Esa noche llovió, llovió, y llovió. No podía dormirme. Escuché durante un buen rato el sonido de la lluvia, su incesante taconeo contra las baldosas de la terraza.

La rabia encierra, tras de sí, una gran tristeza. Este mundo no es como esperaba. Pensaba que podríamos hacer más. Que podríamos transformar la cosas. Que la unión hacía la fuerza y que el amor era el motor que todo lo mueve. Pensaba todo éso hasta que desperté abruptamente al ver cómo la Unión Europea, un supuesto modelo de justicia y unidad, se quedaba de brazos cruzados ante la gestión de los refugiados de la guerra de Siria. Ahora ya no sé qué creer.

Estoy cansada de escuchar que no es tan fácil como parece. El problema, bajo mi punto de vista, es de una simpleza aplastante; o ayudas, o no. Falta valor para tomar decisiones. Es más cómodo dar largas y escurrir el bulto. La ignorancia, la cobardía y la falta de generosidad hacia los demás proliferan a diario, como proliferan las setas en los bosques de la Cerdanya.

Se habla por hablar y se escucha poco. Los políticos, los tertulianos y los divulgadores científicos, nos sueltan su discurso aprendido. La ciudadanía reacciona creyéndose a pies juntitas esos mensajes y crea bandos. Algunos, los que poseen pensamiento crítico y saben que no existen las verdades absolutas, no caen en esa trampa. Los más evolucionados se ponen manos a la obra y ayudan todo lo que pueden y más. Esa minoría de ciudadanos, en solitario o representados por algunas organizaciones no gubernamentales, ponen parches allí donde los gobiernos no quieren mirar. Son los héroes no reconocidos de nuestra sociedad.

Es triste que la Unión Europea, el organismo que debería velar por el bien común de todos los europeos y los gobiernos que la representan no estén a la altura de las circunstancias actuales.

Pongamos un ejemplo: la organización pro actica open arms (www.proactivaopenarms.org) está salvando a miles de personas de una muerte casi segura en el mediterráneo y los gobiernos se limitan a mirar de brazos cruzados, y a darles palmaditas en la espalda.

¿De verdad interesa la vida de los refugiados?

¿Interesa luchar por el bien común, la salud, o la educación de los niños que no sean los de uno mismo?

¿Interesa el cambio climático y sus devastadores efectos, hoy día ya visibles y palpables en muchas partes del mundo?

¿Interesa el fin de la violencia, el cese de las guerras, y que la guerra en Siria acabe de una maldita vez?

¿Importa el destino de los refugiados, no sólo los resultantes de la guerra en Siria sino el de los millones de hombres, mujeres y niños que están a la deriva como consecuencia de otros conflictos bélicos o medioambientales?

¿A alguien le importa que las abejas y las mariposas estén en proceso de extinción junto con otros cientos de especies de insectos, animales y plantas?

La respuesta a todas estas preguntas es que no lo suficiente. Es así de duro.

Los refugiados no interesan lo suficiente, y tampoco nosotros, no nos engañemos. Nosotros podríamos ser ellos perfectamente, y tampoco interesaríamos lo suficiente a nadie. Así que como ciudadanos estamos más desprotegidos de lo que creemos. No sé vosotros pero yo necesito recuperar la confianza en la Unión Europea y en los gobiernos que están siendo cómplices de esta terrible e incalculable tragedia humana.

Puede que los partidos de izquierda pongan algo más de voluntad en solucionar los problemas de la ciudadanía pero no creo que ningún partido político tenga fórmulas mágicas, y veo que en vez de colaborar entre ellos prefieren perder el tiempo enzarzados en una patética lucha de poder. ¿No se han enterado de que estamos en la era de la colaboración y que la era de la competición, el materialismo industrial debería ya ser historia?

Hoy día, o colaboramos unos con otros, o perecemos. Es así de simple y de claro. Bien, pues hay gente que aun no lo ha pillado.

Como para echar una cabezadita. Aquella noche hubiera podido freír dos huevos y desayunarlos en la cama a las 3h de la mañana. Y lo peor del asunto es que no fue una noche aislada. ¿Quién no ha pasado alguna noche en vela dándole vueltas a las decenas de preguntas que nos invaden? Y que podemos resumir en dos fundamentales: ¿Quiénes somos y hacia dónde queremos dirigirnos como sociedad?

Dicen que el hígado es el órgano donde se concentra la rabia y la frustración, así que para evitar que me explotara me cogí las gafas de buceo y fui a compartir mis preocupaciones con los peces de la playa del Canadell. Es un milagro que sigan ahí. No es la primera vez que lo hago. A veces creo que me entiendo mejor con los animales y las plantas que con las personas.

Los peces, muy deleuzianos, me dijeron que lo primero, me relajara, que me deshiciera de mis ideas, y de todo lo aprendido. Me invitaron a respirar más profundo, hinchando bien el abdomen, sin miedo a enseñar la barriga. También me dijeron que, a veces, hay que ser capaz de ver la luz entre las rocas.

Luego me mostraron muchos tipos de peces diferentes. "¿Ves? –preguntaron–. Fíjate bien y podrás distinguirlos y así no los meterás a todos en el mismo saco. Algunos se esconden porque temen ser devorados –aclararon–, otros dan la cara pero no por ello son mejores, simplemente son los defensores de las colonias. Les ha tocado ese papel."

Los que se escondían tenían colores más apagados y se confundían con las rocas y la arena. Los otros lucían colores llamativos y llevaban la alegría a aquellas aguas.

Un pez grande con dos rayas una negra y otra amarilla me preguntó que quién era. Eso me hizo cuestionar mi propio papel en la sociedad. Tal vez yo fuera un buen soldado y en cambio he decidido ser artista. ¿Puede uno ser un artista soldado? Me vinieron a la cabeza personas que desde su pequeño nicho trataron y tratan de cambiar las cosas y que utilizaron y utilizan el arte y la música como arma de construcción masiva. (Audrey Hepburn, Bono, Bob Geldof, los Pink Floyd, Joan Baez, Joni Mitchel, o Patty Smith entre otros). No oso compararme con tales celebridades pero al menos pueden ser una buena referencia.

Tal vez haya políticos que deberían ser artistas y artistas que deberían ser políticos.

Ví varias estrellas de mar de un color rojo intenso, casi tan rojo como los tomates marinos. Una bandada de peces psicodélicos que se movían entrelazados creaban hermosas figuras geométricas y recordaban a un banda de jazz perfectamente sincronizada. Juntos, pero unidos en la libertad. Esa libertad es la que a veces se echa de menos en las grandes urbes donde no tenemos ni un minuto de tiempo y nos tomamos tan en serio las banalidades del día a día que terminamos dejando de lado lo más importante.

El pez volvió a acercarse y esta vez se dejó acariciar. Otros peces parecidos también con rayas negras y amarillas se unieron. Entonces lanzaron una batería de preguntas. De golpe me ví rodeada de cientos de burbujas: ¿Eres quien quieres ser? ¿haces todo lo que puedes? ¿cómo podrías mejorar?

Escuché aquellas preguntas con atención y respondí que aunque a veces tenga mis dudas sí, más o menos, soy quien me gustaría ser. Pero que claro que podía mejorar. Y mucho. Me gustaría que las personas con poder político también se cuestionaran a sí mismas y trataran de dar lo mejor de ellas. Y que no bloquearan las cuestiones fundamentales.

A menudo escuché que soñar era malo porque nos quitaba tiempo para producir, pero ¿para producir qué? Para producir basura, armas, chorizo, dinero...Yo creo que nos hace falta un gran sueño para salir del atolladero en el que nos hemos metido.

Nos dicen que soñar es malo y que no hay nada que podamos cambiar, que el mundo hay que aceptarlo tal cual es. Acepto que ésa puede ser una opción legítima pero en la era de la robótica la única manera de sobrevivir será desarrollando aquellas habilidades más esenciales, las que nos distingan y nos hagan únicos e irrepetibles. Ese "no sé qué" wittgensteiniano que es una mezcla entre lo divino y lo humano y que no será nada fácil implantar en los robots. Así que hay tiempo para todo, para nadar, para soñar y experimentar, crear, y colaborar, y por supuesto, para descubrir qué clase de pez somos y aceptar que deben existir peces de todos los colores.