En una de sus intervenciones en la UA usted habló del riesgo de debris flow. ¿Qué es eso?

Los debris flow son un tipo de corriente de derrubios, de piedra, una especie de avenidas, pero en vez de ser solo de agua son fundamentalmente de bloques de piedra. Son especialmente catastróficas. Se da sobre todo en zonas de montaña, con grandes pendientes. Un caso especial es el de Callosa de Segura que ha crecido sobre uno de los conos torrenciales que forman estas corrientes de derrubios.

La gente dice que el tiempo está loco...

Precisamente nuestros estudios están demostrando que la historia se repite, que son fenómenos naturales, cíclicos, a los que no nos hemos sabido adaptar.

¿Guardamos los abrigos, sacamos las chanclas o cogemos los esquís?

Tenemos que pensar que la primavera de por sí es inestable. No es muy anormal lo que está pasando. Nos da la sensación de que se han radicalizado un poco los índices, pero si hiciésemos un análisis temporal estadístico veríamos que ha habido muchas primaveras así. Lo que ocurre es que hay un serio problema de percepción, nadie se acuerda de qué primavera hubo hace cinco años.

Hace una semana cayó una granizada importante. ¿Eso es también habitual?

Lo mismo. Si analizamos series históricas de las últimas décadas, observamos que ha habido granizadas, sobre todo en los años 80. En Benidorm hubo una granizada catastrófica en 1772, dañó muchísimo las cosechas... aunque ahora todo ha cambiado. Hay que ver los contextos.

Huracanes, terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis... ¿Qué pasa?

Hay una cuestión clave. Los tiempos históricos, los siglos, no son similares a los tiempos naturales, geológicos. De manera que 200 años a nosotros nos parece mucho tiempo, pero para la naturaleza es un tiempo mínimo. Erupciones volcánicas ha habido muchísimas, inundaciones catastróficas, temporales, nevadas... se pueden deber a pequeñas oscilaciones climáticas, pero son secuencias... El clima es un tema muy mediático. Ahora nos vemos bombardeados por estas noticias que antes llegaban menos a la población.

¿Qué parte de culpa tiene el cambio climático y la acción del hombre?

Un aspecto básico, del que se habla poco y es muy importante, es que por encima incluso del posible cambio climático, los problemas actuales derivan de los cambios de usos del suelo, que quiere decir que nosotros estamos realizando acciones sobre el territorio que no están acordes con sus condiciones naturales. Es un problema de ordenación y uso del territorio, de manera que en los años 20, por ejemplo, una inundación en la Playa de San Juan como la del 97 no provocaba muchos daños, mientras que en ese año fue una catástrofe, porque ha habido una implantación en un terriotiro que de forma natural es inundable. Con los cambios del uso del suelo estamos incrementando nuestra vulnerabilidad, estamos viviendo en zonas catastróficas. De alguna manera nos lo estamos buscando.

¿Va a haber gota fría este año?

La historia está ahí para darnos registros, para permitirnos calcular periodos de retorno, pero son cálculos estadísticos y el comportamiento de la naturaleza es bastante imprevisible, de forma que puede haber inundaciones un año y volver a ocurrir el año siguiente o no ocurrir hasta pasados cincuenta años.

Y este fin de semana, ¿playa o peliculita en casa?

Pues no sabemos. Los modelos están avanzando mucho, pero aún queda un largo camino por recorrer. Comprender el clima es un reto científico fantástico. Y la historia tiene mucho que decir en esa comprensión. Lo más barato y lo más práctico para la sociedad es saber muy bien qué zonas son las más peligrosas y respetar los ciclos naturales.