Si Rafael Altamira viviera hoy, probablemente militaría en una ONG como Amnistía Internacional, se habría opuesto a la guerra de Irak y protestaría por el olvido internacional de Haití. De su faceta como jurista y pacifista se encargó ayer de hablar el catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Alicante, Jaime Ferrer Lloret, durante el ciclo organizado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert sobre el historiador y humanista alicantino.

Ferrer Lloret recordó algunos aspectos poco conocidos de Altamira para el gran público, como su nombramiento por la Sociedad de Naciones como juez del Tribunal Permanente de Justicia Internacional en La Haya, desde su creación en 1922 hasta 1940, que hoy sería la Corte Internacional de Justicia, así como su actividad dirigida a defender las ideas y los sentimientos pacifistas, con la publicación de libros y su participación en congresos europeos.

"Siempre estuvo en contra de los regímenes totalitarios y defendió la aplicación del derecho internacional, así como que la enseñanza para la paz debía comenzar en la escuela primaria", apuntó el catedrático, que añadió que por su actividad en pro de la paz, Altamira fue en dos ocasiones propuesto para el Premio Nobel de la Paz, en 1933 y en 1951, cuando estaba en el exilio en México, pero falleció antes de que se fallara este último galardón. "Sus ideas pacifistas y su compromiso con la dignidad del ser humano -señaló Ferrer- siguen muy vigentes hoy" y, pese a ser un "gran desconocido en Alicante, gozó de una gran proyección internacional".