"¿Tú sabes si Blas trabajó cuando la película antigua aquélla?", pregunta al compañero una camarera del restaurante Nou Palacio de Agost. "Yo tenía una foto de Yul Brynner con mi hijo el mayor, pero vete a saber dónde está", lamenta la septuagenaria mujer de un fotógrafo local. "Fíjate que estuvieron dos semanas rodando en mi casa y no me dio por hacer ninguna foto ni por guardar los contratos", recuerda Delfina Marco, propietaria de la bodega La Escandella. Hace 45 años que los 7 Magníficos del director Burt Kennedy irrumpieron en Agost para rodar la secuela de este clásico del western. Los agostenses jóvenes lo conocen de oídas, como una vieja leyenda. Los mayores lo recuerdan con una mezcla de ilusión y pereza. Y los políticos lo contemplan como una oportunidad de atraer turistas. Hoy, Agost recupera El retorno de los 7 magníficos en una jornada para conmemorar los 45 años del rodaje.

Este evento "magnífico" no es sólo nostalgia. Convocar a los fans de la saga y reunir a los supervivientes de aquella época para un día de visitas y exhibiciones es sólo el primer ensayo de un proyecto más ambicioso. Para 2016, año del 50 aniversario del rodaje, la Agencia de Desarrollo Local pretende organizar un gran evento y convertir lo que hoy es frágil memoria en rentable mitomanía.

Puede hacerlo. Gran parte de los exteriores y algún fotograma de interior de El regreso de los Siete Magníficos se rodaron en Agost, y, si Burt Kennedy viviera, podría reconstruir escenas sin gastar más de lo que gastó en el 66.El paraje próximo a la Sierra del Castellar donde se colocó el pueblecito defendido por Chris Larabee -el personaje de Yul Brynner- y los suyos, o la bodega donde tiene lugar la pelea de gallos de la película apenas han cambiado en 45 años. Además, quedan testimonios en el pueblo de señores que, de niños, ganaban 50 pesetas a la semana por llevarle agua al actor Robert Fuller, de abuelos agostenses que, hace 45 años, lucían mostacho mexicano y hacían bulto, hombro con hombro, con gitanos contratados por jornadas en Alicante para hacer de extras.

También pueden visitarse las fábricas de alfarería que siguen haciendo piezas de barro como las que se ven de atrezzo en los decorados. O el adobe que convenció a los productores de que era el mejor material para destrozar con explosiones: la industria local hizo su aporte a los efectos especiales del Hollywood de los 60.

Toñi López, responsable de la Agencia, ha contactado con varios extras, auxiliares y técnicos agostenses que participaron en la película y ha contado con la ayuda de expertos en western rodados en España para preparar el homenaje de hoy. El programa empieza a las 11 de la mañana en la Plaza de España con una visita a los escenarios. Una comida donde se contarán anécdotas y experiencias, una ruta por alfarerías, la cena y la proyección de la película completan el plan.

La jornada, gratuita salvo el coste de la comida y los 5 euros de la ruta alfarera, parece bastante oportuna. El riesgo de que desaparezca el recuerdo de los 7 Magnífícos en Agost es elevado. "No hay apenas fotografías y muchas de las personas que estuvieron allí han fallecido", afirma López, quien reconoce "lo difícil" que ha sido reunir testimonios.

En el pueblo no hay calles con sus nombres, ni carteles de "aquí estuvo Yul Brynner". Tampoco hay una placa en el colegio La Milagrosa que recuerda que la estrella de la película recolectó 65.000 pesetas entre los actores para construir este centro escolar, ni que en la primera piedra estuvieran Fernando Rey y Julián Mateos, dos españoles del reparto que completaban Robert Fuller, Warren Oates, Claude Atkins o Elisa Montés.

"No hay nada de eso aún, y es una de las cosas que queremos empezar a promover", asegura López, quien cuenta con los historiadores de www.western-locations-spain.com para empezar a explotar el filón del turismo de cine en los páramos de Agost.

El mes que se ganabael doble haciendo de doble en una película

Aunque los actores y los técnicos de la película pernoctaban en el antiguo Hotel Carlton de Alicante y de que muchos extras subían por carretera desde la capital, el rodaje fue muy beneficioso en el pueblo. Encarna Montoya tenía entonces 17 años y trabajaba en una fábrica. "Un día preguntaron que quién quería salir en la película. Pagaban 500 pesetas a la semana, y yo ganaba 300 en la fábrica", recuerda Encarna, quien fue contratada en un status diferente al resto de extras. Su trabajo fue doblar a Elisa Montés, estrella femenina de la película, "en las escenas peligrosas". Recuerda una toma en la que debía bajar una cuesta a lomos de una burra con un bebé en brazos. "Empezó a trotar y me caí, casi encima del chiquillo. La familia nos quería matar". Montoya "comía con los actores principales, todos hombres", algo que no terminaba de estar bien visto en el pueblo. Los productores de la película alquilaron también ganado, bodegas como la de la finca La Escandella para interiores. La villa alfarera nunca ha explotado turisticamente la cinta. El primer "botijo conmemorativo" se prepara ahora, 45 años después.