Vicente Magro se levantó de su taburete en la cervecería "Ciutat Condal" seguro de que quien estaba a punto de meterle el diente a una deliciosa "lauta de jabugo" al otro lado de la barra, pasadas las once de la de la noche del miércoles, era Txus Vidorreta. Con toda la buena intención del mundo y medio emocionado, el presidente de la Audiencia Provincial recorrió derecho los aproximadamente veinte metros que le separaban de aquel individuo de rostro calcado al del entrenador del Lucentum, deseoso de darle un abrazo e inculcarle toda la energía que comenzaba a acumular veinticuatro horas antes de la gran cita copera ante el Barça. No reparó Magro, en ese instante, en que por mucho que Vidorreta quede considerado como un dios para el aficionado alicantino, todavía no alcanza a poseer el don de la ubicuidad y, por lo tanto, para ver al bilbaíno a esa hora había que presentarse unos cuantos kilómetros más allá, en el Palau Sant Jordi, donde acababa de concluir el entrenamiento del día previo al debut copero. Así pues, la imagen de aquel individuo de pronunciadas entradas y gesto taciturno, que miraba fijamente al "pernil" como si la vida le fuera en ello, no fue más que una ilusión óptica porque... lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible. Algo parecido ocurrió un día después, es decir, ayer. Comenzando por el Lagun Aro en el partido inaugural ante el Baskonia (ahora Caja Laboral). Llegó a ver agua cristalina el conjunto donostiarra en su travesía por el desierto, con el sargento Ivanovic, brazos en jarra, impotente y con mirada torva, escuchando en la grada el "Sí se puede" de la afición guipuzcoana, subida, por momentos, a las barbas de la alavesa (28-38, al descanso). Pero no. Teletovic se puso farruco, Prigioni movió el cotarro, Bjelica afiló la lanza para repetir el estribillo: "Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible". 72-65 y a correr.

A todo eso, Vidorreta comenzó a inmortalizar el momento mucho antes de meterse en la pista. Apostado detrás de una canasta esperando a que le llegara el turno y los focos, el vasco fue haciendo fotos con su móvil a una parte de la afición lucentina (peña Kali) que, ubicada en una esquina del gallinero, comenzó a hacerse notar con su grito reivindicativo ("Alicanteeee, oé, oé, oé, oé, oé"). Lo que va delante, va delante. Más, si cabe, viéndolas venir con el contratiempo de Ivanov, que pasó la noche con gripe en el hotel Juan Carlos I, lo que minó sus fuerzas para el trascendental envite.

"Hay que mantener con vida el partido hasta el final", pedía Luis Castillo, presidente lucentino. Difícil papeleta ante el firme pulso de Navarro, decidido a colgarse en el cuello la tarjeta que le acredite como MVP. Tras mantener tensión en el primer cuarto (17-13), el conjunto azulgrana pisó el acelerador, arrodilló al Lucentum bajo el tablero y escopeteó sin piedad ni pausa. (41-25, al descanso). Volvamos con la cancioncita: "Lo que no puede ser, no puede ser y, además..."

Con esos guarismos a la mitad del camino, unido al recital de Rabaseda y Lorbek, pocos milagros cabía esperar.

Así que las diferencias fueron aumentando conforme fue pasando el tiempo, hasta presentar una batalla enormemente desigual.

No, definitivamente no estaba el Barça de Xavi Pascual dispuesto a dejar un centímetro a la emoción. Tiene el club azulgrana claro cual es su misión en esta Copa que se sirve en su casa. No hay intención alguna de permitir el menor sorbo al enemigo. Y con esa fijación y esos mimbres ya se sabe: "Lo que no puede ser, no puede ser... y, además, es imposible".

Mercadeo en el hall del hotel Juan Carlos I

El impresionante hall del hotel Juan Carlos I se ofreció desde buena mañana como escenario para el diálogo y mercadeo de basket. Dirigentes, representantes, técnicos y gerentes aparcaron el presente para hablar de futuro. Y entre ellos, el Lucentum, cuyo presidente, Luis Castillo, mantuvo varias reuniones. Una de ellas fue con Arturo Ortega, uno de los agentes más importantes del mundo de la canasta. El hecho de que todos los jugadores que participan en la actual edición de la Copa del Rey se hospeden en el Juan Carlos I facilita las cosas. La agenda de cada dirigente y de cada agente va cubriendo cita tras cita en apenas unos metros cuadrados. La presencia de Luc Palmer, mascota del Lucentum -Daniel Mestre, por dentro-, paseando por el hall del hotel barcelonés dio el toque de color en una mañana que, por norma general, suele aprovecharse para "mercadear" e ir cerrando contratos futuros.