Anda y que no hubo motivos para el comentario por lo aportado en el décimo festejo de esta feria que ya agoniza. Hablábamos ayer de la rigurosa presentación de la novillada de Ibáñez, con tantas variantes en su juego, y en la última corrida de toreo a pie, penúltima cita de este largo abono, salieron por la puerta de toriles unos cuantos toretes ayunos del mínimo trapío exigible para que la emoción, así como la valoración al esfuerzo de los espadas, alcanzara las cotas lógicas del rigor que el toreo en su categoría de hondura artística merece llevar al ánimo del aficionado. Faltó, pues, rigor y compromiso en corrales por parte de la autoridad en ejercicio. A duras penas se salvan el de Los Chospes, se tapaba por la cara, sin exagerar, y el terciadito sexto, bonito de tipo, en cortejano, y de superior resultado. Todos los demás se dejaron hacer sin resabios insalvables. De los de andar a gusto, vaya. Para que no faltara de casi nada, el de Los Chospes, tras tomar bien capote, dejarse pegar en una vara y aceptar tres pares de banderillas, apenas iniciado el muleteo, comenzó a mostrarse borrachuzo, peligroso, y acabó por estirar la pata él solito. ¿Otro infarto como el del Vegahermosa? Por alguna causa será ¿O sí? Pues eso, en busca de ese sí clarificador. Bueno, justo y conveniente es. Adelante, presidente García, que no le tiemble el pulso en la indagación.

Anduvo Jesulín de Ubrique en discreto al lancear a su primero, más novillote que torete. En la discreción precisamente se asentó lo esencial de la actuación del otrora arrebatador vecino de Ubrique. Sí, cuando reventaba tendidos y rendía fervores junto a Manuel Díaz, un superviviente de aquello, "Litri" y Rivera Ordóñez. Pulcro y sin significados logros en sus dos toros, derecheó de lo lindo y se dejó dar escasa coba con la zurda por corto remate. Montó sus faenas en terrenos de los adentros, como siempre fuera su costumbre, donde caracterizó la técnica de su estrategia de no mal oficio. Variado en adornos y desplantes, las dos faenas parecieron calcadas. Algún trofeo hubiera logrado de no haber estado tan desafortunado con el estoque.

Manuel Díaz abusó de su versión histriónica. Justo será reconocerle ese su afán de llegar al público sin regatear esfuerzo, sí, aunque sea en detrimento del toreo de templados y hondos recorridos en que el lógico remate lleva consigo el tesoro de la ligazón. Y es que acortar el viaje del toro, el medio pase, sin llevarlo hasta el final del recorrido, cercena el toreo. Desligado sobre la derecha, ayuno de ceñimiento, menos se descaró sobre la izquierda por no correr la mano adecuadamente. Profusión de alardes de "remanguillés" y la "rana", que sigue obnubilando a sus devotos, además del acertado uso del acero toricida y sonrisas y carantoñas por doquier, simpatía habitual según en qué plaza, pusieron en sus manos una oreja de cada uno de sus colaboradores toretes y el derecho a salir por la puerta grande.

Mal se le presentaba la tarde a Rubén Pinar en su ya quinta salida al ruedo de Alicante. Mérito no ha faltado para que tal situación de favor alicantino le asista y se congratule con su reiterada presencia. Quedóse desorientado y con riesgo evidente ante las "rarezas" del toro de Los Chospes, el ¿infartado?, al que incluso lanceó pinturero de recibo. Peligro hubo en ocasiones. Menos mal que salió "Cubatisto", negro zaíno, bonito en terciado, acucharado de cuerna, de 515 quilos, cuatro años y cinco yerbas completas, para que el de Albacete se ciñera al veroniquear, llevar galleando a poner en suerte y quitara con lances, tan serenos, con el capote a la espalda. Luego, la faena de la feria, tan completa, de tantos valores del mejor toreo. Con pases de "todas las marcas", plena de largura en el recorrido, tan honda y de rica emoción. Dos orejas de verdad... Que sí...