Son directores de cine, pero no conducen por las autopistas de la industria. Ellos ruedan en corto, circulan por el equivalente en el mundo audiovisual a un carril de aceleración: distancias breves donde tienen que demostrar que son capaces de incorporarse al largo recorrido. Varios directores de cortometrajes alicantinos compartieron ayer mesa y opinión para analizar la situación del cine y del género que cultivan antes de que fueran proyectados sus últimos trabajos en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Se trataba de una de las actividades del VII Festival de Cine de Alicante, que celebró ayer su cuarta jornada.

Entre ellos se encontraban David Valero, autor del premiado Niños que nunca existieron, quien presentó El día que yo muera; José Ramón Samper, autor de David y habitual del género documental; Joaquín Ferrándiz y Antonio Torres, director y productor de Miranda; Chema García, autor del corto que obtuvo una mención especial en el festival de Sundance, El ataque de los robots de Nebulosa-5; Luis Soravilla, realizador de Adiós papá, adiós mamá y Vicente Seva, director y organizador del Festival de Cine de Alicante. Entre todos dibujaron un panorama difícil para el cortometraje que, sin embargo, vive un buen momento. España está considerada como una de sus potencias mundiales.

El pasado lunes, el director del cortometraje a concurso en el Festival Hemisferio, Luis María Fernández, manifestaba en una rueda de prensa que este tipo de cine había dejado de ser considerado una lanzadera para convertirse en un género en sí mismo. Sin embargo, la mayoría de los cineastas reunidos ayer en el Ámbito Cultural no compartían esta visión. "El corto lo haces para llegar a dirigir una película", apunta David Valero. Ferrándiz se mostró de acuerdo, ya que para él el cortometraje "es pura promoción" y cree que es "algo de cajón" considerarlo el trampolín al largo.

Síntesis y colaboración

El esfuerzo de síntesis que requiere contar una historia en una filmación que dura entre un minuto y media hora se refleja en la simplificación del trabajo para ahorrar costes a la hora de producir un cortometraje. "El principal problema es encontrar financiación. En muchas ocasiones necesitas el aval de una productora para acceder a las ayudas del IVAC (Instituto Valenciano de Cinematografía)", explica Valero, a lo que Ferrándiz añade: "y lo que se gana con el corto siempre acabas reivindicándolo en un nuevo proyecto". Es por esta razón que los directores alicantinos compaginan su trabajo con otras actividades que les permiten mantenerse. Chema García, por ejemplo, trabaja como realizador de videoclips entre corto y corto.

Pero, ¿dan realmente dinero estos trabajos a sus autores? "Sí, si te lo compran para exhibirlos en festivales, o televisiones. Hay varias comprando cortos, como Canal 9, Canal Plus o TVE", apunta Ferrándiz. Su socio Antonio Torres añade: "y vendiendo camisetas, haciendo merchandising".

También existen clases en el corto. "Los festivales de mayor prestigio te piden que esté rodado en cine (película de 35 mm) y no en digital. Es carísimo, así que lo que hace mucha gente es volver a rodarlo en 35 cuando tiene dinero para hacerlo", asegura el director de El día que yo me muera. "Por rodar el mío en cine estuve tres años hipotecado", concluye.

Por ello, los directores alicantinos ven un rasgo común de este género que sean trabajos realizados por profesionales (técnicos, directores, guionistas o actores) que sin embargo, suelen hacerlo sin remuneración. El amor al arte y la contraprestación de poder promocionarse son honorarios suficientes. "A fin de cuentas es como un book, es promoción para actores y permite a un auxiliar trabajar como director de fotografía". Eso, sumado a que la mayoría de quienes trabajan son amigos o conocidos dentro de la profesión, contribuye a esa flexibilidad laboral.

Casi todos coinciden en que Alicante no es la meca del cine en España, pero tampoco es mal sitio para dedicarse a esta profesión. Aunque Valero cree que "no hay actores" y que es necesario a veces "hacer castings en Madrid y en Barcelona para buscar gente", Ferrándiz discrepa. "La industria no es comparable a las grandes ciudades, pero hay muchos técnicos y gente dedicada al cine que es de aquí". Soravilla y Seva coinciden además en que el complejo Ciudad de la Luz "está totalmente abierto a potenciar el mundo del cortometraje". El primero presentó ayer Adiós papá, Adiós mamá, rodado en los estudios con todas las de la ley: decorados, equipo y reparto de primer nivel con coste casi gratuito "hasta las seis de la mañana".

Otro asunto que destacaron los realizadores fue que en otros tiempos esa canción de Los Ronaldos, por ejemplo, podía haberse utilizado "sin problemas" en una banda sonora. "Hoy en día la SGAE te pide 4.000 euros para usar una canción suya en un corto", aseveró el director del Festival, quien explicó que "resulta más rentable pedir la partitura y cantar la canción con otros músicos". Muchos de los cineastas registran no obstante sus guiones en sociedades de gestión de derechos de autor. José Ramón Samper destacó que él sin embargo registra todos sus trabajos con copyleft, bajo licencia Creative Commons.