No sólo viven en parajes escondidos donde Cristo perdió el zapato, es que, además, necesitas una autorización especial para llegar allí. Cuando ya por fin salvas todos los obstáculos resulta que está “terminantemente prohibido” hacerles fotografías por orden expresa gubernamental. Son las mujeres bonda, una de las tribus con la indumentaria más llamativa y peculiar del mundo. Esta es la crónica de cómo conseguir llegar hasta su territorio y lograr plasmarlas en imágenes incluso con su beneplácito.

Una mujer bonda con sus mejores galas

Febrero de 2016. Me encuentro en La India y más concretamente en Visakhapatnam, al Este del país. Me dirijo a la estación de tren para un trayecto de casi seis horas y 20 paradas a Koraput, un valle entre las montañas al sur del Estado de Orissa, un área tan aislada que ha permitido que las tribus de la zona conserven gran parte de sus hábitos y tradiciones ancestrales. No he tenido más remedio que recurrir a una agencia de viajes, en concreto a Heritage Tours, para tramitar el permiso gubernamental que necesitas si quieres acceder a esta zona de La India. La propia agencia me remitió por correo electrónico la reserva del tren que, sin yo pedirlo, era de primera clase. Me informo de la vía del tren y a un revisor uniformado que veo en el andén le muestro la reserva. Ante mi sorpresa me dice que este tren no tiene primera y me indica que suba en un vagón próximo. Cuando me asomo al mismo alucino en colores: está hasta los topes de personas y bultos. Imposible encontrar un asiento.

Las mujeres bondan han preservado su indumentaria secular

Como no me apetece pasarme tantas horas de pie, decido buscar en otros vagones. Cuando ya estoy casi resignado de que el viaje va a ser una paliza descubro, con sorpresa, un vagón casi vacío, y sin pensarlo dos veces allí me quedo con mi maleta. El tren es de un modelo que en Europa sólo los ves en los museos pero no me quejo porque en La India los he visto peores. Por supuesto que cuando se fabricó no existía el aire acondicionado. En su lugar hay muchos ventiladores pero ninguno funciona. No obstante debo admitir que no paso calor durante todo el recorrido porque con las ventanillas abiertas y el ascenso a territorios de montaña el airecillo es agradable.

Mujeres bonda ofrecen collares a una turista

Cuando llega el revisor, el mismo del andén, me pide el billete y, claro, lo que me temía, me dice que no estoy en mi sitio. Le vuelvo a insistir que en mi reserva pone primera clase y al final acepta que me quede donde estoy, cosa que celebro sin ningún disimulo. El tren viaja muy lento porque no da para más y porque discurre por unos parajes de montaña con numerosas pendientes. El paisaje es soberbio, con una ligera bruma entre arrozales aterrazados y atareados campesinos.

Las bonda son famosas por su colorista y atiborrado atuendo

Para visitar a las mujeres bonda y a las demás tribus tenía dos opciones. La primera y más trillada es la de hacer un circuito turístico en bus, que es el que efectúan la totalidad de agencias de viajes, con paradas y pernoctaciones en los mismos lugares. Se visitan unas aldeas que llevan bastantes años recibiendo a los turistas y que han perdido gran parte de su autenticidad. La otra opción, que es la que he escogido, es apuntarme a una nueva experiencia de ecoturismo, llamada Desia, y creada por Heritage Tours en colaboración con las comunidades tribales de la zona, lo que permite a las mismas participar de los beneficios económicos del turismo.

Un vigilante se interpone para impedirme la foto

Por fin llego a mi destino y en la misma estación me espera un empleado de Desia que me traslada en vehículo hasta el centro comunitario, que consta de tres edificaciones, construidas por personal de las tribus locales y con los mismos materiales que emplean en sus construcciones. Dos de los edificios cuentan con tres habitaciones cada uno para el alojamiento, y el otro para la cocina y el comedor. Mi habitación es amplia, limpia, y con cuarto de baño. Eso sí, ni wifi, ni internet. Durante los cuatro días que voy a estar aquí viviré prácticamente incomunicado ya que aunque hay conexión telefónica resulta muy cara.

Una mujer bonda con la indumentaria original al completo

Por las mañanas hace fresco hasta el punto de necesitar una prenda de abrigo hasta que sale el sol, ya que estamos en invierno y en una zona montañosa. El desayuno es excelente, con una tortilla, frutas, mermelada y tostadas, entre otras cosas y no falta el café, que como en muchos casos por estos lares, es instantáneo. El tercer día de mi estancia es el que tengo programada la visita al mercado semanal de una aldea donde acuden las mujeres bonda, el gran atractivo de este viaje. Las bonda habitan en villas remotas y bajan a esta localidad para vender en el mercado semanal una especie de vino que extraen de los cocoteros y el arroz.

Una mujer bonda con el catador de los vinos que vende

Cuando nos estamos acercando al poblado ya el guía de Desia me advierte que las fotos están prohibidas y que lo mejor que puedo hacer para evitar problemas con la vigilancia es dejarme la cámara en el coche o guardarla en una bolsa para no llevarla a la vista. A la entrada del pueblo veo la primera mujer bonda con su llamativo atuendo y tengo que resistirme para no intentar disparar la cámara desde el interior del coche.

La industrialización es un término desconocido en estos lares

He visto numerosas tribus a lo largo y ancho del mundo pero la indumentaria de las mujeres bonda es de las más originales. Llevan la cabeza rapada y el busto desnudo, cubriéndose ambos con grandes collares de cuentas de llamativos colores, mientras que la parte del abdomen se la cubren con una burda prenda de tela, especie de taparrabos, aunque ya algunas han adoptado un vestido convencional para dar una imagen más pudibunda en los mercados. El atuendo lo remata una pequeña capa, así como unos collares de gruesos tubos de aluminio y unos pendientes en forma de aro con colgantes. Muchas de ellas también tienen un tercer pendiente en el lado derecho de la nariz. Estar allí y no poder captar imágenes me parece una auténtica tortura.

Mujeres trabajando en un arrozal

La aldea está atiborrada de vendedores ambulantes por lo que dejamos el vehículo a la entrada y opto por bajar con la cámara aunque guardada en una bolsa. Apenas doy unos pasos y un joven que se dice controlador de las visitas me reitera la prohibición de fotos, pero ante mis quejas me comenta que si me espero a que la afluencia en el mercado se reduzca “yo mismo te puedo facilitar que hagas algunas fotos de las mujeres bonda en los accesos al mercado y en lugares discretos”. Era lo que me temía, y es que algunos listillos, aprovechando las circunstancias, obtienen un sobresueldo a base de propinas por permitir a los visitantes obtener algunas imágenes.

Las mujeres se ocupan de obtener la leña para el fuego doméstico

Decido hacer un recorrido para ver el mercado y tantear el terreno y compruebo que las mujeres bonda son una escasa minoría, que no llegan a las 50, y que venden sus bebidas alcohólicas entre una multitud de puestos de venta de todo tipo de frutas y verduras, así como baratijas y utensilios de cocina. Luego me entero que los hombres bonda son muy aficionados a empinar el codo hasta el punto de que hay bastantes casos de adicción al alcohol.

El transporte se sirve a menudo de vehículos rudimentarios

Paseando por el mercado se me acerca una mujer bonda, que luce sus mejores galas, y sin más rodeos me pide una fotografía a cambio de una propina. Sin pensármelo dos veces saco la cámara y disparo a toda prisa, una décima de segundo antes de que se interponga un vigilante. Le explico que me ha pedido la foto y me insiste que ni por esas, que “fotos no”. Sigo mi recorrido y me tropiezo con un grupo de cuatro turistas más, que serán los únicos que veré en toda la mañana. Veo que van acompañados de un guía y media docena de mujeres bonda y les sigo a distancia. Nada más salir del circuito del mercado compruebo que comienzan a sacar fotos a discreción sin ninguna cortapisa por parte de vigilantes ni guías, así que espero a que terminen y cuando las mujeres van de regreso al mercado las llamo para hacer lo propio. Posan gentilmente y aprovecho que no hay intrusos para disparar la cámara. Cuando termino me reclaman un propina que les doy y que me agradecen con amplias sonrisas.

Los mercados semanales son grandes muestras de vida y color

Ya casi al mediodía la afluencia al mercado se reduce y hasta los vigilantes parecen haberse cansado. En esta tesitura me acerco a un gran solar en un extremo del mercadillo, que es la zona de la venta de alcohol y donde se concentra la gran mayoría de los bonda. Consigo encontrar un rincón discreto desde donde poder sacar imágenes con el teleobjetivo sin que lo noten. Son las únicas que obtengo sin autorización de la propias mujeres, pero es que prácticamente he agotado mis reservas para propinas. Se hace la hora de comer así que, no sin cierta pena por abandonar tan bello espectáculo, me dirijo al aparcamiento improvisado a las afueras de la aldea, donde me espera el conductor para regresar a Desia.

En las montañas de Orissa hay otras tribús muy interesantes

Cuando llegamos ya está la mesa puesta en una terraza cubierta. Las cocineras son todas mujeres de las tribus locales que han sido debidamente aleccionadas y que preparan platos tradicionales de la zona con muy buen gusto y, además, sin picante, que es lo primero que dije al llegar a Desia a preguntas sobre mis gustos gastronómicos. La comida de hoy consta de sopa de verduras, coliflor rebozada, pollo en salsa, arroz de guarnición y postre, acompañado de cerveza. No exagero al decir que esta comida, al igual que todas las demás durante mis cuatro días de estancia en Desia, está sabrosísima.

Tribus como los paraja, mali y harisan son también llamativas

A lo largo de los tres días restantes se visitan otros mercados semanales de distintas tribus, como los parijan, haraja, mali y otras, también muy llamativas y aunque no sean tan espectaculares como los bonda, deparan un gran espectáculo de vida y color con sus vistosos vestidos y variada bisutería. En los mercados te sumerges en el túnel del tiempo, con sistemas de pesas y medidas ancestrales que en Occidente han quedado relegados a los museos.

Otra de las tribus de las montañas de esta zona de La India

Recabando información al respecto me entero que la prohibición gubernamental de fotografías a las mujeres bonda es consecuencia de la falta de escrúpulos de alguna agencia turística que ha intentado conseguir clientela a base de sensacionalismos tales como la visita a mujeres desnudas y prácticamente salvajes. Tales reclamos ya se han suprimido pero han deparado un gran daño a las tribus de la zona.

En toda la India la mujer tiene una gran debilidad por el oro

La gran ventaja de Desia, con respecto a otras agencias de turismo, es que tiene su centro de operaciones en las mismas montañas de las tribus, y en un área virgen que apenas ha sido hollada por los turistas, por lo que todo es aún auténtico. Los circuitos tradicionales, por el contrario, que se vienen efectuando desde hace más de 20 años, han perdido toda su autenticidad y sabor. En Internet, la clientela de Tripadvisor, como se puede constatar en su página web, ha calificado con la máxima nota esta iniciativa de ecoturismo que yo ratifico plenamente.

Todas las tareas, incluyendo la alfarería son artesanales en esta zona perdida de La India

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO