El parque de atracciones de Tívoli, en Copenhague, el más antiguo del mundo

No he visto nada igual en todo el mundo. Voy caminando por entre multitud de variedades de hachís y marihuana a la venta en numerosos locales. En los alrededores, observo la presencia de bares y terrazas, con personas de distintas edades que consumen drogas blandas sin el más mínimo reparo. No, no es una actividad clandestina, se lleva practicando más de 40 años y es el mayor mercado de compraventa de derivados del cannabis del mundo. Tampoco se encuentra en un lugar perdido o remoto. Estos comercios y bares forman parte de un barrio con casi un millar de vecinos ubicado muy cerca del centro urbano de Copenhague, en Dinamarca, y es la segunda atracción más visitada de todo el país. Se trata de Christiania, un lugar sin parangón en todo el planeta.

Llamativo edificio a la entrada de Christiania

Junio de 2013. Estoy en Copenhague, reconocida por distintas encuestas como una de las ciudades con mayor calidad de vida. Ya estuve aquí hace 24 años pero fue una visita en un tour colectivo que me dejo con muy mal sabor de boca ya que no tuve tiempo apenas para nada. Ahora es muy distinto, pues voy a estar cinco días. El tercer día reservo toda la mañana para visitar Christiania, sin duda, la zona más polémica de la ciudad, ensalzada por unos como una comunidad donde la utopía de una sociedad libertaria se ha hecho realidad, y denostada por otros, que la tachan de símbolo del vicio y el libertinaje. El resultado de estas filias y fobias es que este barrio se ha convertido hoy en día en la segunda atracción más visitada de toda Dinamarca, sólo por detrás del parque de atracciones de Tívoli, el más antiguo y uno de los más famosos del mundo. Christiania es mucho más joven, aunque ya cuenta 44 años, puesto que fue constituida en 1971, en plena efervescencia del movimiento hippie.

Vecinos del barrio libertario de Christiania

Me dirijo hacia “Christiania”, un nombre que parece aludir a una secta religiosa pero que sólo responde al lugar donde se encuentra, denominada la zona del Puerto de Cristián, un canal que conecta con el puerto y que marca el límite del centro urbano. Hago el recorrido a pie desde el centro de la ciudad y me planto en ella en apenas 30 minutos. Atravieso un pequeño arco existente a la entrada y ya me encuentro en la “ciudad libre de Christinia”, como la llaman sus vecinos. Un territorio que presume de tener sus propias normas y reglas al margen de Dinamarca y de la Unión Europea, hasta el punto de que al salir de la zona un cartel advierte que “usted vuelve a entrar en la UE”, y hacen muy bien en avisar “por lo que pueda pasar” en relación a las drogas blandas.

Los gtafitis decoran las fachadas de los antiguos pabellones militares en Christiania

Comienzo a recorrer una especie de zona ajardinada que conecta con un gran parque con un canal incluido. Lo primero que me llama la atención es que los coches están prohibidos y que el único vehículo permitido es la bicicleta. Me informo, por una guía, que tiene una extensión de casi 350.000 metros cuadrados, constituidos por unos viejos cuárteles militares y sus terrenos anexos, que fueron “okupados” en 1971, un año después de quedar sin uso al ser abandonados por el ejército. Durante todo mi recorrido me tropiezo con carteles con las únicas tres cosas que, según sus vecinos, están prohibidas en Christiania: portar armas, la violencia y consumir drogas duras. A esto añado yo, además, el de hacer fotografías en las áreas más “comprometidas”.

Una de las viviendas de Christiania, cerca del centro de Copenhague

Abandono la zona verde y me dirijo hacia el área urbana. Subsisten los antiguos pabellones y naves militares aunque adaptados a la nueva situación y con sus fachadas repletas de coloristas grafitis. En los grandes espacios entre pabellones compruebo la existencia de distintas viviendas, todas diferentes, unifamiliares y que parecen construidas artesanalmente. Muchas de ellas destacan por sus llamativos colores, su original decoración exterior y sus grandes murales, entre los que no faltan algunos de marcado acento político como el dedicado al movimiento zapatista de Chiapas. Un residente me indica que todas las casas son en régimen de alquiler y que, por tanto, no se pueden comprar. Por todo este recorrido hago algunas fotos porque ni hay indicaciones que lo prohíban ni nadie me pone reparos.

Mural en Christiania alusivo al movimiento zapatista de Chiapas

Dejo para el final la zona más visitada de Christiania, la que acoge la calle principal, una plaza pública, la zona comercial y la de ocio. Aquí ya aparece el veto a las imágenes e incluso uno de los vecinos me ruega que me guarde la cámara. La explicación es muy sencilla: voy a entrar en el mayor mercado de compraventa de derivados del cannabis del mundo. Su nombre ya es revelador, se llama Pusher Street, algo así como “la calle del traficante” o del “camello”. No, no es ninguna broma puesto que, según cálculos oficiales, en este lugar se comercializan al año unos 150 millones de euros. Hay varias decenas de locales en los que se vende libremente múltiples variedades de hachís y de Marihuana. Cualquier mayor de edad puede adquirirlo sin traba alguna.

El barrio ácrata está vallado y delimitado en todo su perímetro aunque es de libre acceso

Para los que piensen que pueden atiborrarse de yerba, les recuerdo que una vez abandonen el territorio de la “ciudad libre”, vuelven a regirse por las leyes danesas, que prohíben el consumo de todo tipo de drogas. Por lo tanto, mucho cuidado al respecto. Casi no puedo creerme, mientras recorro el lugar, que estos vendedores te ofrezcan libremente un producto que, de hacerlo en casi cualquier otro lugar del mundo, les reportaría fuertes multas, condenas de prisión e incluso, en algunos países, hasta la muerte.

Hay calles enteras habilitadas para aparcamiento de bicicletas

Pero las facilidades no acaban aquí, en los alrededores de los locales de venta hay bares y cafeterías con salas especiales para el consumo de cannabis y así lo delata el tufillo que se aprecia por toda la zona. No falta, en esta singular zona comercial, las tiendas de regalos y souvenirs con recuerdos del lugar, algunos de ellos elaborados artesanalmente por sus moradores. Tampoco faltan los restaurantes, todos ellos con precios bastante asequibles para los altos precios daneses, lo que explica la gran clientela que tienen.

La mitad de la población de Copenhague va al trabajo en bicicleta

Completo mi visita consciente de que se trata de un lugar único, un rincón libertario que ha atravesado muchos problemas y conflictos con las autoridades danesas, que han estado a punto de truncar la experiencia, pero que en los últimos tiempos parece que se afianza tras la decisión de sus moradores de adquirir los terrenos, propiedad del Estado, habiendo comprado ya una parte de los mismos.

Lo tradicional.....

Otro aspecto que llama la atención nada más llegar a Copenhague es el de las bicicletas, hasta el punto de que ha sido calificada como la ciudad mejor del mundo para circular en bici, y ello gracias a sus casi 400 kilómetros de carril-bici, perfectamente delimitado y separado tanto del carril para vehículos motorizados como de las aceras para peatones. Me quedo perplejo cuando paso por algunas calles céntricas convertidas en auténticas zonas de almacenaje de este medio de transporte hasta el punto de que me resulta difícil poder transitarlas. No es ninguna exageración ya que son utilizadas para sus desplazamientos por la mitad de los trabajadores y estudiantes de la ciudad. Las facilidades para las bicicletas son tales que en los trenes hay vagones y áreas especiales para su transporte sin cargo e incluso en el metro ves a gente cargada con ellas sin que se les pongan problemas.

Y lo moderno

No le falta a la ciudad el tradicional y turístico cambio de guardia, menos espectacular que el de Londres pero también con mucho gancho turístico. Y para tomar copas uno de los sitios ideales es la zona del Puerto Nuevo (Nyhavn), con su encantador puerto de embarcaciones antiguas y sus bellos y coloristas edificios. Eso sí, Hay que fijarse siempre antes en la lista de precios ya que te pueden pegar un sablazo hasta por una caña.

El barrio del Puerto Nuevo (Nyhavn)

Hay muchos otros atractivos en la ciudad, especialmente por todo el centro, que está repleto de edificios y rincones con encanto, por lo que resulta obligado recorrerlo a pie. En cuanto a Tívoli, conjuga la diversión de cualquier parque de atracciones con bellos jardines y paseos, especialmente vistosos con la iluminación nocturna. Por supuesto no debe pasarse por alto la cita con la Sirenita, el símbolo de la ciudad, algo alejada del centro pero que espera a todos los turistas sobre una roca para posar amablemente con ellos.

La Sirenita es el símbolo de Copenhague

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO