Mónica Naranjo regresa con los ojos húmedos. Alicante ha sido la única ciudad donde la tormentosa diva hará doblete dentro de la gira de presentación de "Adagio", un nuevo trabajo en el que ha reinterpretado todos los temas de su carrera en formato sinfónico con el apoyo de la orquesta Filarmónica de Ciudad de México. Las entradas para el verla en el Teatro Principal de Alicante se agotaron a las dos horas de salir a la venta. Nunca lo hace, pero decidió regalar a su gente otro día más. La vocalista estará hoy y mañana en el teatro acompañada por la Symphonic Film Orchestra de Madrid. "Minage", de 2000, la proclamó reina del pop sin género. Pero la diva sucumbió al fulgor del éxito y grabó un mediocre "Chicas malas" en 2001. Desapareció muchos años. En 2008, presentó "Tarántula", un terrible golpe de autoridad creativa con el que volvió reclamar su trono. Ahora acaba de lanzar "Adagio", un ejercicio de reconciliación con su conciencia y su carrera donde se desnuda, frágil y verdadera. Y barrunta nuevos proyectos ¿Es una ópera rock con lo que la atormentan las musas?

- ¿Cómo se le ocurrió un proyecto como "Adagio"?

Ya hacía tiempo que tenía en mente la idea de volver al clásico. Durante la firma de "Tarántula", cuando volví con Sony, lo único que pedí es que me dejaran hacer lo que tenía pendiente. Necesitaba evolucionar y sentirme satisfecha con lo que hacía.

- La gira de "Adagio" se desarrolla sólo en teatros. ¿Por qué?

Es lo que más te llena. El público se contagia de ese espectáculo, el de los artistas a los que nos gusta dar vida a personajes. Eso se pierde en los grandes estadios.

- ¿Es ésa su definición de "diva"?

Bueno, siempre he dicho que una diva es un personaje y no la persona que hay debajo. Yo en mi día a día vivo muy alejada de lo que es Mónica Naranjo, porque si no me volvería loca.

- Ha estado ausente mucho tiempo ¿Sintió que algo o alguien le daba la espalda?

No, no. Cuando me alejé de mi trabajo fue porque necesitaba salir, absorber todo tipo de cultura musical, pero no fue por falta de reconocimiento. Me siento una artista muy bendecida. A pesar de todas las cosas que he hecho siempre me he sentido muy respetada.

- Su tema "Europa" ya anunciaba un giro hacia una música más barroca...

Claro, es que es una ópera reducida a siete minutos. Escucho mucha música clásica y de ahí surgió la experimentación. Nos dejamos influir por lo clásico para jugar con bases electrónicas. Esa manera de trabajar también se deja notar mucho en "Todo mentira".

- Ha cantado pop, electrónica y ahora con una orquesta sinfónica. ¿Se siente más cómoda con algún estilo más que con otro?

Lo que hago es adaptarlas a mi manera de sentir, pero cuando hice "Tarántula"... Me había vuelto loca, me sentía como "Dios mío, qué he hecho"... Era un laberinto musical lleno de notas. Estábamos tan nerviosos que el día que estrenamos el videoclip en la red nos pusimos a llorar cuando se saturó el servidor, por la cantidad de gente que lo estaba viendo a la vez.

- "Palabra de mujer" la encumbró como favorita del público gay. ¿Busca ampliar su rango o conservar esa fidelidad?

Nunca busco nada. Nunca he dicho "voy a hacer un público para este tipo de público...". Me dejo llevar por mi instinto porque precisamente la única vez que no le hice caso cometí el gran error de mi carrera.

- ¿Cuál fue?

El disco "Chicas malas". Me pusieron un trabajo delante y por tonta y por dejarme embelesar por la ambición acepté un disco que era una imposición de muchos despachos. Sabía que me estaba equivocando. Desde entonces tengo claro que no hay que venderse nunca.

- ¿Le han propuesto alguna colaboración con bandas de rock?

La verdad es que me encanta la agresividad, la dureza y la delicadeza de la música metal. A pesar de esa apariencia drástica y dura, los "jeviatas" son los mejores. A mis productores, muchos procedentes del metal, les llamo "mis niños".

- Pero no ha contestado a la pregunta...

¡Es que no puedo contestarla, porque si no me pillas! (ríe)