Tumbada en el sofá, hecha un ovillo y encima de una mantita de cuadros, no se la oye casi ni respirar. Parece una abuelita sentada frente al televisor. De hecho, tiene 12 años y un soplo en el corazón. Eso sí, sus ojos reflejan agradecimiento, a pesar de que no ha perdido las manías y costumbres que adquirió cuando vivía como una reina. Se trata de Sara, la que fuera la perrita de la poetisa María Beneyto. La mascota se quedó sola cuando su dueña murió, hace dos meses. La Protectora de animales se hizo cargo de ella -atendiendo a las necesidades de una perra que ha vivido toda su vida como si fuera una dama de alta alcurnia- mientras le buscaban un nuevo hogar, tarea harto complicada si se tiene en cuenta que las familias son muchos más propensas a adoptar cachorros que animales de avanzada edad, y con 20 teclas.

La otra protagonista de esta historia se llama Raquel. Tiene 33 años, es discreta y tiene un gran corazón. Solo accede a realizar este reportaje cuando piensa que, tal vez, su historia sirva para concienciar a la gente sobre la adopción de animales abandonados que necesitan un hogar. Y más si se trata de animales mayores que necesitan cuidados y están solos.

Cuando Raquel leyó la historia de Sara solo pensaba en una cosa: Golfo, el perrito que la acompañó durante 17 años y que falleció el año pasado. "No podía parar de pensar en cómo estaría de triste Golfo si a mí me hubiera pasado algo y se hubiera quedado solito. No me lo quitaba de la cabeza", afirma la joven. Pero la decisión no dependía de ella sola, porque Raquel tiene familia. Raquel estuvo barruntando todo el día la posibilidad de adoptar a Sara, y lo consultó con su pareja que, en principio, se mostró reticente. "Mi marido no quería perro alguno porque sabe lo mal que lo pasé con Golfo, pero al final accedió", relata. El único miedo que tenían era por cómo se comportaría Sara con el rey de la casa, su hijo Alejandro, de 7 años.

La familia fue a ver a Sara a las instalaciones municipales de Benimàmet. Se la llevaron a ella, pero Raquel nombra a otros tres perros mayores que también habría adoptado sin pensárselo dos veces. El animal se mostró cariñoso, y la familia, encantada.

En el camino de regreso a casa, Sara lloriqueaba y Raquel se preocupó. "La perrita gemía en el coche, y la cuidadora que se encargaba del animal, Julia, también lloró al despedirse. Pensé: "a ver si no he hecho bien..., pero ¡qué va!". En cuanto la traje a casa se calmó al comprobar que ya tenía su espacio. Ahora se pasa el día entero en el sofá, como si fuera una abuelita. Es una perra buenísima, de verdad. Casi no te enteras de que está, y con mi hijo se lleva muy bien. Además tenemos una chinchilla que está suelta por el piso, pero Sara y ella se ignoran mutuamente. Estamos muy contentos con ella", explica Raquel, mientras acaricia a Sara, que la mira con dulzura, hecha un ovillo en el sofá.

La poetisa compartió su vida con Sara

Se decía que la poetisa María Beneyto vivía sola, pero no era cierto. La dama de las letras valencianas compartió su vida con Sara, hasta que falleció hace dos meses. Fue entonces cuando el jefe del servicio de recogida de animales llamó a la Protectora para que se hiciera cargo de ella. Comprobaron el chip, vieron a quien pertenecía, y empezaron a comprender el extraño comportamiento de un animal criado entre algodones. Tras la publicación del reportaje, la Protectora seleccionó a la familia adoptante, consciente de que la perra necesita mil y un cuidados. m. rosvalencia