Es la imagen idílica de las playas paradisiacas, con su arena blanca de coral, bordeadas por la sombra de los cocoteros, totalmente vírgenes y desiertas, y con arrecifes repletos de peces multicolores. Ideales para perderse lejos del mundanal ruido. Además, no las verás anunciadas en ningún catálogo de viajes, ni ninguna compañía aérea europea vuela hasta ellas, por lo que se pueden considerar como las playas más salvajes y perdidas del planeta. Aquí vamos a descubrirlas y explicar cómo llegar a ellas, así como sus pros e incluso sus contras, que también los tienen.

Una de las paradisiacas islas de Comoras

Mayo de 2017. Me encuentro en Comoras o Comores, unas islas perdidas en el océano Índico, el mismo que baña otros famosos destinos turísticos de playas como Seychelles, Mauricio y Maldivas. No es fácil llegar hasta aquí por las escasas conexiones aéreas, efectuadas por escasas compañías africanas. Yo en concreto lo he hecho con Air Madagascar, que suele volar un par de veces a la semana, pero sin días ni horarios predeterminados. En España sólo alguna agencia especializada en África incluye en su catálogo viajes a Comoras.

Vista aérea de un tramo del litoral de la isla Gran Comora

El único aeropuerto de la isla principal, Gran Comora, donde se encuentra la capital del país Moroni, es muy pequeño pero no hace falta más, ya que según las estadísticas, este país se incluye en la decena con menos turismo del mundo, ya que no alcanza los 15.000 visitantes al año. La isla tiene poco más de 60 kilómetros de larga y 20 de ancha y en su parte central destaca la colosal presencia de un volcán que supera los 2.300 metros de altura.

La encantadora playa de Maloudja

El visado lo obtengo sin ningún problema en el aeropuerto, previo pago de 30 euros. Primera sorpresa: veo al salir del aeropuerto una joven con un cartel del hotel en el que he hecho una reserva. Me identifico y me dice que suba a un todo terreno. Me acompaña otro pasajero y, segunda sorpresa, resulta que, por una de esas remotas casualidades, ¡es español!, cuando el número de visitantes españoles a Comoras se cuentan casi con los dedos de la mano. Me dice que es de Almería aunque reside desde hace bastantes años en Inglaterra y que viene a este país en viaje de negocios relacionado con el tratamiento de residuos. Sólo unas horas después descubriré, por desgracia, que las empresas de este ramo son las que más futuro tienen en Comoras.

Canoas nativas y chiringuito con bebidas alcohólicas en la playa de Itsandra

Llegamos al hotel, a 15 kilómetros del aeropuerto, un resort junto al mar muy cerca de Moroni, la capital, y uno de los dos únicos hoteles en toda la isla que reúne las condiciones mínimas requeridas a un alojamiento de nivel internacional. Aunque en Comoras es prácticamente un hotel de lujo, dada la escasez y precariedad de alojamientos, en España no sobrepasaría la categoría de un aceptable tres estrellas. Las tarifas son desorbitadas, 100 euros por habitación individual con desayuno.

Anochecer en la costa del Retaj Resort

Tercera sorpresa: al llegar al hotel me dicen que el traslado desde el aeropuerto son 20 euros. Les respondo que no he contratado el servicio, que me había invitado la empleada del hotel a subir al vehículo sin advertir nunca del coste, y que muchos hoteles de todo el mundo incluyen en sus tarifas los traslados gratuitos al aeropuerto. Al final, tras una breve discusión, el gerente del hotel reconoce que el traslado sólo lo había contratado el otro español y que a mí no se me informó del coste, por lo que yo tenía razón y se me elimina el cargo de 20 euros.

Playa de la localidad de Itsandra

Lo primero que hago tras dejar el equipaje en la habitación es dirigirme al centro de Moroni para cambiar moneda. No hay oficinas de cambio y los bancos son escasos y muy concurridos por lo que me armo de paciencia y me pongo en cola durante casi una hora. Comoras fue una antigua colonia francesa que obtuvo la independencia en 1975, por lo que la lengua más común junto a la local es el francés. La moneda, además, se sigue llamando el franco, aunque el euro lo aceptan en casi todas partes.

Mezquita y puerto pesquero de Moroni, la capital de Comoras

Al día siguiente, con la única guía escrita en español existente de Comoras, y que apenas es un anexo de la que Lonely Planet dedica a Madagascar, contrato los servicios de un taxi, único medio de transporte para poder recorrer la isla. Eso sí, hay que advertir que los taxis son colectivos, y acogen hasta que se llenan a todos los pasajeros que les hacen alto y cuyo destino coincide con el recorrido del taxi. Cuando me quedo como único ocupante del taxi negocio con el conductor un recorrido privado por algunas de las playas más destacadas de la isla. No es difícil llegar a un acuerdo y lo contrato toda una mañana por 25 euros.

Niños en la playa de Mitsamiouli, una de las más grandes de la isla

En toda la isla, según la guía de Lonely Planet, hay alrededor de una decena de playas de blanca arena coralina, casi todas ellas de pequeño tamaño y delimitadas por acantilados y negras áreas rocosas que revelan su origen volcánico. Pronto constato que las excelentes referencias que tenía sobre las playas de Comoras son ciertas y están justificadas. Me quedo boquiabierto cuando llego, en el Norte de la isla, a Maloudja, la imagen perfecta de lo que te imaginas como un rincón paradisiaco para desconectar del mundo. Y es toda para mí, ya que está totalmente desierta.

La playa de Maloudja es posiblemente la más atractiva

Un denso campo de cocoteros, algunos de ellos inclinados como queriendo alcanzar las transparentes y frescas aguas, dan paso a una amplia zona de marfileñas arenas de coral, que penetran en unas remansadas y prístinas aguas de fondos blancos salpicados de arrecifes pletóricos de peces multicolores. No me resisto a la tentación y me zambullo en unas refrescantes aguas, ideales para combatir los 31 grados de calor húmedo y tropical que se alcanzan en las Comoras durante esta época del año.

Rocas volcánicas rodean la playa de Maloudja

Sólo a lo lejos, en el horizonte marino, acierto a ver un pescador en una canoa a remo. Allí estoy con este rincón del edén todo para mí. A falta de tumbonas y de otro mobiliario, me tumbo bajo la sombra de los cocoteros, apoyado en el tronco de uno de ellos, plenamente relajado. Luego doy un paseo recorriendo el perímetro de la playa. De todas las playas que visito está es la ideal para mí. En las cercanías hay un pequeño resort-hotel aunque en la actualidad se encuentra cerrado.

Ngalawa es otra playa destacada en cuyas cercanías hay un hotel casino actualmente cerrado

Tras el refrescante relax reemprendo la ruta y en apenas unos kilómetros llegamos a otra playa también precedida de gran fama. Se llama Ngalawa y una barrera metálica cierra el acceso rodado hasta la misma por lo que los últimos doscientos metros hay que hacerlos a pie. Un gran acierto porque evita que los vehículos lleguen hasta la misma arena. Esta playa es de las mismas características pero más grande que la anterior y con un pequeño tramo de arena recubierta de una alfombra vegetal natural. Está igualmente desierta y su amplia superficie totalmente expedita con tan solo dos rústicas canoas como única presencia.

Canoa artesanal en la playa de Ngalawa

Recorro durante un par de días varias playas de la isla también bonitas, una de ellas al Sur y otras dos en el Este. Cualquiera de ellas cumple a la perfección el papel de trasladarte a un mundo perdido e ideal pasa desco0nectar de la ansiedad y el estrés. Con tan mínima presencia de turistas es obvio que los alojamientos escaseen. En realidad sólo hay dos establecimientos de nivel medio-alto en toda la isla. Uno es el Retaj Moroni, en el que me hospedo, a un par de kilómetros al Sur de la capital, y el otro es el resort Itsandra, junto a una minúscula playa situada a apenas 10 minutos al norte de la ciudad. No es un gran obstáculo ya que desde ambos hoteles puedes desplazarte hasta las mejores playas en taxi por un máximo de diez euros y concertar el regreso unas horas más tarde por la misma cantidad. Por supuesto que también puedes recurrir a un taxi del hotel pero te costará el doble, como mínimo.

Vista aérea de la playa de Itsandra

Ambos hoteles reúnen las comodidades mínimas necesarias, con piscina, gimnasio y restaurante con diversidad de platos donde destacan exquisitos pescados. El restaurante principal del hotel Retaj se encuentra en una terraza cubierta pero sin cerramiento lo que permite disfrutar de la brisa marina pero también tiene sus inconvenientes: cuando durante el desayuno me levanto para acercarme a la máquina del café con leche y vuelvo a mi mesa, varios pajaritos, similares a los gorriones, están picoteando con fruición mis cruasanes. Una imagen encantadora pero que me obliga a reponer la bollería.

Vendedora de pescado con la típica crema amarilla en la cara

De todo lo dicho podría parecer que las Comoras son lo más parecido al paraíso en la Tierra, y así lo he podido leer en algún comentario escrito en internet por alguien que, seguro, no ha puesto un pie en las islas. Este pequeño archipiélago situado entre el océano Índico y el canal de Mozambique tiene también sus aspectos negativos de los cuales el más lamentable es el de la higiene. Es lo primero que aprecio en cuanto salgo del hotel y enseguida deduzco que el almeriense con el que compartí el traslado desde el aeropuerto tiene muchas posibilidades de negocio en las islas ya que el tratamiento de residuos es, sin duda, la mayor y más urgente necesidad.

Los mercados en Moroni son muy precarios aunque con mucho colorido

Sólo los dos resorts y las playas turísticas se libran de esta lacra que han convertido amplias zonas de la capital y su entorno en estercoleros. Pese a que existe un servicio de limpieza, al menos veo algún camión para la recogida de basuras, los montones de desechos orgánicos se acumulan por numerosas partes de la ciudad, especialmente junto a los mercados, y hasta el borde del mar se utiliza como vertedero. El ejemplo más sangrante es el embarcadero donde se descarga la pesca, y cuyo firme es un auténtico basurero.

Llegada del pescado en un embarcadero repleto de desperdicios

Los dos grandes mercados de la capital, tanto el antiguo como el nuevo, llamado Volovolo, son higiénicamente inadmisibles, con el suelo de tierra embarrada y con los productos sobre el fango, a veces incluso sin protección alguna. El no va más es el mercado de pescado, con paredes mugrientas y puestos inmundos donde miríadas de moscas se agolpan sobre las grandes piezas de pescado que se venden al corte. He visitado múltiples mercados en países muy pobres de África pero pocos tan desagradables.

Las instalaciones del mercado nuevo de Volovolo dejan mucho que desear

Además, las Comoras han sido unas islas con una gran inestabilidad hasta el punto de contabilizarse una veintena de golpes de Estado, algunos de los cuales triunfaron, desde su independencia en 1975. Afortunadamente, en la actualidad la situación parece estabilizada. El archipiélago lo forman cuatro islas pero una de ellas, Mayotte, ya ha decidido hasta en tres plebiscitos, mantener sus lazos con Francia, lo que provoca las fricciones de Francia con el gobierno Comoras, que la considera parte irrenunciable de su territorio. Esta situación provoca ciertos recelos de la población con los franceses.

Un cartel en Moroni reivindicando la colonia francesa de Mayotte

Comores es un país islámico, aunque tolerante,y el alcohol se puede conseguir en las tiendas de comerciantes y restaurantes indios o chinos sin ningún problema. También en los chiringuitos de algunas playas puedes tomarte un aperitivo con cerveza o cualquier bebida alcohólica, incluida el whisky. Los hombres suelen ser muy amables con los turistas. Las mujeres visten con ampulosos vestidos estilo chiromani de colores chillones y muchas de ellas se embadurnan la cara con una pasta amarillenta hecha de sándalo y coral. La mayoría de mujeres es reacia a las fotografías, aunque hay excepciones.

Una mujer con la cara cubierta con la crema típica en el mercado de Moroni

Además de las playas hay poco que visitar en Comores. Si acaso la mezquita del Viernes, en Moroni, situada frente al mar y muy cercana al puerto. Al atardecer, con los últimos rayos de sol sobre las barcas y su fachada, es el mejor momento para contemplarla. En alguna guía se destaca el barrio antiguo de Moroni, que equiparan con la Ciudad de Piedra de Zanzíbar, pero no es cierto. Está muy deteriorado, las estrechas calles tienen las paredes negruzcas y las tallas de las puertas no son tan relevantes.

Venta de vestidos de mujer en un cutre escenario

En definitiva Comoras puede ser un paraíso perdido si tu viaje es para desconectar y se limita exclusivamente a sus playas vírgenes y desiertas, con todos los servicios de comida y alojamiento en uno de los dos resorts de la isla. La conexión aérea hasta Moroni la puedes hacer principalmente vía Kenya Airways, Air Madagascar y alguna otra compañía aérea africana. El precio más barato ronda entre los 800 y los 950 euros y la mejor época para viajar allí es entre finales de abril y junio, que es temporada baja y de menos lluvias.

Algunos nativos visten una indumentaria típicamente musulmana

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