Con la canción Mi Peter Punk Alejandro Sanz abrió anoche su concierto en Orihuela, enmarcado dentro del Tour Paraíso y como todo el que recurre al personaje, el músico, que ya no es el eterno niño del cuento, reflexiona en la letra sobre lo deprisa que pasan los años y la resistencia a hacerse mayor. Así lo demostró ayer un Sanz que hace tiempo que dejó de ser aquel cantante para quinceañeras que en sus letras decía "es tan bonito esto de soñar y tan violenta la verdad", aunque anoche tampoco faltaron referencias a los comienzos de su carrera, a aquella etapa de inocencia adolescente, en temas como Viviendo deprisaLo que fui es lo que soy.

Pero eso ocurrió bien entrada la noche. Sobre las siete de la tarde, el cantante se relajaba con una cerveza viendo vídeos que le habían hecho sus fans en Argentina. Fuera del camerino, se movían algunas de las 50 personas que viajan con Sanz en cinco trailers y dos autobuses de gira. Un camping gas sobre una mesa y niños jugando anunciaba la próxima celebración de una cena familiar del equipo antes del concierto.

Antes de presentarse ante los 6.000 fans que iban a colapsar desde las 21.30 horas el acceso a Orihuela desde la autovía A-7, Alejandro probaba sonido ante 40 afortunadas seguidoras que habían ganado el concurso para asistir a la prueba a través de su página web. Al equipo de seguridad le costó desalojarlas para poder abrir las puertas del recinto una hora después.

Las canciones de antaño estuvieron presentes, pero sobre todo las del último disco. El concierto oriolano sirvió para que Sanz interpretara por primera vez ante el público alicantino los cortes de su último álbum, Paraíso Express. Y para que el músico rindiera homenaje al poeta en el centenario de su nacimiento. Quiso dedicar el concierto a Miguel Hernández : "ni en cien años podríamos agradecerle tanta poesía", declaró en la ciudad natal del poeta.

No faltaron temas como el pegadizo Looking for paradise, el medio tiempo Nuestro amor será leyenda o la balada italiana Desde cuándo. El diseño de escenografía y luces que Luis Pastor ha creado para la gira impresionó a los espectadores. El concepto de escenario dinámico, que se adaptaba a cada tema, y las diferentes dimensiones ópticas que se generaban llevaron a los asistentes a vivir un viaje mágico, al menos para las jóvenes que coparon las primeras filas.

La tecnología fue un adorno para aumentar la calidad del espectáculo, pero la esencia estuvo en la música. Ya lo avisaba el artista en los días previos. "No queremos ser avasalladores con este tipo de recursos. Lo más importante es la música y no quiero que se pierda entre artificios".

Los tres metales que ha incorporado a su banda también hicieron acto de presencia, proporcionándole el sonido más rockero que buscaba.

Como no podía ser menos, los temas que han encumbrado la carrera de Sanz a nivel internacional también encvontraron su hueco en la noche. Así, sonaron Quisiera ser, Cuando nadie me ve, Aquello que me diste, A la primera persona, Mi soledad y yo, Amiga míaY, ¿si fuera ella?, canción con la que cerró el concierto. Y, por supuesto, Corazón partío, tema que propició el punto álgido de la velada.

Si Corazón partío supuso el momento más intenso de la noche, el más intimo se logró con ¿Lo ves? Como lleva haciendo desde hace varios años, Sanz interpretó el tema con la única compañía de su piano. El resto del concierto lo pasó acompañado por la guitarra. A lo largo de su carrera ha ido progresando en el manejo de diferentes instrumentos, mostrándose como un artista cada vez más completo.

Y así fue cayendo la noche en Orihuela, como si fuera una velada entre amigos. Y de todas las edades, desde niños que acudían por primera vez a verle hasta adultos que llevan siguiendo una carrera que está a punto de cumplir ya veinte años. A todo ello contribuyó el cantante con su cercanía. La simpatía que derrocha sobre el escenario habla de un tipo que ya no se siente en deuda consigo mismo, que no puede hacer las cosas mejor. Quizá no pueda porque es imposible.