Homeland se lo jugaba todo este año tras una tercera temporada que estuvo gafada desde el principio. Y es que no sólo tuvieron el problema de que uno de sus principales guionistas (Henry Bromell) falleciera inesperadamante de un infarto antes que comenzara la producción, sino que además la pareja protagonista ya no se soportaba. Las peleas y discusiones entre ambos había provocado que esa química entre Carrie y Brody ya no se reflejara en la pantalla. La única salida era que uno de los dos tenía que abandonar el plató y, sin necesidad de soltar spoilers, creo que ya todos sabemos quién fue. Todos estos problemas provocaron una caída en picado de los índices de audiencia. Por eso, cuando se anunció que habría una cuarta temporada de Homeland, muchos daban por hecho que sería la última. Cuando una serie pierde la gracia del público, se inicia un descenso a los infiernos de la que en raras ocasiones se recupera y, muchas veces, los giros sin sentido de argumento hacen que acabe perdiendo los pocos seguidores que le quedaban. Y eso es algo de lo que el canal Showtime sabe mucho, ¿o es que ya habéis olvidado las últimas temporadas de Dexter? Contra todo pronóstico, esto no ha sido así en Homeland, que ha sido renovada para un quinto año más. La serie ha soltado lastre y ha retomado el vuelo reinventándose a sí misma para elevarse a lo más alto.

Homeland es la versión americana de la serie israelí Prisioners of war, que ya lleva dos temporadas emitidas en su país y está a la espera de una tercera, en la que se cerrarían todas las tramas y se pondría punto y final a la historia inicialmente ambientada en el conflicto del pueblo judío con Palestina. Pero su creador, Gideon Raff, apenas ha tenido tiempo, ya que es también uno de los responsables de la adaptación estadounidense de su criatura y tiene bajo su batuta otras series norteamericanas. En la versión orginal, el foco se ponía en los soldados israelíes que regresaban a sus casas tras años de cautiverio. Homeland ha acabado siendo una serie mucho más longeva que la original y ha decidido dar un paso más allá de los traumas de Brody tras su vuelta a los Estados Unidos, para centrarse en nuevas tramas relacionadas con la guerra de la Casa Blanca contra el terrorismo islamista.

Al inicio de la cuarta temporada, muchos espectadores se preguntaban si darían una oportunidad a Carrie Mathison para seguirla otro año más. Tras un comienzo en el que todas las piezas se iban colocando meticulosamente en el tablero, comenzó la partida con la que la serie ha salido ganadora y ha reconquistado a sus espectadores, que en el fondo querían que el milagro se produjera. Las vacaciones navideñas han dejado en espera la emisión del último episodio de la temporada en España, que por el momento sólo se ha podido ver en versión original subtitulada. Los que quieran verlo doblado al castellano, todavía tendrán que esperar a esta semana para conocer el desenlace. Los guionistas han sabido recuperar esa sensación de montaña rusa que es navegar por la serie, en la que han puesto las vidas de sus protagonistas al límite, llegando a temer por su destino y poniendo al espectador al borde del infarto y con ganas de más. Y es que después de lo que ocurrió con Brody, sabemos que todo es posible en Homeland. La acción se ha trasladado esta temporada fuera del territorio norteamericano y nuestros protagonistas se encuentran en la embajada de Pakistán persiguiendo a otro líder talibán. Capítulo a capítulo vamos viendo cómo Carrie no tiene límites y está dispuesta lo que haga falta con tal de cumplir con su misión, al tiempo que la vemos más vulnerable que nunca. Es capaz de asumir que en un golpe a una célula terrorista pueda haber eso que eufemísticamente se llaman daños colaterales, pero ese carácter implacable no lo es tanto cuando la vida que está en juego es la de uno de sus amigos.

Y es que ha quedado demostrado que Homeland ha podido sobrevivir a Brody y a Abu Nazir, pero jamás podrá hacerlo sin ella. Asomarse a sus títulos de crédito, es echar una mirada a la intrincada mente de Carrie Mathison. En ellos se intercalan imágenes de sus conflictos internos, con distintos momentos de la historia de Estados Unidos y su lucha contra el terrorismo, a ritmo de free jazz, la música que Carrie suele escuchar para relajarse. Su enfermedad mental es uno de sus puntos débiles, pero a menudo su caótica mente es capaz de ver lo que muchos otros no ven y eso la convierte en una de las mejores analistas de la CIA en materia de terrorismo. Y es que es el triste destino de los protagonistas de muchas de las series de televisión: cuanto peor lo pasan ellos, mejor lo pasamos nosotros.