Arrastra una bola de cañón y flecos largos de una sábana blanca. Otros dos se quedan mirándolo.

Vaya vejestorio, siempre sujeto a su puta moda.

¿Qué va a hacer el hombre?, pena desde 1898, el año del desastre.

Los que dialogan son ánimas modernas, con patillas y peinado rockabilly.

Dicen que estuvo en la santa compaña.

Leyendas, seguro que era un capullo. De hecho, salvo en pueblos concretos, nadie cree ya en ellos. Acabaron con la leyenda.

Es cierto, ha quedado para literatos y peliculeros.

Encienden un porro. Mala cosa el fumar, los fantasmas son etéreos, así que no tienen nada por dentro, sólo aire. El humo del hachís se evapora en la nada.

Es lo que más me jode de esta situación, dice el de las patillas más largas.

Entonces?, ¿no eres partidario de las apariciones?

Oh¡, sí, sí, pero no en castillos ni fortalezas, de vez en cuando me dejo caer por alguna orgía y los asusto. O los endemonio cambiando las cosas de sitio, casi siempre condones y consoladores. Les robo pastillas y farlopa.

No cambiarás.

¿Y tú?.

Nada, sólo me volatilizo entre las sábanas de la que fue mi amada.

¿Pero no duerme con un transportista?

Duerme, pero advierte y siente mi presencia mientras el repartidor ronca.

Cada uno se conforma con lo que tiene…..este gremio ha perdido mucho.

Cierto.

Arrastrando la bola de cañón, el fantasma enfundado en una sábana blanca desaparece. El crepúsculo se funde la escena en tinieblas.