Un señor llega tarde a una cita y no conoce la ciudad. Sabe que el autobús le ha dejado en una plaza que se llama Luceros y que el restaurante al que debe ir está por la zona conocida como Sangueta. También necesita sacar dinero para pagar el viaje. Probablemente, el atribulado personaje de esta historia termine sacando dinero en el primer banco que encuentre y cogiendo un taxi para llegar a tiempo a un sitio que no sabe dónde está. Son las consecuencias, lógicas, del desconocimiento. Pero, ¿ qué ocurriría si esa persona pudiese saber, simplemente mirando la calle a través de la cámara de su móvil, que a 100 metros de donde está hay un cajero de su red, oculto a la vista, en el interior de un centro comercial? ¿Y si pudiera ver, con un sencillo gráfico, que debajo de la fuente hay una estación de tranvía que conecta con su zona de destino en un tiempo aproximado de 10 minutos? Probablemente evitaría las comisiones del banco y esperaría al tranvía con la tranquilidad de quien conoce una ciudad y sus tiempos.

Si el personaje de este ejemplo dispone de un teléfono de última generación con cámara, GPS, conexión 3G y brújula (como un iPhone), puede evitar las consecuencias de su ignorancia con la naturalidad de quien hace una foto con el móvil. Basta descargarse una aplicación llamada Layar,activarla en mitad de la calle y elegir el tipo de información deseada para tener en la cámara del dispositivo una capa de información que, además, interactúa a tiempo real con nuestros movimientos, como si las rectas de un TomTom se proyectaran directamente sobre el cristal del coche.

Este caso es una aplicación de la llamada realidad aumentada (RA), tecnología que consiste en la inclusión de elementos virtuales en entornos reales que interactúan en tiempo real con el usuario. Un viejo sueño de la informática, una realidad en las películas de ciencia-ficción, y, desde los 90, un sector con innumerables aplicaciones que ha encontrado en el desarrollo de las telecomunicaciones la chispa que hará estallar las cifras de negocio en un futuro muy cercano. "Hoy en día, sólo el 5% de la población tiene posibilidad de acceder a productos de realidad aumentada. Pero las previsiones hablan de que para el año 2015 ó 2016, el 65% de los usuarios de telefonía móvil la utilicen", asegura Juan Ángel Gómez, director de la empresa valenciana Adarve Producciones y desarrollador de varios proyectos con esta tecnología en la provincia de Alicante. Calcula que, a día de hoy, "no debe haber más de 50 empresas trabajando esta tecnología" en toda la Comunidad.

Una de estas casas pioneras es SRV Online, la compañía alicantina que desarrollado la capa de información del TRAM. Se trata de un servicio propio de esta empresa que no tiene vinculación con la administración pública que gestiona el tranvía. "Es una manera de daros a conocer, una demostración de lo que se puede conseguir" apunta José Julio Martín, desarrollador de RA de SRV. Su empresa trabaja sobre todo con Layar, el software de programación de RA para móviles más práctico y accesible hasta la fecha, en opinión de Martín, quien asegura que este fabricante con sede en Ámsterdam ha conseguido "democratizar la realidad aumentada".

Con este sistema y los conocimientos de varios meses de especialización, los técnicos de esta compañía han conseguido crear dos capas más de información con servicio para Alicante, una que localiza pisos en venta y alquiler en cualquier punto de la ciudad -ideado para la inmobiliaria Nestoria- y una curiosa aplicación para localizar iglesias, mirar el horario de sus servicios religiosos y hasta leer los comentarios de sus feligreses. "También estamos en conversaciones con Sanitas para crear una capa que ubique médicos adscritos a Sanitas en cualquier lugar del país", apunta Gómez. Si a un cliente de esta red de sanidad privada le duele la muela durante un viaje a Burgos, sabrá sólo con mirar el móvil dónde tiene asistencia garantizada.

Aplicaciones y precios

Hay más capas con información a tiempo real sobre la ciudad en funcionamiento y hay otras en desarrollo. La CAM fue una de las primeras entidades bancarias en ofrecer un servicio en Layar para localizar oficinas y cajeros, y Aguas de Alicante trabaja en su propio proyecto de realidad aumentada en colaboración con la Universidad de Alicante.

La RA móvil está en su primera infancia y son pocas las empresas que puedan permitirse invertir 20.000 euros en un proyecto de localización en tiempo real exclusivo, cifra que calcula el director de Adarve como presupuesto base para crear una capa con información exhaustiva (galería de fotos, música, gráficos 3D, textos en varios idiomas, etcétera) sobre 40 tiendas agrupadas en una misma asociación de comerciantes. El técnico de SRV rebaja esta cifra sensiblemente "si utilizamos el software de Layar". "Por 2.000 ó 2.500 euros se puede construir una capa sencilla, con un mantenimiento mensual de 250", sostiene Martín.

"Es un mercado en crecimiento, no hay una tabal de tarifas clara. Varía tanto como el precio de dos coches", explica el desarrollador valenciano.

De todas formas, si consideramos que el precio medio de una página web de calidad y con buen posicionamiento en Google suele tener un precio similar, el coste de sumarse a una tecnología de promoción tan potente como la RA no parece tan disparatado.

Nada de esto es nuevo. No del todo. Los expertos en esta técnica ubican el nacimiento de la RA en un sistema para montar cables en aeronaves que Boeing desarrolló a principios de los 90 para sus técnicos. "Era un casco con gafas que reconocía las partes del fuselaje para indicar con información superpuesta cómo había que colocar el cableado", explica el técnico de Adarve. Esta experiencia permitió que a finales de esa década se acuñara el término "realidad aumentada" y que se comenzaran a investigar sus posibilidades.

Estaciones fijas

"La reproducción de imágenes de realidad aumentada, tanto en móviles como estaciones fijas, se basa en unos dispositivo físicos de hardware: la webcam, el ordenador y la pantalla. Con esos elementos y el software adecuado, ya puede correr la RA", apunta el especialista. Se necesita pues de un programa que interprete el entorno real que le llega a través de la cámara para ejecutar el archivo o capa en la pantalla.

De ahí que las estaciones fijas de RA desarrollen un enorme poderío visual, en comparación con los gráficos de resolución baja que a día de hoy dan vida a la RA móvil. Las aplicaciones son casi infinitas, desde libros de texto, en los que marcas similares a códigos de barra permiten construir en la pantalla una catedral gótica en 3D con todo detalle; terminales en museos, que sustituirán el brazo del usuario por una capa con músculos y huesos y dispositivos portátiles en monumentos que reconozcan cada muro de un palacio y expliquen si se trata de una pared mozárabe o de un tabique reformado en el s. XVIII.

"Las marcas de RA que se usan hoy en día están condenadas a desaparecer, en un futuro todo funcionará por reconocimiento facial", apunta el director de Adarve. De hecho, los programadores de Facebook ya están trabajando en una aplicación que permita identificar rostros y acceder a perfiles abiertos de esta red social.

Dentro de poco, el tipo desorientado del principio podrá saber no sólo que tiene un cajero a 100 metros y una parada al lado. También está a punto de cruzarse con un compañero de colegio que se casó y ahora es abogado.

La triste realidad del desarrollo de la RA

Cabe preguntarse cómo es posible que esta tecnología se haya desarrollado a una velocidad de vértigo en el campo de la telefonía móvil y que sin embargo las aplicaciones educativas y formativas con realidad aumentada en estaciones fijas sean algo tan marginal. Gómez tiene su propia teoría sobre este hecho. "Detrás de las capas de información, lo que hay es tráfico de datos y teléfonos de última generación", apunta. "Las compañías telefónicas esperan vender miles de terminales inteligentes y multiplicar el número de tarifas planas en los próximos años".

Además, este servicio está orientado a la ciudad y al turismo, de manera que "si quiero usar una capa de RA en Praga, necesito activar el roaming para recibir datos en el extranjero, algo que cuesta una barbaridad", sostiene Gómez.