No sé si les suena la frase. "El futuro de la edición es la balcanización". La soltó el mítico editor Peter Mayer, en alusión al futuro de las editoriales, ante un público repleto de expertos literarios que se dirigían a él con cara de incrédulos. Sin embargo, el tiempo le ha devuelto la razón, porque en las librerías se agolpan hoy pequeñas joyas literarias que no son fruto de los pesos pesados de la Literatura, sino de microeditoriales que no superan los siete trabajadores en plantilla y que están llenando las estanterías con atractivas obras. Y lo más importante: les están quitando mercado con apuestas interesantes a las que suman calidad y originalidad en el diseño y confección de los libros.

Para el gerente de la Librería 80 Mundos de Alicante, Fernando Linde, este es un fenómeno que se viene produciendo desde hace algún tiempo "por la calidad de estos libros, que hacen que se distingan del resto". Por eso los lectores se fijan en ellos y, sin concederles un espacio privilegiado en las vitrinas de las tiendas, sí que son tenidos en cuenta por el público. "El enfoque no es proteger, pero sí exponer al público lo que hacen, porque este es un producto muy bueno", añade Linde. De hech0, en España existen casos como la editorial Nórdica, que especializándose en la publicación de textos de escritores nórdicos, se ha hecho un hueco en el mercado, ya de por sí resquebrajado por el azote de la crisis.

La editorial alteana Aitana es otro caso similar. Una microeditorial, en la que trabajan no más de cinco personas, y que apuesta ahora por las publicaciones especializadas en el ámbito turístico. Y eso, junto a un cuidado diseño y culminación del libro, son las fórmulas mágicas para hacer frente a las grandes marcas de las editoriales. "Buscamos mil posibilidades para abaratar costes sin perder calidad. Hay que tirar mucho de imaginación en estos tiempos", apunta Barranquí, el responsable de esta firma editorial.

Uno de los rasgos comunes de estas microeditoriales es el buen funcionamiento que hacen de las redes sociales. Aunque también los hay que logran buenos acuerdos con libreros independientes, en lo que algunos llaman sinergias de colaboración. Pero eso es cada vez más difícil de ver ante las oportunidades de negocio que, en ocasiones, representan para los libreros las buenas ventas de escritores afamados. "Es muy difícil luchar contra ellas. Ten en cuenta que hay muchas librerías que son negocios familiares, y a ellos les supone mucho volumen de negocio las grandes editoriales. Se hace lo que se puede", apunta Barranquí. Con todo, las microeditoriales siguen fuertes. Y si no pueden costear una buena traducción, se pasan a la repesca de clásicos olvidados por los que no tienen que costear derechos de propiedad intelectual. Ingenio les sobra y el poco personal que manejan les permite movimiento y manga ancha para un rápido cambio en sus estrategias.

Sin embargo, los peligros de siempre les acechan: la falta de una distribuidora con garantías que no le pida más de lo que ganan y una crisis cada más dañina son sus principales obstáculos. Pero, aún así, cuentan con lo más importante: un público inconformista que está atento a sus pasos y unos libros que siempre nos pueden ser de interés.