Gigantescos cruceros atravesando el mismo centro de la laguna con la consiguiente contaminación ambiental e impacto visual, góndolas atascadas en los canales por la saturación de embarcaciones, calles imposibles de transitar por la aglomeración de multitudes, en fin, una imagen deplorable de la histórica Venecia, la que un día fue la capital del romanticismo y el amor, y hoy amenazada de muerte.

Un crucero junto a la plaza de San Marcos, el corazón de Venecia

Estamos a mediados de octubre cuando llego a Venecia, acompañado de mi mujer, dentro de un viaje por las grandes ciudades del Norte de Italia. Elijo este mes porque ya los calores han desaparecido y no es temporada alta, aunque en Venecia siempre hay muchos turistas, no en balde recibe cada año entre 22 y 24 millones de visitantes. Lo primero que hago es dirigirme al hotel y pernoctar porque ya ha anochecido.

El impacto visual de los gigantescos barcos es brutal

He reservado alojamiento en el Lido de Venecia, la isla situada frente a la laguna veneciana a apenas diez minutos del centro de la ciudad con transporte público acuático, el célebre vaporetto. La relación calidad-precio de los hoteles es mucho mejor en esta zona porque en el centro el precio de las habitaciones es astronómico.

La abundancia de turistas provoca la proliferación de góndolas

Al día siguiente amanece un día espléndido y hay que aprovecharlo, por lo que desayuno temprano y nada más amanecer ya me dirijo a la parada del vaporetto. El recorrido por el Gran Canal es la visita más importante de Venecia y para hacerla de la forma más barata posible basta con completar el recorrido del vaporetto hasta la estación de tren Santa Lucía. Las frecuentes paradas permiten contemplar con detenimiento la que quizá sea la mayor y más bella concentración de palacios históricos, a lo largo del Gran Canal. El precio del billete es de 7 euros y te sirve para un viaje de hasta una hora de duración. Si haces el mismo recorrido con un barco turístico y un guía no te costará menos de 30 euros.

Góndolas atascadas en una imagen poco romántica

Cuando bajo en la parada de la estación ferroviaria hay un gran trasiego de gente como suele ser habitual porque el tren es el principal medio de transporte para salir de la ciudad. Lo que ya no me parece tan normal es que en la cercana iglesia de los Descalzos, punto de partida habitual para hacer el recorrido por la ciudad, el trasiego sea ya una concentración y apenas se pueda dar un paso. Centenares de visitantes tratan de abrirse paso entre codazos y apretujones. Pregunto extrañado y me dicen que la gran mayoría son grupos de un crucero que han llegado esa mañana a Venecia y que apenas tienen unas horas para que sus cerca de cuatro mil pasajeros puedan visitar la ciudad. En esas condiciones desisto y decido cambiar de itinerario porque no estoy dispuesto a recorrer Venecia como si fuera una romería.

La Estación de Tren y la Iglesia de los Descalzos abarrotadas

¿Es una coincidencia? En absoluto y los datos así lo refrendan ya que cada año llegan a Venecia alrededor de un millar de cruceros que transportan unos dos millones de turistas. En temporada alta hay días que hasta diez de estas mastodónticas naves cruzan por la laguna, en pleno centro de la ciudad. A esto hay que añadir los que llegan por los demás medios y que completan los 22 millones de visitantes anuales, a razón de Casi 55.000 diarios.

Ante las dificultades incluso para poder transitar, decido alejarme del itinerario oficial y deambular por callejones y canales secundarios donde el movimiento de gente, por el contrario, es mínimo. Descubro así algún rincón con cierto encanto. Una hora más tarde decido acercarme al Gran Canal a la altura del puente de Rialto. La situación no ha mejorado ni un ápice. Poder hacer alguna foto desde lo alto del puente es toda una odisea. Las escalinatas finales están atestadas y para apoyarte en la barandilla tienes que forcejear y esperar turno. Puede parecer una exageración pero lo más civilizado sería implantar un sistema para coger número, como en las colas de bancos o secciones de supermercados, y poder hacer unas fotos.

El trasiego de cruceros impide a menudo imágenes panorámicas

El tramo del Gran Canal que rodea el puente, uno de los pocos visitables para viandantes puesto que gran parte del mismo no tiene aceras, está a tope y hasta en las terrazas de los bares aledaños, donde una cerveza te cuesta un potosí, hay overbooking.

Gondolero por el Gran Canal

Las aglomeraciones en Venecia se agravan no sólo porque los miles de cruceristas suelen hacer siempre el mismo itinerario, el conocido como recorrido oficial, sino también porque en distintos sectores de la ciudad las zonas de tránsito se reducen a muy pocas calles porque son muchos los canales que carecen de aceras. La mejor opción es buscar recorridos alternativos y sólo recurrir al viario principal para visitas concretas. De lo contrario, estás condenado a sufrir frecuentes tropiezos, empujones y no poder contemplar casi nada a gusto.

Imagen crespuscular de la laguna de Venecia

A medida que me acerco a la plaza de San Marcos, el corazón de Venecia, hay mayor oferta de gondoleros para hacer un recorrido por los pequeños canales del entorno y por el Gran Canal. Uno se imagina esas románticas imágenes peliculeras de una pareja de enamorados contemplando las maravillas venecianas recostada en una encantadora embarcación suavemente conducida por un gondolero bellamente uniformado, pero la realidad, desgraciadamente, es muy distinta. Hay tanta embarcación y tan pocos canales, que en muchos de ellos se producen atascos, con numerosas góndolas retenidas o formando largas colas para poder circular. Si tienes en cuenta que un paseo en góndola de 30-40 minutos te sale por unos cien euros el barquito, pues la verdad es que para muchos, como yo, no merece la pena.

Los cruceros contaminan más que 14.000 automóviles

Hago una pausa para el almuerzo y tras consultar varias cartas me inclino por el restaurante Saraceno. ¿El precio? Por las nubes, como todos los restaurantes de la ciudad. Por dos ensaladas, una cerveza y un agua mineral me cobran 44,20 euros. Y es un local de los modestos. Si optas por dos platos es prácticamente seguro que supere los 100 euros por cabeza.

Góndolas

A primera hora de la tarde llego a la plaza de San Marcos y lo primero que hago es entrar a la basílica porque cierran a las 17 horas. La visita de la iglesia es gratuita pero si quieres ver el tesoro, el museo y el retablo de piedras preciosas tendrás que desembolsar hasta nueve euros en total. La visita vale la pena pero por supuesto que tendrás que armarte de paciencia y soportar una larga cola, así como ver el templo prácticamente en volandas.

Palacios venecianos en el Gran Canal

Sigo mi ruta hacia el Palacio Ducal y es entonces, al acercarme al comienzo del Gran Canal, cuando contemplo la impactante imagen de un crucero atravesando las aguas de la laguna, a apenas unos metros de la plaza de San Marcos, para dirigirse, en viaje de ida y vuelta, por el canal de la Giudecca, hasta el embarcadero. Algunos llegan e incluso superan los 4.000 pasajeros y si a esto sumamos la tripulación, que alcanzan hasta los 1.700 miembros, tendremos una auténtica ciudad flotante. Su continuo trasiego por la zona monumental de Venecia viene provocando numerosas quejas y denuncias, tanto por el impacto visual de un gigante de estas características, cuya altura ronda la de un edificio de 15 alturas y oculta todo lo que se cruza por su camino, como por la contaminación ambiental, que en estos casos equivale al paso de 14.000 automóviles, según denuncias ecologistas.

El Palacio Ducal y su entorno, en el centro de Venecia

Son tantas las voces que se alzan contra el paso de cruceros por la Venecia monumental que el Gobierno italiano restringió el pasado año el acceso, pero la medida apenas ha durado unos meses ya que fue anulada por una resolución de la Corte Regional ante la queja de los promotores turísticos.

Algunos gondoleros conservan su uniforme ancestral

Termino la jornada aprovechando la preciosa luz que depara la puesta de sol y ya en un ambiente más tranquilo porque al atardecer los cruceros han recogido a su pasajeros y parten hacia otros destinos. Cuando ya es noche cerrada me traslado con el vaporetto al Lido para cenar una pizza en el restaurante Alla Botte “con forno de legna”. Mi estancia en Venecia se prolonga dos días más para poder visitar sus numerosos atractivos pero para el recuerdo queda la tosca imagen de una ciudad no sólo masificada, que eso lo ha estado casi siempre, sino colmatada, muy lejos del recuerdo de mis dos visitas anteriores, la primera de ellas en una de mis iniciales salidas al extranjero, en 1968, cuando todavía era la ciudad romántica por antonomasia, lo que aún pretenden torpemente vendernos. Dicen que la histórica ciudad está enferma. Para mí es mucho peor, las grandes multitudes han provocado que Venecia esté moribunda. Este último viaje lo hago en 2011 y prometo no volver.

La basílica de San Marcos y el Campanile

TODAS LAS IMÁGENES MANUEL DOPAZO