Un buen amigo me ha pedido que analice la colleja de Rajoy a su hijo cuando estaban participando en un programa de fútbol en La Cope. Pues una colleja (de hecho, son dos), de las de antes, y de las que ya se dan cada vez menos (afortunadamente). Poco más puedo añadir. Ahora, otra cosa son los gestos de antes y de después.

Mirad primero el vídeo:

Justo al comienzo del vídeo, Rajoy se está rascando el dedo corazón derecho. Éste es un gesto interesantísimo, que nos da mucha información porque tiene que ver con la espontaneidad. Reprimo mi espontaneidad y por eso me pica el dedo corazón. Curiosamente, he leído que el comentario crítico de su hijo estaba preparado como una broma, y que Rajoy sabía que iba a pasar. De hecho, si nos fijamos en la cara que pone Rajoy, hace un gesto muy ostentoso, exagerado. Imaginaos que estáis en esa situación. Estáis en la radio, sabéis que os están grabando por televisión también, y vuestro hijo dice algo gracioso o comprometido, y vosotros os sorprendéis. ¿En serio exageráis tanto el gesto de sorpresa?

El problema vino después, cuando el niño se vino arriba y se pasó de crítico, diciendo que “los comentarios eran una basura”. Ahí vemos cómo le cambia la cara a Rajoy: de sorprendido y divertido pasa a tener un rostro serio mientras le propina una colleja doble, y, acto seguido, se rasca la nariz (min. 0’18) tapándose el orificio nasal: no le gusta lo que acaba de pasar.

Si comparáis tanto la duración como la profundidad o el enfásis en la expresión en cada uno de los dos momentos (min. 0’08 cuando Rajoy “se sorprende” y min. 0’12 cuando Rajoy se enfada de verdad), veréis la diferencia entre un gesto ficticio o posado y un gesto sincero.

Estos días vemos a los políticos hacer de todo (cantar con la guitarra, bailar, jugar al ping pong, reir a carcajadas por cualquier cosa, jugarse la vida en un coche de carreras o en un globo estático,…).

Todo muy bien. Pero si es sincero y espontáneo, mejor.