, como el resto. Si no se reseña nada con el capote, es que nada reseñable hubo.

Para dominio de la brocha, quiere decirse de la muleta, Julián López es el as. No se le puede pedir duende a su toreo porque sería el "acabose", y no lo es. Metió al mansote que abrió festejo, imposible en los percales, en muletazos que acabaron siendo largos por ambos lados. Quien les buscara contenido, suerte cargada o empaque, pues no. Pinchazo, estocada, aviso y orejita. El cuarto se arrodillaba, y Julián anduvo tirando líneas para no perder costumbre. Y por la misma razón se llevó otra oreja tras estocada trasera desprendida.

Manzanares viene siendo, por principio y genética, torero de pincel. Nótese la diferencia con los de brocha gorda, pues cuando se observa su obra se suele adivinar dibujo sutil, bello, incluso subyugador. Y digo "suele" porque ayer no anduvo con trazo fino su muñeca. Quizá porque en su primero se descentró tras la fea voltereta que recibió Juan José Trujillo tras el tercer par, cuando el engatillado astado le acertó al tomar el olivo, lo sacó a la arena y le propinó severa paliza. Magullado salió el malagueño, aunque sin mayores consecuencias. Luego la faena, exclusivamente derechista, tuvo dos tandas muy ligadas y emocionantes aunque algo tropezadas. No se vio conjunción ni convencimiento. Acabó con circulares, y dejó sensación de que el animal se quedó por torear. Estocada recibiendo, agonía larga, aviso y oreja. El sexto no se definió, manseó de salida, nunca se entregó, pidió firmeza y Manzanares no llegó a creérselo del todo, porque la res se vencía a veces. Faena de trámite. Estocada algo desprendida. Oreja. Anótese un gran par de Curro Javier.