Más de doscientas piezas trasladan al visitante de "La Ilustración total. Arte conceptual de Moscú 1960-1990" al entorno de un grupo de artistas contemporáneos que trabajaban en un mundo en el que, oficialmente, no existía el mercado de arte, ni las galerías, ni la crítica, ni el coleccionismo, ni las publicaciones, ni las instituciones más allá de las oficiales y, principalmente, no existía el público.

"Se trataba de una clase cultural urbana que era una elite y a la que se toleraba su arte, siempre y cuando no se convirtiera en cultura de masas", comentó durante la presentación de la exposición que abrirá mañana sus puertas el comisario Boris Groys, uno de los más importantes especialistas en el arte y la condición cultural rusa que formó parte del círculo de los conceptualistas moscovitas.

Pinturas, dibujos, esculturas, fotografías, instalaciones de 25 artistas vivos, a excepción de Dmitri Prógov, entre los que figuran los nombres de Iliá Kabakov, Érik Bulátov, Borís Mijáilov, Komar & Melamid, Iuri Albert o Andrei Monastyrski, reconstruyen la escena artística "no oficial" de la época.

Entre 1960 y hasta 1991, los "conceptualistas románticos moscovitas", como los califica el comisario, vivieron y trabajaron en Moscú en los márgenes del contexto cultural impuesto por las condiciones del sistema vigente en la Unión Soviética.

El objetivo de la muestra es hacer una contribución al análisis histórico de una de las estrategias artísticas más pregnantes del siglo XX y la corriente artística soviética más importante de la época, a través de una mirada amplia sobre las posiciones centrales de sus artistas conceptuales.

Entre las obras exhibidas se encuentran las de Alexander Kosolapov: "Malevich" y "Lenin-Coca-Cola" ambas de 1993, una versión rusa del Arte Pop estadounidense o "Léxico fundamental I y II", obra formada por un total de 64 lienzos de Grisha Bruskin.

Las fotografías en blanco y negro coloreadas a mano de Borís Mijáilov pertenecientes a la serie "Luriki"; "Many Glasnots" (Muchas Glasnots) en la que Dmitri Prigov entresaca en relieve la palabra Glasnots sobre hojas de periódicos; las esculturas de Leonid Sókov o varias obras de Iuri Léidermane, destacan también en la muestra que se exhibió anteriormente en el centro de arte Schirn de Fráncfort.

Este proyecto surgió por el descontento que tanto Boris Groys y otros experimentaban sobre la forma de exponer el arte ruso en occidente durante los últimos años. Por ello, su intención ha sido representar las corrientes artísticas y situarlas en un contexto general, pero introduciendo las posturas individuales del artista.

"Tras la muerte de Stalin se creó un espacio de libertad sobre todo en el entorno urbano y allí surgió un arte individual. Era un arte 'inoficial' que no sufrió la persecución del poder pero que tampoco se mostraba en los medios de comunicación", recordó el comisario.

En esta escena "se acogieron distintas posturas estéticas y los movimientos modernos encontraron su modo de expresión. Era una corriente sugerente porque su interés se centraba en el presente. En occidente el arte es una mercancía y el artista trabaja para esa industria. En la Unión Soviética el artista no producía para el mercado sino que la obra era una expresión artística que se basaba en la interpretación de la misma".

A lo largo de la exposición se aprecia ese juego de interpretaciones que a veces se llevan a los extremos más absurdos.

"He querido hacer una exposición que resumiera todas las interpretaciones de la época", afirmó Borís Groys.

Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, comentó que el título de la exposición hay que interpretarlo como "ilustración del totalitarismo" y señaló que "la esencia del arte conceptual es que trabajan sobre el significado de las obras de arte. Trabaja el símbolo, el significado y una de las maneras en las que se ilustran esas estrategias es precisamente en el humor. Esta es una exposición románticamente humorística. Frente al totalitarismo es la relativización mediante el humor".