Pedro, Begoña y el precio de la política

Distintos expertos y un exdirigente político valenciano reflexionan sobre el valor de dedicarse a la gestión pública en la era de la destrucción del adversario

Nomdedéu: "Tuve dos casos judiciales; los gané los dos, pero emocional y políticamente los perdí los dos"

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / MANU FERNÁNDEZ / AP

José Luis García Nieves

La carta de Pedro Sánchez parece escrita con una pluma shakespeariana. En esos cuatro folios caben todos los clásicos de la literatura universal. La lucha contra el poder, la fragilidad de la condición humana, la resistencia frente al destino, la venganza... Incluso el amor arrebatado. Se trata de una decisión de profundo dramatismo, inédita: un presidente anunciando que se retira para decidir si sigue o si se va, elevando a asunto de estado las tribulaciones propias de tantos políticos en su día a día, y sumiendo a todo un país, un referente europeo, en la incertidumbre. Sin embargo, aterrizando en las coordenadas políticas actuales, el silencio que ha dejado tras de sí el presidente Sánchez tiene forma de interrogante, de interrogantes que profundizan en lo humano. 

¿Qué mueve al servicio público en un contexto político como el actual? ¿Dónde deben estar los límites? ¿Qué papel debe asumir los medios y la sociedad ante esta deriva? Y quizá el más relevante: ¿Es viable un régimen democrático si entrar en política supone situarse frente al pelotón de fusilamiento?

“En España hemos vivido épocas de mucha crítica. Había que ganar las elecciones pero también había que ganarse en democracia. Y creo que es una de las cosas que se están perdiendo: lo importante es ganar las elecciones como sea. La teoría proviene de Carl Schmitt, ideólogo del nazismo, que dijo que no hay contrincante sino enemigos. Al contrincante hay que vencerlo, al enemigo hay que destruirlo. Y ese es uno de los peligros de la democracia: hacer lo que sea para ganar las elecciones”, sostiene Enrique Herreras, profesor de Ética y Filosofía Política en la Universitat de València.

En ocasiones ese fin pasa por encima de las personas. Personas de izquierda a derecha, que han vivido escraches, procesos judiciales e incluso agresiones. Un drama personal y familiar. "Me como las responsabilidades económicas, acepto los cargos emocionales, personales, profesionales... pero lo que le han hecho a mi familia merece una reparación y es aquí, es ahora y son ustedes. Hagan justicia. Gracias". Con esta frase se dirigió hace dos años el entonces secretario autonómico, Enric Nomdedéu, al tribunal que lo juzgaba por un caso que quedó en nada. Hoy, ve con distancia la actual deriva de la vida pública.

Nomdedéu: "Ahora mismo no entraría"

¿Qué incentivo tiene alguien para entrar en política hoy? “Muy poco, en realidad. Yo militaba pero pasaron 20 años antes de llegar a un cargo institucional. Cuando llega es porque me convenzo de que puedo aportar. Llegas a la política con esas intenciones. Había una relación humana razonable. Hoy es otra cosa, ahora mismo yo no entraría en política. Se ha convertido en un espacio donde no hay límites, donde la mentira juega un papel fundamental a la hora de construir el discurso y el debate y se han atravesado todas las líneas rojas sobre cómo te afecta personalmente y a la familia. Para mí es fundamental. Va en la mochila: mi madre es mayor, mi hija es pequeña y no tienen por qué pagar lo que me quieran hacer pagar a mí. Personalmente, te desgasta. Yo tuve dos casos y los gané los dos, pero emocional y políticamente los perdí los dos. Ha ganado la maldad, y en lo personal se te queda. No encuentro muchos alicientes para estar en política partiendo de cero”, relata a Levante-EMV.

Nomdedéu no esconde el impacto personal que tuvo su procesamiento en el ‘caso de los sobres’, donde hasta la fiscalía acabó defendiéndolo. “Mi madre tenía 87 años y le preguntaban qué había hecho su hijo cuando en el barrio veían la portada del diario. Es una inmoralidad profunda”, confiesa el exsecretario autonómico, que reconoce que acabó yendo a terapia para manejar la situación. “Eso se te queda para siempre”.

¿Es reversible toda esta deriva? “Soy de natural optimista, pero me cuesta verlo. La reflexión es mucho más profunda que lo que pueda pasar al presidente, a Mónica Oltra, a Podemos, a mí o a otras personas. Tenemos un sistema que no acaba de funcionar donde hay una parte del periodismo que hace política de baja estofa y una parte de la judicatura que la compra. Tenemos un problema estructural como país”, señala el exdirigente de Compromís.

¿Cómo mueren las democracias?

En efecto, existe una corriente académica que, por elevación, atribuye derivas como esta deshumanización del adversario a procesos más profundos que ha traído el siglo XXI, y que tienen mucho que ver con la revolución tecnológica. Son cambios que comenzaron décadas atrás en EE UU, donde hoy ya se habla de un riesgo de fractura entre estados, y que se abordan en libros de referencia como 'Cómo mueren las democracias' (Steven Levitsky y Daniel Ziblatt). Afectan al cambio de los patrones en política, a cómo se relacionan los políticos con los ciudadanos (de manera fragmentada y directa, sin intermediarios tradicionales, apelando a las emociones), pero que también están desbordando y vaciando institucionales tradicionales, como los medios de comunicación, la universidad o la figura del experto. Es una mala noticia, pero parece que hay otro peor: no tiene pinta de que vaya a detenerse.

Hugo Aznar: "Falta pedagogia democrática"

“A corto plazo no está claro”, apunta Hugo Aznar, catedrático de Ética de la Universidad CEU Cardenal Herrera y experto en comunicación: “Es solo la responsabilidad de los políticos de que bajen el tono, de los líderes de algunos partidos y de los medios que de algún modo alientan determinadas conductas, pero no hay solución inmediata. A más largo plazo desde luego hace falta una pedagogía democrática y mecanismos de llamada de atención cuando los medios incumplen. Luego la responsabilidad del poder judicial, que aceptan determinadas cosas. Es un llamado a la responsabilidad general. No se puede hacer de momento más. A largo plazo sí que habría que hacer un debate y una reflexión pausada para ver cómo se recupera el tono de una sociedad democrática deliberativa y no este tono absolutamente degradante”.

Herreras: "Responsabilidad de las élites"

Herreras, por aportar algo de esperanza, diferencia “las elites políticas de la marcha normal de la política”. “Hay mucha gente que hace que las cosas funcionen. La polarización la están creando las elites políticas. El problema es cuando llega a la población”. Y también señala al largo plazo: “Hay que redescubrir la virtud democrática. La virtud de reconocer no solo las leyes sino las costumbres: reconocer al que ha vencido. Lo que no quiere decir que no se discuta, que no haya oposición, desacuerdo, debate...”. “Nos hace falta mucha filosofía política. Las estrategias (Ciencia Política) están muy bien, pero tenemos que seguir yendo a las raíces, a la profundización de lo que significa la democracia. Es difícil llegar a la gente, pero es un esfuerzo importante. Una sociedad madura es democrática. Una sociedad ‘emotivista’ es la que empieza a pervertir el concepto de democracia. Ser moderado no está de moda”, concluye Herreras.

Suscríbete para seguir leyendo