Tortajada, aunque desconocido por el gran público, casi poeta secreto, no fue ni un maldito ni un bohemio porque, según Cabanillas, "generalmente los bohemios y los malditos son gente ególatra que están pendientes de sí mismos o de molestar al prójimo o al burgués; pero Vicente siempre estuvo pendiente de los demás y tenía una alegría casi infantil".

Valle Inclán escribió "Martes de Carnaval" desde el aire y Chesterton escribió "El hombre que fue jueves" de rodillas, "y Vicente nos veía a sus amigos de rodillas, como si fuéramos un poquitín más que él, fue generosísimo", ha señalado Cabanillas sobre este poeta y su antología, que se presentó anoche en la feria del Libro de Sevilla.

También fue un hombre contradictorio, como demuestra el título con que reunió sus artículos en la prensa sevillana, "Azahar y vitriolo" (Renacimiento), según Cabanillas, quien ha recordado que "tenía la mirada de un niño pícaro pero de una persona completamente cariñosa".

"Tenía vitriolo y azahar, y ambas cosas las repartió en su obra literaria; tenía vitriolo, fue un hombre independiente que nunca se casó con nadie, y el vitriolo estuvo en su prosa; y en sus columnas ajustó cuentas a los que están en el limbo de la majadería", ha añadido.

De su columna en la prensa se despidió con una titulada "Quedad con Dios", en la que, según Cabanillas, ofreció su perfil moral, y que concluyó diciendo:

"Yo creo en la palabra entre caballeros, en la inconcebible traición al amigo, en el apoyo al compañero ante la situación injusta, en que si digo a alguien, por un suponer, que sepas que las puertas de esta casa las tendrás siempre abiertas, eso va a misa y vuelve. Todas estas cosas lo único que producen hoy, con honrosas y escasísimas excepciones, son risas conmiserativas. Por eso, como yo no me voy a suicidar, porque no es plan, renuncio a mi pública expresión y ahorco la columna, que siempre es más sufrida. Agur".

El poeta y novelista Eduardo Jordá acostumbraba a definir a Vicente, por su apariencia física, como el John Silver de la "Isla del tesoro", pero Cabanillas lo ha considerado "un niño que se disfrazaba de pirata o de cualquier otra cosa", además de "un sabio que sabía de arte y de música" y que dominó la técnica poética hasta el punto "de darle una patada a la técnica y hacer que el arte se sostuviera por sí mismo".

Cabanillas ha explicado que si la obra poética de Vicente no ha trascendido más es porque "era un hombre excepcional, que encandilaba; y se le recuerda más como hombre que como poeta".

El también poeta y editor Abelardo Linares ha destacado de Tortajada "que su apasionamiento le llevaba a la generosidad", aunque, "también por apasionado, nada condescendiente con el lugar común y con la estupidez; si su poesía dice algo, es una visión verdadera e intensa de la vida, como en tirabuzón, como barroca, pero llena de fuerza y originalidad".

Tortajada fue autor de un centenar largo de poemas repartidos en seis libros, el último de los cuales lleva el mismo título de esta antología, considerado por sus antólogos como su obra maestra, y de la novela "Flor de cananas", una recreación libre y personalísima de la vida del legendario médico anarquista Pedro Vallina.