En la lengua quechua de los indígenas andinos, el concepto Sumak Kawsay es lo más parecido al término progreso del mundo occidental, aunque su traducción literal es "buen vivir". "Es conveniente matizar la forma de entender lo que es el progreso para una cultura y otra. La comunidad aborigen habla de caminar, de articularse con la naturaleza", explica Elisa Canqui, indígena boliviana y vicepresidenta del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas. "No se trata de seguir el modelo tradicional, que es consumista y depredador. Eso no quiere decir que rechacemos las propuestas de las civilizaciones occidentales y orientales. Muchos de nuestros principios se basan en la filosofía aristotélica", cuenta Alberto Acosta, ex-presidente de la Asamblea Constituyente de la República de Ecuador.

Canqui y Acosta estuvieron ayer en la Universidad de Alicante como ponentes del curso de verano Desarrollo y diversidad cultural: conceptos y medidas del Sumak Kawsay. "Es una propuesta que surge a través de la colaboración entre el Instituto de Desarrollo Social y Paz de la UA y varias universidades latinoamericanas. Queremos nutrirnos de las propuestas andinas que nos enseñan a ver nuevas formas de vida y los fallos de las políticas de cooperación. Sus experiencias son muy constructivas", dice María Dolores Guilló, directora del curso universitario.

Transmitir las beneficios del Sumak Kawsay es una de las obligaciones que se impone Canqui como parte de su trabajo en las Naciones Unidas. "Queremos marcar una nueva propuesta que sirva para que los estados caminen en la dirección adecuada", manifiesta. Acosta corrobora los propósitos de Canqui al afirmar que "es muy importante para nosotros que Alicante se interese por nuestra proyecto. Este encuentro puede parecer folclórico, pero no lo es, ni mucho menos. Hemos venido a debatir alternativas al desarrollo occidental".

Ex-ministro ecuatoriano, Correa ofrece una serie de datos para justificar su propósito. "Los pueblos del mal llamado Tercer Mundo, los países empobrecidos por culpa de un sistema económico excluyente, llevan seis décadas buscando el desarrollo occidental con resultados lamentables. En 1949, cuando empezaron a investigar la forma de alcanzar el nivel de vida de las zonas industrializadas, existían 2.500 millones de habitantes en el planeta. Ahora hay 6.000, de los cuales, más de 3.000 son pobres y un millar de ellos sufre hambre. Por lo tanto, ahora hay más pobres que la población total que existía al iniciarse el proyecto. Esto dice que algo no funciona en el desarrollo, que las cosas se hacen mal".

Además del desarrollo, la filosofía Sumak Kawsay se nutre de diversos elementos. "Uno de ellos es la naturaleza. Los pueblos aborígenes basan su supervivencia en ella. La tolerancia a la hora de vivir en comunidad es otro principio, aunque no debería ser algo excluyente de los indígenas. Cualquier ser humano debería aplicarlo y recuperar su identidad. Nosotros estamos orgullosos de ser indígenas. La solidaridad por encima de los bienes materiales también es un valor muy importante. Se trata de un concepto dinámico, de construcción continua", argumenta Canqui.

"Cuestionamos el término de desarrollo entendido como acumulación de bienes materiales y competencia sin fin entre los seres humanos, que pone en riesgo la vida en el planeta y permite que la riqueza se acumule en muy pocas manos", reflexiona Acosta. Eso no quiere decir que rechacen las propiedades personales. "Por supuesto que no las despreciamos, pero no pueden ser el punto de partida. Lo que hacemos es cuestionar la situación y abrir nuevos campos de visión. Saber que no se trata de los objetos que produzca una persona durante su vida, sino de cómo los elementos ya existentes pueden mejorar las condiciones de vida de esa persona. Esa es la esencia del Sumak Kawsay", sostiene el político.

La defensa que hace Canqui del pueblo y la cultura indígena es encarnizada. "Somos la periferia de la periferia. Cuando alguien habla de pobreza, nos mira a nosotros. Para poder vivir bien hay que aplicar un cambio en la cooperación internacional. Ese es nuestro desafío y para ello tienen que sobresalir dos virtudes, la solidaridad entre vecinos y la corresponsabilidad, tanto en espacios urbanos como rurales. Los indígenas tienen que informarse y estar en el momento de la toma de decisiones", reclama la boliviana.

"Hay que limitar la opulencia y la pobreza para construir todas las formas de buen vivir posibles que respeten a la naturaleza y a los ciudadanos", le secunda Acosta. "Nuestro concepto pretende construir una sociedad armónica, lo que no quiere decir que vayamos a vivir dentro de un paraíso terrenal perfecto", concluye.