Mientras camino por un concurrido paso de peatones subterráneo noto como que alguien tropieza ligeramente conmigo. Al principio no reacciono, pero segundos después miro en el interior de la bolsa que llevo colgada al hombro y me quedo helado, pese al intenso calor reinante. Me acaban de robar un portadocumentos con el pasaporte. Este es el relato no sólo de la pérdida, sino, lo que es más importante, de la recuperación del pasaporte, para lo cual tuve que convencer al ladrón para que me lo devolviera.

En esta zona de Port Louis me roban el pasaporte

Me cuesta creerlo pero de pronto me veo sin el documento más importante de todo viajero, el pasaporte. Además de la forma más tonta. Es lo peor que me puede pasar. Sin él no veo otra solución que interrumpir el viaje ya que estoy en Isla Mauricio, un país sin representación diplomática española, y mi próxima visita es Madagascar, donde incluso es necesario visado, que había obtenido del consulado de este país en Barcelona. Lo que más me cabrea es que me lo han quitado de la forma más burda y sencilla del mundo, por el elemental procedimiento del tirón.

Templo hindú en Port Louis, la religión mayoritaria de Mauricio

Estoy en Port Louis, la capital de Isla Mauricio, un país del Océano Índico separado de África por la isla de Madagascar. Es un destino frecuentado por parejas en viaje de novios, especialmente por sus playas coralinas poco concurridas ya que los residentes de la isla no suelen visitarlas. No es de los destinos imprescindibles pero tiene algunos atractivos que merecen una visita. Yo he recalado aquí porque el vuelo a Madagascar me ha salido más barato con escala en el aeropuerto de la isla.

Las playas son el mayor atractivo. Esta es la de Grand Baie

Prácticamente nunca llevo el pasaporte encima cuando estoy alojado y voy de visita. Suelo dejarlo en la habitación del hotel, y siempre que hay, lo guardo en la caja de seguridad. El pasaporte lo es todo en el extranjero. En algún país donde pueden reclamar que te identifiques por la calle suelo llevar una fotocopia, y nunca he tenido problemas. En este caso lo llevo conmigo porque estoy de tránsito, de un hotel a otro de la isla, y recalo unas horas en Port Louis para visitar los puntos más destacados.

Playa cercana a Pointe aux Canonniers, en el norte

Voy paseando por un muy concurrido centro de la ciudad. Utilizo un paso subterráneo para cruzar una de las avenidas más importantes. No está iluminado al no ser muy largo pero hay cierta penumbra en la parte central, donde apenas alcanza la luz exterior. Es en esa parte del subterráneo cuando noto como un leve tropiezo de alguien. Por unos instantes no le doy importancia pero segundos después, mientras veo a un joven acelerar el paso delante de mí, recuerdo que llevo el pasaporte en la misma bolsa de la cámara, por lo que casi instintivamente la reviso y compruebo con estupor que el portadocumentos en el que lo guardo me ha desaparecido.

Piscina del hotel Heritage, al sur de Mauricio

De inmediato echo a correr y a unos 20 metros de distancia, a paso muy ligero, veo al mismo joven. Le grito “please, my Passport”, pero sólo consigo que salga corriendo hacía un parque cercano. Le sigo al trote durante unos tres minutos, mientras le repito inútilmente que me devuelva el pasaporte. También le insisto en que sin el pasaporte no puedo regresar a mi país y de que a él no le sirve para nada. De pronto, junto a un frondoso árbol, se para y se apoya en el tronco. Yo me acerco hasta unos 20 metros porque no me atrevo a más, no vaya a resultar que sea agresivo o incluso que porte algún arma. Desde allí le explico que en la cartera que me ha robado no hay dinero, sólo el pasaporte, y le ruego que me lo devuelva. Sorprendentemente, pese a mis gritos, sólo algún curioso observa lo que sucede, el resto de los muchos transeúntes sigue su paso como si no pasara nada. Por supuesto que de la Policía, ni rastro, aunque estamos en el corazón de la ciudad.

Pequeño templo hindú junto a la playa de Cap Malheureux

Le repito tantas veces lo de “no money” que al final consigo que mire el interior de la cartera. Acto seguido veo esperanzado como tira el portadocumentos al césped. No obstante, no me atrevo a acercarme porque no descarto que sea una estrategia para que me acerque, por lo que opto por callarme y esperar. Pasan unos momentos que se me hacen eternos hasta que, con alivio, le veo dar media vuelta y marcharse aunque sin ninguna prisa. Espero lo suficiente para tenerlo lejos y ya, cuando creo que no hay peligro, recojo la cartera y respiro con alivio cuando compruebo que dentro está el pasaporte, a cuya tapa no puedo evitar darle un sonoro beso.

Cañones históricos en Pointe aux Canonniers

La alegría está más que justificada ya que su pérdida me hubiera reportado graves trastornos e incluso es posible que me hubiera obligado a suspender mi visita a Madagascar, que es el objetivo principal de mi viaje. Hay que tener en cuenta que en Mauricio no hay ninguna representación diplomática española, ni siquiera consulado, tan sólo un cónsul honorario, que no es español, y que apenas puede prestar la más mínima ayuda, pero resulta imposible obtener un documento que me sirva para proseguir el viaje. Como máximo sólo para poder regresar a España.

Tortugas gigantes como las de las cercanas islas Seychelles

Es la primera vez que me roban el pasaporte y también será la última, ya que ni antes ni en años posteriores a este viaje, efectuado en 2005, he vuelto a tener problemas. Lo mejor es dejarlo en la caja de seguridad, que suele estár disponible en las habitaciones de la mayoría de los hoteles de todo el mundo a partir de 3 estrellas. Cualquier precaución es poca. Yo diría que en el extranjero y especialmente fuera de la Unión Europea, es más importante el pasaporte que el dinero. Además, en algunos países, que no es el caso afortunadamente de Mauricio, el robo de pasaportes es un gran negocio para falsificarlos y venderlos.

En el interior de la isla abundan los cultivos tropicales

Superado el mal trago del pasaporte, me dedico a visitar lo más destacado de la isla. Para desplazarme barajo alquilar un vehículo pero finalmente opto por pactar un precio diario con un taxista ya que me resulta más barato. Consigo un precio de 40 euros diarios. Son desplazamientos cortos ya que Mauricio tiene 53 kilómetros de ancho por 72 de largo. La capital tiene poco relevante y se puede ver lo más destacado, que incluye algún templo hindú y varios bellos edificios coloniales, en unas pocas horas.

Pareja hindú durante una ofrenda

Uno de los puntos más interesantes y visitados es la Tierra de los Siete Colores de Chamarel, una zona de dunas fósiles situada en pleno bosque, con siete tonalidades diferentes, en una rareza geológica digna de ver y que aparece en la imagen de abajo.

La tierra de los Siete Colores de Chamarel

Muy cerca de estas coloreadas tierras está la cascada de Chamarel, con una altura de más de un centenar de metros. Cuando yo las visito no tienen mucha agua porque es la temporada seca, pero a pesar de ello, merece la pena contemplarla.

La cascada de Chamarel

Hay varias cascadas y hasta unas minicataratas de gran atractivo, llamadas Rochester, que vale la pena acercarse a ellas, ya que son muy accesibles.

las cataratas Rochester

Pero sin duda la visita obligada en la isla es la del Grand Bassim, el lago situado en el cráter de un volcán a 550 metros de altitud, en el corazón de la isla.

Lluvia y niebla en el lago del Grand Bassim

Es un lugar de peregrinación para los hindúes, la etnia mayoritaria en Mauricio ya que la practican casi la mitad de su millón y medio de habitantes. También hay cristianos y musulmanes en una de las mezclas multirreligiosa y étnica más variada, que se reparten por toda la isla en pacífica convivencia. Me decido a visitar el Grand Bassim un día soleado pero ante mi sorpresa cuando el vehículo se acerca a la cumbre densas nubes de niebla la cubren, hasta el punto de impedir la visión a apenas 20 metros, acompañada de una molesta lluvia. Sólo por unos minutos la niebla escampa y me permite contemplar la zona con claridad. Es un lugar donde siempre hay fieles haciendo ofrendas, aunque el día más espectacular es el de la celebración religiosa, cuando alrededor de 300.000 nativos llegan en peregrinación, totalmente descalzos, tras un recorrido de varios kilómetros. Un acontecimiento religioso con ciertas similitudes con la Peregrina alicantina.

Una mejora pasajera del tiempo me permite ver el Grand Bassim

En cualquier caso, lo más famoso de Mauricio y el motivo de haberse convertido en un destino turístico importante son sus playas, la mayoría de ellas privatizadas por lujosos hoteles y resorts, donde abundan las instalaciones deportivas y acuáticas. Yo me hospedo en el hotel Veranda para visitar el norte de la isla, y en el Heritage, para recorrer el sur. Ambos son muy recomendables y en el primero de ellos tengo la suerte de que la relaciones públicas es española, con lo que me orienta sobre muchos aspectos de la isla.

El pescado de Mauricio destaca por su llamativos colores

De mis cinco días en Mauricio, tres los dedico a recorrer la costa y algunas de sus playas más destacadas. Mi peor recuerdo de Mauricio es el del último día, que reservo para visitar su playa más famosa, Morne Bravant. La mañana no puede amanecer peor, con una lluvia fina y escasa visibilidad que me acompaña todo el día hasta el punto que me impide ver la gigantesca roca que domina esta playa de aguas cristalinas convertida en la postal de la isla. Una pena pero el factor del tiempo hay que tenerlo en cuenta en este país ya que las lluvias son abundantes.

Playa del sur de Mauricio

TODAS LAS IMÁGENES: MANUEL DOPAZO