Estoy en paro como tantos otros. Y muchos de los que trabajan no dejan de ser pobres. La precariedad es lo habitual, y el trabajo en el sector servicios, aunque seas otra cosa, es lo más frecuente.
Recibo una ayuda asistencial de 400 euros, que me dan tres meses dos veces al año, y a mi madre le pagan una pensión de 600. Y ya está. Hay que vivir, comer… Malvivir exactamente.
Recitamos poemas en los vagones del metro y la gente suele ayudarnos. Decimos quiénes somos y por qué estamos allí, y lo hacemos dignamente. Presentándonos y denunciando la realidad. La ausencia digna de empleo.
Mi madre es poeta y actriz y yo soy actor. He trabajo en numerosas series televisivas, en teatro… Pero renuncié hasta que no se acabe con el 21 % de IVA.
“He cerrado mi balcón / porque no quiero oír el llanto / pero por detrás de los grises muros / no se oye otra cosa que el llanto. / Hay muy pocos ángeles que canten, / hay muy pocos perros que ladren, / mil violines caben en la palma de mi mano. / Pero el llanto es un perro inmenso, / el llanto es un ángel inmenso, / el llanto es un violín inmenso, / las lágrimas amordazan al viento / y no se oye otra cosa que el llanto”, recitamos. Un poema de Lorca o poesías de mi madre.
A raíz de esto, he recibido alguna oferta… Quede claro, no obstante, mi rotunda oposición al menosprecio que sufre la cultura. Veremos.
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