Cuatro grados y un vaso de café encima de un folio. Mientras leo los informativos digitales comienza a clarear, sombras desapareciendo poco a poco, a regañadientes.

Las ambulancias también madrugan, una sirena suena en el silencio.

He estado entretenido un rato repasando acontecimientos paralelos a los habituales. Por ejemplo, sé que un grupo de científicos ha logrado crear ADN sintético, artificial, distinto al que constituye las moléculas de los seres vivos. De hecho no se puede incorporar al genoma porque utiliza un código completamente opuesto, pero sí guardar información: "Si lo mantienes en un ambiente frío, seco y oscuro, las moléculas utilizadas pueden durar hasta 10.000 años, o quizás más, en condiciones adecuadas". De momento han codificado los 154 sonetos de Shakespeare en cadenas de ADN sintético, una técnica que permite almacenar grandes cantidades de datos durante miles de años. En el tamaño que ocupa una mota de polvo, los investigadores codificaron además un extracto de 26 segundos del discurso de Martin Luther King "Tengo un sueño", así como una fotografía del laboratorio de Cambridgeshire, donde se desarrolló el experimento.

Me gusta que en un espacio similar al de una taza de té se guarden con este método cien millones de horas de vídeo en alta definición, equivalente a todas las películas y programas de televisión creados hasta ahora.

Sin duda otro paso en torno al desconocido mundo cuántico, con átomos, subátomos, materia y antimateria dando vueltas en el tiovivo de la ciencia.

Reconozco que los avances me pueden. Hace nada intenté escribir (en la serie de inventos imaginarios) un relato sobre la transformación de motas de polvo en croissant. Lo he enviado a la papelera porque ya no es una idea imaginaria, al contrario: secuenciar moléculas de diferentes sabores es algo asequible y fácil. Así que he tenido que volver a los seres paramitológicos, mitad hombres y mitad bestias (algo así como Martínez Pujalte), extraterrestres de trompetilla o mujeres de ultratumba.

Ya es de día, algún pajarillo pía por el acontecimiento. Enero de preludio y fuga en do mayor.