Normalmente, esperamos junio por ser el mes en que comienza el verano, acaban los colegios o incluso porque comienza la temporada de brevas. Pero esta vez, la breva que nos ha caído es bien diferente: la de la repetición de las elecciones. Y con las elecciones, llegan los debates. El primer debate a cuatro de esta temporada ha sido el protagonizado anoche por cuatro mujeres pertenecientes a los cuatro principales partidos con opciones a la presidencia del gobierno, justo la noche en se da el pistoletazo de partida a la campaña electoral con la pegada de carteles. Y ¿cuál ha sido el criterio que se ha seguido para que estas políticas debatan entre ellas? Pues que son mujeres. Y aquí es donde me indigno yo. Cuando me enteré que había debate de mujeres, me acordé de la escena del Titanic, en la que, después de la comida, los hombres se retiran a la sala de fumar para hablar de asuntos de economía y política y las mujeres se quedan chismorreando de sus cosas.

Me parece perfecto que hagan un debate con los candidatos, con los responsables de economía, con los segundos espadas, con los responsables de corte y confección, con quien sea… Pero siempre que sea con criterio diferente al del sexo. Chicas, así no vamos a conseguir la igualdad. Ha dicho Carolina Bescansa que este debate es “ejemplo de la forma en que se van a producir los debates en adelante en nuestro país”. ¡¡Espero que no!! Es como decir: las mujeres que hablen entre ellas, que se entienden mejor con sus cosas de mujeres. Y, además, las vamos a poner después de El Hormiguero, no como a los hombres, que los ponemos justo después del Telediario, porque son más importantes. Y además, así no se nota tanto que los primeros somos todos hombres y no queda la cosa tan descompensada.

Quiero ver mujeres en los debates. Pero no segregadas de los hombres. Y más teniendo en cuenta que cualquiera de ellas habrá sido una dura contrincante para los candidatos a la Presidencia.

Dicho esto, voy con el análisis no verbal del debate:

CAROLINA BESCANSA:

Es la única que viste falda de las cuatro, con colores sobrios y sin complementos que distraigan. Hace uso, en ocasiones excesivo, de las manos en V o en campanario. Se trata de un gesto a priori positivo que es indicador de un estado de ánimo de confianza en sí mismo. Pero precisamente por tratarse de un gesto tan positivo, los políticos hacen muchas veces un uso abusivo de él. Es el caso de Carolina Bescansa.

Bescansa ha utilizado muy hábilmente el uso de la palabra. No ha interrumpido prácticamente a sus compañeras de debate, lo cual le ha permitido utilizar el turno de palabra más eficientemente.

Su voz es quizá lo que más le falla. Si no tiene una voz potente ni armoniosa de base, la monotonía, la falta de cambios en la voz, tampoco le ayuda a crear un discurso atractivo al oído.

INÉS ARRIMADAS:

Su apariencia viene a reforzar su imagen juvenil, con unos tejanos combinados con una chaqueta de un tono coral muy llamativa. Perfectamente "arreglada pero informal".

Es interesante ver cómo, al referirse a Cataluña (MIN. 1'00'52), alterna contínuamente la mirada del moderador a Andrea Levy, buscando su complicidad en este asunto.

Se nota que es la que más acostumbrada está a intervenir en debates, seguramente por su actividad como diputada en el Parlament de Cataluña. Se deja oir la última en numerosos temas del debate. Punto a su favor.

MARGARITA ROBLES:

Hay un salto generacional entre ella y el resto de candidatas. Es la que más formal ha vestido, con un impecable pantalón crema y una chaqueta (muy evidentemente roja, marca de la casa PSOE).

A destacar el lapsus linguae notable que ha tenido al referirse a la corrupción, diciendo “el partido socialista no ha apoyado a los jueces” (min. 00'48'09).

Es la que más congruencia ha mostrado entre la emoción esperada sobre el tema que estaba tratando y la expresión facial. Es decir, es la que más profundamente sentía lo que estaba diciendo.

En el minuto de oro final, es la única que no ha mirado a cámara, sino al moderador. Pero también es la única que no parecía haberse aprendido el discurso final de memoria.

ANDREA LEVY:

Es la que utilizado una vestimenta más casual, con una camisa vaquera arrugada, quizá por querer transmitir una sensación de regeneración (somos tan nuevos, jóvenes y modernos, que vamos en vaqueros y además sin planchar).

Ha sido con diferencia la que más nerviosa se ha encontrado a lo largo de todo el debate. Evidentemente, buena parte de las críticas del resto de intervinientes iban dirigidas a ella por ser la representante del partido en el gobierno. Pero sus nervios se podían observar claramente en un detalle: cuando estamos muy nerviosos, un síntoma físico que delata ese nerviosismo es la sequedad de la boca. Andrea tenía incluso algún problema en pronunciar algunas palabras debido a esa sequedad más que notoria. De hecho, es la que más agua ha bebido. En el primer minuto de debate ya se había bebido el primer vaso de agua entero. Podéis ver un claro ejemplo de boca seca en el min. 1’21’33.

Los nervios también se manifestaban en el cambio contínuo del peso del cuerpo, de un pie al otro. Ese balanceo del cuerpo es un síntoma de incomodidad.

Otros gestos también la han acompañado, como el de manos lavadas (acariciarse las manos como si las estuviera lavando), que denota ese malestar por los nervios. O las contínuas manos en cuchillo (manos juntas con los dedos entrelazados), que implica una voluntad de protección.

Pero más relevante aún ha sido su contínua sonrisa. Sonrisa que no la ha abandonado ni siquiera cuando se ha tratado del drama de los refugiados sirios (min. 1'20'25). Ha aguantado los golpes dialécticos de sus adversarias a base de sonrisas sarcásticas. En mi humilde opinión, y cuando se están tratando temas muy sensibles como el de la pobreza, los refugiados, etc., esa sonrisa, que evidentemente camufla emociones negativas e incapacidad para rebatir verbalmente (bien por falta del uso de la palabra bien por falta de argumentación), sobra. Porque le resta empatía con el público. A nadie nos gusta ver a una persona sonriente cuando se tratan según qué temas. Aunque esa sonrisa sarcástica vaya dirigida a sus oponentes. No toca. No es el momento.

Quizá su juventud, que ha tratado de utilizar para buscar la complicidad de Inés Arrimadas al tratar el tema de la corrupción (complicidad que no ha encontrado, por cierto), le ha jugado una mala pasada en este debate. Hay que tener en cuenta que la presión que se sufre en un debate de este tipo es tremenda, y habría que vernos a cualquier de nosotros en esa situación.

Dicho esto, si tuviera que establecer un ranking en función de la comunicación no verbal de las participantes, sería el siguiente:

1- Margarita Robles, por su congruencia emocional y expresiva

2- Inés Arrimadas, por su capacidad de réplica

3- Carolina Bescansa, por su capacidad de retórica pero con el fallo de la voz

4- Andrea Levy, por los nervios no controlados y la sonrisa incongruente y sarcástica

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