Recordarán la época del "destape español". Por primera vez o, al menos muchos años después tras la insufrible censura franquista, veíamos con naturalidad a mujeres u hombres ligeros de ropa e incluso con algún desnudo integral mientras desempeñaban su trabajo en una actividad cultural. Sobre todo lo recordarán por el impacto que tuvo entonces la pequeña pantalla, con aquel fenómeno social que nos regaló nuestro cine, y donde coincidieron cómicos hoy inolvidables para todos como Alfredo Landa, Antonio Ozores o Paco Martínez Soria. Fueron los años del "destape español" que, de igual modo que en el séptimo arte, rápidamente se transmitieron a otros medios como las publicaciones y revistas.

Sin embargo, y pese a lo que se creía hasta entonces, los espectáculos eróticos ya recorrían a finales del siglo XIX algunas de las salas de teatro más conocidas en España con la "revista musical española". Un género que combina el baile y la canción con un cómico que, normalmente, provoca a la chica guapa, a la "vedette", que ligera de vestuario y seduciendo con su tipo al público presente se pasea sobre el escenario. Eran tiempos en los que se gritaba "jamona" para piropear a la chica, o bien se fumaba con sosiego en la sala y sin miedo a ser apercibido por las autoridades pertinentes.

Sea lo que fuere, lo cierto es que la "revista musical española" es un género muy a tener en cuenta. Porque, pese al abandono y castigo de los estudiosos o de las fuentes más eruditas en la materia, la "revista" se convirtió en un fenómeno popular que llenó los teatros durante años y dio de comer a centenares de artistas en tiempos especialmente duros para la cultura. El público que completaba los aforos era, naturalmente, masculino. En parte porque no sería hasta después de la Guerra Civil cuando "la revista" se abrió también a las mujeres.

En Alicante, "la revista" contó con numerosas interpretaciones tanto en el "Monumental" como en el "Ideal", aunque hoy por hoy solo conocemos lo desarrollado en El Principal gracias al riguroso trabajo de investigación del médico Juan Rodenas que ha buceado en el impresionante legado que Pablo Portes cedió a la Biblioteca Gabriel Miró de la CAM. Su obra "La Revista y su presencia en el Teatro Principal de Alicante" se ha editado vía web con el Taller Digital de la Universidad de Alicante y el Centro de Legados de Caja Mediterráneo. El volumen, titánico y con más de 400 páginas con todo tipo de nombres y detalles, nos da una idea de la relevancia y el éxito de este género entre el público alicantino.

Desde finales del siglo XIX hasta 1936, antes del estallido de nuestra guerra incivil, "la revista" alcanzó sus máximas cotas eróticas. Por eso, era habitual ver a mujeres con los pechos al descubierto, vestuario ligero casi invisible, con orquesta y música en directo. De ahí que surjan obras como "El joven Telémaco" que, con música del alicantino José Rogel, sacan a escena un grupo de mujeres de buen ver que quieren seducir al público masculino. "Se mezcla entonces una época de libertad, con la II República, en la que se aprovecha para sacar rentabilidad al cuerpo femenino bonito", afirma el autor, Juan Rodenas. A la "revista" ya se le empezaba a calificar entonces como una "obra verde".

Pero, ojo, no todo consistía en mostrar y exhibirse sobre el escenario, ya que en ocasiones la letra de las canciones jugaba un papel primordial durante el espectáculo. Por es0, con "la revista" "La pipa de oro" (1896), se podía escuchar a la vedette aquello de: "A ti te ofrezco la fruta más apetitosa, la que para muchos fue la perdición". Después de la bomba que cayó sobre el escenario de "El Principal" en febrero de 1939, las actuaciones siguieron su curso en 1941 con la "revista" "La Calle 43", con la vedette Conchita Leonardo con música del maestro Jacinto Guerrero. En 1945, se representó "La Cenicienta del Palace", de Carlos Somonte y Moraldea, con Celia Gámez, y "5 minutos nada menos", de José Muñoz Román y Jacinto Guerrero, que se programó hasta en once ocasiones durante días.

Ya eran tiempos de la dictadura. Y la censura vigilaba estrechamente a la "revista". Desaparecieron los desnudos parciales y los vestuarios más atrevidos. Sin embargo, con el transcurso de los años, eso no quiere decir que en algunas funciones se tratase de esquivar la censura de cualquier modo. Y las chicas salen a escena con plumas y trajes de lentejuelas. Los vestidos de las vedettes muestran los muslos e, incluso, los hombres llevan a sus mujeres al teatro para que aprendan "el arte de la seducción". Y la ropa interior, poco a poco, es cada vez más visible. En 1950, se puede ver en El Principal "Eres un sol", con la vedette francesa Monique Thibaut; en 1953, "Salud y pesetas", con Virginia Matos; y en 1956, "¡Mi padre! ¡Tu padre! ¡Su padre!", con música de Magenta y la vedette Finita Ruffete.

En total, fueron más de 200 "revistas" las que pasaron por El Principal. Y, por ellas, circularon algunas de las actrices famosas que hoy conocemos como Lola Flores, Lina Morgan, Concha Velasco o Marujita Díaz. Y, sobre el escenario, también se pudieron ver a hombres como Tony Leblanc o Andrés Pajares.

La "revista musical española" entró en decadencia en 1975 con la muerte del dictador, la desaparición de la censura y el mencionado "destape español". Ya no era por tanto necesario acudir al teatro y pagar unas entradas caras para ver a mujeres ligeras de ropa, cuando el cine y las revistas del quiosco de la esquina te lo proporcionaban por poco dinero o incluso gratis.

El origen del término vedette

La palabra vedette no tiene género en su idioma original, el francés, y por tanto se asocia igualmente para referirse a hombres que a mujeres. En cambio, en España, vedette es un término exclusivamente ligado al género femenino. En la "revista musical española" se comenzó a popularizar este término, vedette, que hoy va cada vez a menos, de tal modo que solo la escuchamos actualmente en alguna que otra arcaica gala de José Luis Moreno. El caso es que el concepto de vedette está asociado a la belleza de la mujer, aunque en las "revistas" podían salir a escena hombres vestidos de mujeres. Era el caso, por ejemplo, de los actores Luisito Carbonell y Antonio Alonso, que se dedicaban a imitar a otros en sus actuaciones por toda España. Para el productor teatral americano, Florenz Ziegfeld, las vedettes tenían que ser "preciosas de cara, limpias de cuerpo, sin otra mancha en la piel que los lunares que las hicieran más sugestivas; de cincuenta y cinco kilos de peso, gramo más, gramo menos, pero bien repartidos para hacer del cuerpo una encantadora escultura".

Dorita Imperio y Alicia Calderón, las "reinas" del espectáculo

Cuatro actrices alicantinas disfrutaron del éxito de "la revista" aunque de ellas fueron especialmente reconocidas dos: Dorita Imperio y Alicia Calderón. Según el autor de la investigación, Juan Rodenas, Dorita Imperio cosechó un gran número de aplausos con la obra "Una jovencita de 800 años", de José Román Muñoz. Precisamente, tal y como destaca Rodenas, Dorita Imperio fue una de las actrices que más sufrió la censura.

Por su parte, la actriz alicantina quizás más querida fue Alicia Calderón, apellidada así porque nació en la calle Calderón de Alicante, según apunta Juan Rodenas. Alicia Calderón acompañó a Celia Gámez en la interpretación de "El águila de fuego" durante su representación en Madrid. Allí, como dejó plasmada la crítica en los periódicos de la época, comenzaron sus buenas referencias que le catapultaron a ser una de las actrices con más tirón del momento. Alicia Calderón también dio el salto al cine y el teatro más clásico. Las dos restantes alicantinas, de las que apenas se conocen algunos datos, son Finita Rifette y la ilicitana Bebé Palmer (que toma su apellido por la palabra "palmera", tan simbólica en la ciudad de Elche). Todas ellas fueron muy conocidas durante la época dorada de la "revista", aunque la mayoría de sus espectáculos parten de los años 50. "Las representaciones se multiplicaban los fines de semana, aunque el género de la "revista musical española" se realizaba prácticamente a diario en Madrid. En Alicante, por su parte, la temporada empezaba en octubre y solo se interrumpía por Semana Santa. En los únicos meses que no se celebraban era lógicamente en verano", afirma Juan Rodenas.