"Lo notábamos tan próximo a nosotros que pensábamos que al final del concierto lo encontraríamos dentro de la propia sala", comentaba Rocío Rodríguez, una de las cerca de doscientas personas que el jueves por la noche se acercaron a los cines Yelmo del centro comercial Puerta de Alicante para presenciar el estreno del concierto que Enrique Bunbury grabó el pasado abril para Canal + utilizando la técnica del 3D. El cantante aragonés volvió a convertirse en pionero de la música española al ser el primer músico nacional que accede a experimentar con la última tecnología cinematográfica, embarcándose en un proyecto que ha contado con un director de prestigio, el cineasta Paco Plaza, conocido por la película Rec.

Primero fue el cine con cintas como Avatar o la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton. Luego le llegó el turno al deporte (actualmente los cines Yelmo ofrecen los partidos de la Selección en el Mundial de Sudáfrica en 3D). Ahora ha sido la música la última en sucumbir a la tentación de las tres dimensiones, una tecnología que amenaza con instalarse pronto en los hogares de los amantes de la vanguardia. Y quién mejor para estrenar esta iniciativa que Bunbury, un personaje casi tan excéntrico como los seres azules que la mente de James Cameron imaginó para la película más innovadora de los últimos tiempos.

Pero el reclamo tecnológico no fue el único motivo que llevó a los espectadores a pagar los 15 euros que costaba la entrada. Aún había una razón más poderosa, la admiración incondicional que algunos sienten hacia el ex líder de Héroes del Silencio. "Lo de las tres dimensiones es lo de menos, lo espectacular es el concierto que grabó Bunbury. Siempre te puedes esperar cualquier cosa de un artista como él", indicaba Víctor Canales, otro de los asistentes a la cita con el maño. Todos coincidían a la hora de señalar que la experiencia de presenciar un concierto de música en un recinto poco habitual como una sala de cine resultaba extraña. "Faltaba movimiento y sobraba la butaca", resumía una Rocío Rodríguez aún excitada a la salida del evento. "Quizá hubiéramos disfrutado más si la retrasmisión se hubiera hecho en una sala de conciertos", proponía la joven.

El concierto en sí fue grabado por Plaza utilizando un plató dinámico que recreaba tres ambientes distintos: un paisaje tras un accidente de avión al estilo de la isla de Perdidos, un cementerio y un cabaret en plena decadencia. Cada escenografía hacía referencia a alguna etapa por la que la compleja personalidad de Bunbury ha atraveado durante su trayectoria musical. En cuanto al despliegue técnico, tampoco se escatimó en alardes tecnológicos: veinte cámaras, una unidad móvil de alta definición y más de cuarenta metros de traveling para filmar unos espectaculares planos próximos al minuto de duración.

Entre canción y canción, aplausos. Tímidos, eso sí. Nadie se arrancó en la sala a ponerse en pie y bailar al son de las melodías del aragonés. Las palmas de los espectadores alicantinos se entremezclaban con las del público que presenció el concierto en vivo, coincidiendo en el espacio de forma virtual gracias a la tecnología. Y después de hora y media en la que Bunbury hizo sonar los temas de sus últimos álbumes (Hellville de Luxe y Las Consecuencias) y algunos de sus principales éxitos, como InfinitoSácame de Aquí, como en todo concierto que se precie, llegó el turno del bis para despedir la actuación. Como el 3D no permite (de momento) recrear el paripé del artista que se mete en su camerino y vuelve a salir al escenario, en esta ocasión la sorpresa llegó después de los títulos de crédito con la canción El viento a favor.