Escribía Juan José Millás en 2007, cuando se inició la huelga de guionistas de Hollywood, que su labor era tan importante como la de los panaderos. Su argumento se basaba en que, igual que necesitamos el pan todos los días para comer, nos hacen falta las historias que esta gente crea para soñar. En el sector valenciano del audiovisual no se plantea una huelga de guionistas, aunque hay aspectos mejorables. "Somos el principio del proceso y a partir de ahí no tenemos ni voz ni voto", se lamenta Óscar Mora. Josep Vicent Miralles extiende la queja al trato discriminatorio que reciben en favor de los actores. "Ellos pueden cambiar el guión pero nosotros no podemos opinar sobre sus condiciones interpretativas".

Crear guiones es un trabajo de equipo. Lo habitual es que se junten para plantear las tramas, descargando una tormenta en la que cualquier idea es válida, por muy disparatada que pueda parecer. A partir de ahí se discuten las mejoras y los cambios. Todo se escribe en grupo hasta que se obtiene el resultado final. La crisis también ha afectado a la profesión y esto, unido a que la mayor parte de las producciones están focalizadas en Madrid y Barcelona, provoca que desarrollar una carrera como guionista en la Comunidad Valenciana sea una tarea complicada. La mayoría de historias que se escriben son para series de televisión y en este sentido, el modelo español tampoco ayuda mucho. No hay público ni dinero para hacer series como las que han llegado en los últimos años desde Estados Unidos (Los Soprano, The Wire, Perdidos...).

El principal problema lo encuentran en la temática de las tramas. La cultura nacional invita a arriesgar poco en las tramas, donde se impone el modelo familiar, "las series que pueda ver desde el abuelo hasta el niño". Por eso se buscan nuevos nichos de mercado, como los móviles o Internet, al estilo de Qué vida más triste, la serie que compró La Sexta tras su éxito en la red.

José Mas cree que los guionistas no reciben la consideración merecida y apunta que "a los actores se les da mucha importancia porque son la imagen del producto. En cambio, nosotros tenemos el estereotipo de ser un grupo peculiar, los raros que escribimos desde el submundo". Son un colectivo especial, con una capacidad creativa fuera de lo común. Se consideran un gremio inestable, pero esto no está relacionado con su imaginación, sino con algo más mundano como la precariedad laboral. Ganarse la vida escribiendo guiones en la Comunidad es una misión difícil, y más cuando el mercado se ciñe casi exclusivamente a Radiotelevisión Valenciana. "Estas en Canal 9 o no existes" afirma Diego Guill.

Estos cuatro jóvenes son una muestra representativa del reducido colectivo en la provincia, aunque su trabajo les obliga a vivir en Valencia. Tener unos estudios como los de Ciudad de la Luz les tendría que dar la posibilidad de residir en Alicante, pero del complejo cinematográfico no tienen noticias. "Sabemos que allí se rueda L'Alqueria Blanca pero la productora es valenciana". Los cuatro han trabajado en Conta Conta, productora de programas de Canal 9 como Autoindefinits, Evolució, SocarratsCheck in Hotel .

La deuda que arrastra la televisión autonómica provoca que los proyectos de producción propia que se hacen en la Comunidad Valenciana aparezcan con cuentagotas. Esto imposibilita que se creen dinámicas estables de trabajo. "La situación es fastidiosa. La deuda de Canal 9 obliga a hacer los programas con menos dinero y esto supone que los guiones estén peor cuidados", se lamenta Mora. Para Miralles, el hecho de que en la profesión no trabajen personas de más de 45 años es un "síntoma muy claro". "A fuerza de ser un trabajo precario la gente se ve obliga da a irse. Esta claro que no es una profesión para jubilarte. No está mal pagada pero es muy inestable. Todos los contratos son por obra, así que nunca sabes qué es lo siguiente que vas a hacer ni en qué condiciones".

La tiranía de la audiencia

Otro factor que provoca inestabilidad laboral es que el trabajo siempre depende de que el producto consiga enganchar con la audiencia. "Forma parte del juego", aseguran. Aunque Canal 9 sea una televisión pública, no deja de ser un negocio. La media de la cadena está en torno al 11% de share. "Todo programa por debajo de esa cifra está en peligro. Viendo las audiencias eres capaz de predecir el futuro de tu programa", cuenta Miralles. Mas opina que "está de moda que si a corto plazo no llegas a la media, cancelan tu programa. Somos esclavos de la audiencia".

Del mismo modo que la falta de espectadores lleva a cancelar emisiones, el caso contrario también se da. "A veces no dejan que los programas se asienten y en otros casos estiran el chicle más de la cuenta", según Guill, para el que un claro ejemplo es Los hombres de Paco "que ha pasado por muchos estados como serie: de humor, de amor y policiaca".

La audiencia no es lo único que les coacciona en el trabjo. Consideran que la posibilidad de escribir como se desea es una quimera para cualquier guionista porque existen muchos condicionantes. En la Comunidad, además, la falta de libertad es alarmante. "Sabemos el nivel de control que tiene Canal 9 y al público al que se dirige, así que nosotros mismos nos autocensuramos. No es lo mismo trabajar para Canal 9 que para Cuatro o TV3. Hacer un programa como Polònia, en el que se rían del presidente de la Generalitat, sería imposible, cuando es necesario y sano", dice Guill.

"En el mejor de los casos es una libertad condicionada, corregida y matizada. No tienen capacidad para reírse de sí mismos. Hay cosas que se hablan en la calle, pero en televisión no, lo que demuestra falta de madurez", argumenta Miralles. "Al final te das cuenta de que es una profesión como cualquier otra. Estamos más próximos al artesano de la palabra que al genio soñador", se resigna Mora.

Fuera de las fronteras de la Comunidad la situación tampoco es halagüeña, con unas televisiones nacionales poco dadas a experimentar con nuevos géneros, pese a casos aislados como Águila RojaHay alguien ahí. "Estamos encasillados en el modelo familiar, no se pueden hacer series de género", asegura Guill. El ejemplo de esto, Los Protegidos. "La anuncian como una serie de héroes cuando no deja de ser una imitación de Los Serrano". "Es una vergüenza lo poco que arriesgan las televisiones", exclama Mora.

En la última década observan una evolución positiva en el sector, una mejoría que ahora se ha frenado por la situación económica. "Se buscan programas con costes cerrados y que llenen muchas horas de emisión. Todo va encaminado a ahorrar y producir ficción es caro. La situación cambiará cuando mejore la economía y se apueste por productos más arriesgados", resume Mas.

Las nuevas tecnologías, con los móviles e Internet al frente, abren una vía de escape para muchos de los problemas a los que se tienen que enfrentar estos jóvenes. Todas las soluciones no están en la red, pero el espectador ha emigrado de la televisión al ordenador. Parece claro dónde está el futuro y la salida. "Va a ser por aquí", concluye Mora con rotundidad.