Celos, poder, dinero... la criminología siempre ha tenido en cuenta estos factores como motivos por los que alguien podía acabar con la vida de otra persona. Mindhunter, la nueva serie para Netflix del cinesta David Fincher, nos cuenta cómo agentes del FBI durante los años 70 empezaron a analizar casos que no encajaban con esos patrones habituales. Crímenes que se salían de lo normal. Gente que podía matar a perfectos desconocidos, sin motivación aparente. Asesinos que tenían una mente enferma y vivían como personas normales en la sociedad, hasta que algo hacía click en sus cabezas y empezaban a hacer atrocidades. El cine nos ha contado cómo el FBI se ha apoyado en este tipo de entrevistas para tratar de resolver otros casos, donde el ejemplo más claro es en El silencio de los corderos y el personaje de Hannibal Lecter. Si en Masters of sex el doctor William Master y Virginia Johnson investigaban los secretos de la sexualidad, en Midhunter los protagonistas tratan de descifrar las motivaciones de los asesinos en serie y establecer perfiles sobre la personalidad de estos criminales. En ambos casos, los responsables de estos trabajos se enfrentaban a una sociedad llena de prejuicios y escéptica con los resultados de estos trabajos.

David Fincher alcanzó el estrellato como director en 1995 con Seven, un intenso thriller policiaco en la que una pareja de policías perseguía a un asesino en serie con motivaciones religiosas. El realizador volvió al género de los psicokillers en 2007 con Zodiac, en la que reconstruía la investigación real del llamado asesino del Zodiaco que mantuvo en vilo a la norteamérica de los años 70. Diez años después y a través de Netflix nos trae Mindhunter. La serie, en la que Fincher se ha puesto tras las cámaras en seis episodios, tiene más de Zodiac que de Seven porque también bebe de casos reales. Incluso hay un esfuerzo porque los actores que interpretan a los asesinos tengan parecido físico con sus contrapartidas de la realidad. Una vez más, Fincher reinventa el manido tema en la ficción policiaca de los asesinos en serie y les da un soplo de aire fresco. Una renovación del género y que juega su principal baza en que muchos de los crímenes que cuenta ocurrieron realmente. No necesita mostrar escenas gore. Los hechos que narran sus protagonistas y la actitud con la que lo hacen ya bastan para poner los pelos de punta. No es la primera colaboración de Fincher con Netflix, ya que también estuvo involucrado en los primeros episodios de una de las series estrella de la plataforma, House of Cards.

Jonathan Groff (Glee, Looking) como Hidden Ford, Holt MacCallany (secundario en películas de Fincher como El club de la lucha y Alien 3) como Bill Tench y Anna Torv (Fringe) como la doctora Wendy Carr son el trío protagonista y los creadores de la unidad del FBI que empezó a estudiar los perfiles psicológicos de los asesinos en serie. El guionista es Joe Penhall (La carretera).

En aquellos años, los setenta, los autores de estos crímenes eran considerados como simples locos. América tuvo otro duro despertar de los felices sesenta con la aterradora realidad del crimen de Sharon Tate, la mujer del cienasta Roman Polansky en su mansión de Los Ángeles. Ni siquiera entonces, los autores de estas horrendas acciones tenían aún el nombre con el que luego se les bautizó: asesinos en serie. Los protagonistas descubre que si intentan comprender cómo funciona su mente podrán establecer pautas de comportamiento que les ayuden a localizar y detener a otras personas que son como ellos. Por no hablar de la prevención. Encontrar cuál fue ese momento en que algo se rompió dentro de sus mentes y les convirtieron en personas irrecuperables para la sociedad. A lo largo de la serie vemos cómo los protagonistas van de cárcel en cárcel entrevistándose con asesinos reales para intentar que les cuenten los más oscuros secretos de su mente. Algunos son reacios a hablar, por lo que los métodos que utilizan los protagonistas para conseguir que se suelten y se abran con ellos también tienen su miga. Este trabajo lo compaginan dando clases a policías de pueblo sobre cómo afrontar las investigaciones criminales en localidades aparentemente tranquilas. En esas visitas podrán empezar a aplicar lo que están aprendiendo en sus entrevistas carcelarias para ayudar a resolver a las autoridades locales casos a los que no saben cómo hincar el diente. La rutina de los agentes locales consiste más en llevar a la cárcel al vecino borracho que la ha liado en el bar, por lo que se ven desbordados cuando se encuentran el cadáver de una adolescente que ha sido violada.

La primera temporada ha comenzado a esbozar todas sus tramas y asentar los cimientos de la serie, pero parece que aún tiene mucho que contar y que hay grandes momentos por llegar todavía. De hecho, la serie fue renovada para un segundo año antes incluso del estreno. Puede que si no soportas al personaje de Bill Tench sea algo que tiene su lógica, dada su evolución a lo largo de estos diez episodios y cómo le afecta al hecho de tener que asomarse al abismo del mal. ¿Se está convirtiendo en uno de sus objetos de estudio?, ¿conseguirá mantener a raya su lado oscuro? También nos insinúan cosas sobre los problemas familiares de Bill Tench y cómo parece preocuparle que su hijo adoptado sea algo rarito. ¿Teme que con la madurez se convierta en lo que muchos estamos pensando? Por no hablar de ese extraño personaje que aparece al principio de cada episodio y del que nada sabemos, salvo que vive en Wichita (Kansas) pero sólo con coger una carta del buzón, o hacer la maleta ya da un poquito de mal rollo. Las quinielas apuntan a que podría tratarse de Dennis Rader, asesino en serie que acabó con las vidas de al menos diez personas entre 1974 y 1991 y que recibió el alias de BTK (atar, tortular, matar; en inglés Blind, Torture and BTK). No fue capturado hasta el año 2004, por lo que ya vemos que se trata de una trama que se prolongará durante toda la serie, ya que la acción de la serie arranca en 1977.

Entre los asesinos reales que nos ha presentado la serie en la primera temporada destaca Ed Kemper (Cameron Brittle), un señor gordito, con cara de bonachón y gafas de culo de vaso que se va volviendo más inquietante conforme lo vas conociendo. Cómo su gran corpulencia no le impide moverse a una velocidad que nadie espera, sorprendiendo a su víctima. En el momento más inesperado ya puedes tener su mano al alcance de una zona vital del cuerpo humano. Su constante verborrea es fuente constante de conocimiento para el objeto de la investigación, ya que le encanta hablar de lo que hizo y cómo lo hizo. Tantas ganas tenía de contarlo todo, que llegó a entregarse él mismo tras diez asesinatos al ver que la policía no daba con él. En un primer momento, ni siquiera le creyeron. Kemper habla de descuartizar a un gato o de cómo practicó sexo con la cabeza decapitada de una de sus víctimas con la misma naturalidad con la que explicaría la receta de la tortilla de patatas. Otros asesinos reales que se han dejado ver son Monte Risell que mató y violó a cinco mujeres en 1976 con 19 años; o Jerry Brudos, también delincuente sexual y asesino al que le gustaba conservar un trofeo de sus víctimas, como lencería o zapatos de tacón; o Richard Speck, que durante una noche de juerga entró en una residencia de estudiantes de Enfermería de Chicago y mató a ocho estudiantes a finales de los sesenta. En algunos episodios ya se ha nombrado a uno de los asesinos en serie más conocidos de Estados Unidos, Charles Manson, el asesino de Sharon Tate, pero no parece que vaya a aparecer en pantalla por el momento.

Para la segunda temporada se nos anuncia que el tema será la investigación del caso conocido como los crímenes de los niños de Atlanta. Entre 1979 y 1981, 28 niños de origen afroamericano fueron asesinados con diferentes métodos, aunque la mayoría de ellos resultó estrangulado. Por estos crímenes se detuvo a Wayne Williams, que finalmente sólo fue condenado por dos de estos asesinatos. Williams siempre ha proclamado que es inocente mientras que siempre quedó la sospecha de que detrás de todos estos crímenes no había la mano de una sola persona.

Queda la duda de si David Fincher estará tan involucrado en esta segunda temporada como en la primera, pero tal y como ha hablado de ella todo apunta a que sí. La primera temporada ha avanzado a su ritmo, con tramas que se cuecen a fuego lento, pero que reflejan con toda minuciosidad cómo funcionan las mentes de los asesinos que presenta. Casi como si se tratara de un documental, nos va narrando lo peor del ser humano. La primera temporada se ha pasado tan rápido que ya esperamos la segunda y esperemos que no se haga mucho de rogar.