La dama de la fábula, la niña de 85 años tocada por las hadas y escondida en un cuerpo de mujer con cabellos blancos se llevó ayer el único premio de las letras en castellano que le quedaba por recibir y para el que ha sido candidata y finalista durante años. Esta maga del bosque, como a ella le gusta calificarse, es creadora de un mundo narrativo propio, lleno de unicornios, trasgos, duendes, cuartos cerrados, y paraísos inhabitados, con los que siempre ha intentado buscar su lugar en el mundo.

La Edad Media, la infancia, la injusticia social, los marginados, la incomunicación, la guerra y la posguerra, y la otra orilla, porque ella siempre se ha situado "al margen", son los temas que han centrado su obra. Libre, moderna y rebelde, siempre ha dicho que la palabra era "lo más hermoso que se había creado" y que su sitio, su lugar, era "el bosque", y ese fue el tema, precisamente, que escogió para su discurso de entrada en la Real Academia de la Lengua en 1998 para ocupar el sillón K. "El bosque es para mí el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura, y, a fin de cuentas, de la palabra", dijo.

La narradora es autora de títulos imprescindibles de la literatura española, con una inabarcable obra para jóvenes y niños. De hecho posee también el Premio Nacional de Literatura Infantil por Sólo un pie descalza. "Lo políticamente correcto lo fastidia todo. Ahora no le puede leer a un niño un clásico, que son fabulosos, porque hoy hay que decirles amén a todo y al final la caperucita se hace amiga del lobo. Y esto no es así, porque en la vida te vas a encontrar lobos tremendos...".

El mundo narrativo de Ana María Matute, cervantina que ha conseguido el Cervantes, navega entre los hermanos Grimm, Andersen, Perrault, Proust, Rilke, Chejov, Faulkner o Poe.