informacion.es

Enrique Ponce interpretó hoy en Alicante la mejor de lo que va de feria, de toreo pulcro y elegante, hondo y muy templado, en definitiva, el toreo auténtico, aunque al final echó todo a perder por culpa de la espada, y lo que pido ser un rabo se quedó en una solitaria, pero aclamada, vuelta al ruedo.

FICHA DEL FESTEJO: Cuatro toros de Domingo Hernández y dos -cuarto y quinto- de "Las Ramblas", justos de presencia, en el límite de las fuerzas y escasos también de raza.

Enrique Ponce: pinchazo y tres descabellos (silencio); y tres pinchazos y estocada (aclamada vuelta al ruedo tras dos avisos).

José María Manzanares: pinchazo, bajonazo que asoma y descabello (ovación tras aviso); y estocada y dos descabellos, echándose el toro (ovación tras aviso).

Daniel Luque: estocada algo trasera (oreja); y estocada desprendida y trasera (ovación tras fuerte petición).

La plaza rozó el lleno en tarde agradable.

--------------------------------------------

ELEGANCIA, TEMPLE, EXACTIDUD.., EL NO VA MÁS

Sigue la fiesta en Alicante. Un jolgorio de mucho cuidado en el tendido, inexcusablemente a favor de los toreros. Vale todo, lo bueno y "lo otro", que es lo que se viene dando más en la feria. Y si por casualidad se da el milagro del toreo auténtico, como ocurrió con Ponce en el cuarto, entonces para qué decir.

Fue lo más importante con diferencia que se ha visto en el ciclo de Hogueras. De la elegancia a la hondura, una estética de no va más. Y todo desde el principio del temple, arma infalible en el toreo.

Pues no apuntó muy claro el toro al principio, blandeando antes incluso de ir al caballo, y revoltoso en los capotes de los subalternos. Ponce le mimó, tirando de él con suavidad, llevándole atrás sin dejarse enganchar y ligando los pases. Todo muy seguido, muy exacto, muy contundente. Así el toro acabó yendo a más.

Y Ponce enganchándolo por delante y recreándose en la interpretación. Lo fundamental, sobre todo por el pitón derecho, fue de magisterio. Y los adornos, que en cualquier circunstancia bien distinta habría que considerar accesorio, aquí tuvieron una extraordinaria profundidad.

La "poncina", marca de la casa, el muletazo invertido citando en posición genuflexa para traerse al toro muy embebido desde muy atrás y haciéndole pasar en trescientos sesenta grados, volviéndolo a dejar en el mismo sitio previo cambio de mano por delante. Así, dos veces. Fue la locura.

Sonó el primer aviso cuando estaba toreando. Y ya el segundo después de liarse a pinchar para perder definitivamente lo que debió ser un rabo.

Lo demás del festejo estuvo condicionado por los toros, el juego que dieron, o para ser exactos, las pocas posibilidades de lucimiento que ofrecieron.

El que abrió plaza, primero de Ponce, fue brutote, desagradable e incómodo, que embestía con todo, las manos por delante y dando cabezazos, queriéndose quitar continuamente los engaños de la cara. Hubo desorden en la lidia en los dos primeros tercios, aunque todavía el valenciano llegó a anotarse un elegante quite a la verónica a pies juntos.

Pero con la muleta no fue posible. El toro, por mucho que le sobó Ponce, no terminó de entregarse.

Manzanares tuvo un primer toro que se movió por el derecho, sin embargo, quedándose más cortito e intermitente por el otro pitón. Se notó que estaba el torero en su tierra, con ganas de triunfar. Quizás le sobró aceleración, muchas prisas en series demasiado cortas. Para colmo se le fue la espada al segundo sótano.

Con el quinto anduvo Manzanares más acoplado, aunque de nuevo sin entrar en profundidades. Hubiera cortado la oreja, no obstante, si llega a matar bien, por el ambiente y el paisanaje a favor.

Luque cayó de pie por su corte sobre todo eléctrico, de ganas y atragantones. Muy bien en los inicios y en los remates. Podría decirse que "bordó" lo accesorio, pero escaso de argumentos en lo fundamental. Perdió muchos pasos entre pases, y no redondeó nada.

Llegó al triunfo de la oreja por el camino de lo fácil, sobre todo en el último tramo, de los muletazos invertidos y una serie de bernadinas, amén de la espada, que, eso sí, fue de lo más contundente.

Estuvo a punto de redondear Luque con el sexto, un toro suavón, pronto y noble. Pero se hicieron presentes otra vez los tironazos, la brusquedad por parte del torero, en actitud excesivamente atacante.

Mató de nuevo a la primera y hubo petición fuerte de oreja, pero esta vez el presidente no tragó. Pudo haber salido Luque a hombros, pero de quien se habló al final fue de Ponce.