Con un cielo gris que obligó a los perezosos festivaleros a abandonar su idea de ir a la playa, con una amenaza de lluvia que sólo consiguir humedecer el calor acumulado entre las sombras del parque de l´Aigüera y con la resaca y el buen sabor de boca del día anterior, continuó ayer el festival Low Cost de Benidorm. Las mismas condiciones: un recinto con tres escenarios y casi doce horas de disfrute musical con algunas de las bandas más importantes de la escena indie y alternativa nacional como internacional. Placebo, dueños de un sonido inconfundible labrado durante quince años a través de cinco discos de estudio, eran la máxima aspiración del día para los, de nuevo, 12.000 asistentes al Low Cost. Placebo, Adam Green, el cantautor folkie de ascendencia judía y cuna estadonunidense, sería, junto con los irreverentes y libertinos belgas Vive La Fête, los ingredientes extranjeros de un cartel relpleto de guiños a la terreta y a los cocineros del indie nacional.

El ex líder de Los Piratas, Iván Ferreiro y los granadinos Lori Meyers eran los nombres más conocidos del pop en español del sábado, un día en el que la organización había concentrado varias vanguardias procedentes de toda la Península y una selección de lo más granado de la escena local. Prueba de ello era la inclusión en el cartel de bandas «psicológicamente puras» como los muy naif Hola a todo el mundo, cinco ciudadanos del mundo «arrejuntados» en Madrid; o los forajidos de interior Arizona Baby, unos vallisoletanos que se han criado escuchando música folk rock sobre huesos y desiertos. O los propios Polock, procedentes de Valencia. Ellos y varios grupos de la crema alicantina como The Grave Yacht Club, The Empty Bottles (que pagaron el pato de un calentón del equipo de sonido y se quedaron sin sonido a una canción de acabar su concierto) o los caraduras más simpáticos de la música alicantina, Varry Brava, colocaron la eñe en los setlists que manchaban de cinta adhesiva el suelo de los tres escenarios del Low Cost.

Pero eso ocurrió ayer por la tarde, varias horas después de que los daneses The Raveonettes lograran retener a las miles de personas que, literalmente, desbordaron la plaza de toros de Benidorm el viernes por la noche tras el concierto de Editors, banda fuerte del primer día de conciertos. The Raveonettes arrancaron con su último disco, In and out of control y dejaron una impresión grandísima entre los más jóvenes, aquellos que creían que el mundo empezó con bandas como Editors, que acababan de tocar«hitazos» como Papillon. Tras los daneses, que mezclan con mucho estilo rock y electrónica con una gran vocalista femenina, el escenario Budweiser se preparaba para la sesión de Late of the Pier, mientras expulsaba, creando una extraña procesión, al público hacia la parte baja del festival, donde el escenario Xti se preparaba para albergar uno de los conciertos más entrañables de la noche. Niños Mutantes, todos unos veteranos de la escena indie y naturales –algo deben tener de especial las legumbres de esa zona– de Granada, al igual que Los Planetas y Lori Meyers. A las tres de la madrugada del viernes, un auditorio lleno hasta la bandera y unas proyecciones en pantallas de led animaron el que sería el último concierto multitudinario del día, con permiso de los murcianos The Leadings (que consiguieron competir con las sesiones de Dj Gato y Late of the Pier con su electrónica rock) y los madrileños Los Coronas, que dieron una lección de cómo coger todos los palos del surf y retorcerlos en un constante himno a la fiesta. Un poco antes, The Phenomenal Handclap y su rollo más funky lograron montar una fiesta similar en el escenario central.

Ayer sábado, una vez los equipos de limpieza del Ayuntamiento hubieron lidiado con los muchos kilos de basura que el festival había generado la noche del viernes y con las quejas de los vecinos –algunos clientes de hoteles cercanos decidieron irse en busca de zonas más tranquilas–, el festival reabrió sus puertas el sábado para poner la guinda a dos días de grandes conciertos en los que la organización se raspó con algunos detalles, como las colas que generaban los puestos de tiquets, pese a que aprobó con creces el año de su consolidación.

Montevideo, sevillanos con una propuesta algo etérea para la hora que les había tocado, calentaron el ambiente lo que pudieron ante un público más pendiente de sí mismo y de buscarse entre las gradas que del escenario. Poco después, la plaza de toros empezó a recibir oleadas de festivaleros que subían de los escenarios menores para concentrarse en el primer plato fuerte. Lori Meyers llenaron su concierto, por méritos propios (estuvieron entre los grupos que más vendieron el año pasado), pero también por la gente que cogía sitio dos horas antes para ver a Placebo, por miedo a que el rumor que se había extendido, que las puertas de la plaza de toros se cerrarían con el aforo completo, fuera cierto.

Iván Ferreiro, fan declarado de los cabezas de cartel, se entregó a a su gente en el recinto central y alargó su show más de lo previsto para hacer bises. Llegaría a los últimos temas de Placebo.

Brian Molko saltó a la hora prevista vestido de un blanco más «naranja mecánica» que ibicenco. Miles de voces le aclamaban y las silenció con los guitarrazos tremendos de Nancy Boy, un clásico que dio pie a Ashtray heart y Battle for the sun, single de su último disco. Hicieron un buen concierto y lograron que todo el recinto se cargara de electricidad y buen rollo. Placebo se iba despidiendo con su brutal The bitter end, dejando el tiempo justo a Vive la Fête para partir la plaza y cerrar un Low Cost que dará mucho que hablar y que, probablemente, vea su tercer año.