Cuando el Camino Francés deja atrás El Bierzo leonés entra en la provincia de Lugo, la recorre hasta abandonarla en la aldea de Campanilla y se encuentra con la Galicia de tierra adentro, la de las rubias gallegas.

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O Cebreiro es la primera población gallega del Camino, esta aldea perteneciente a Piedrafita, nos sorprenderá por sus pallozas y sus casas de piedra y tejados de pizarra. En su iglesia podemos adquirir nuestra credencial de peregrino y conocer el nombre del creador de la flecha amarilla, tan presente en el Camino, como el mojón jacobeo. A la entrada de O Cebreiro encontraremos un mojón indicándonos que nos falta ciento cincuenta y un kilómetros para Santiago.

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Si hemos dormido en el albergue público, dejaremos atrás O Cebrerio, con permiso de la niebla, para iniciar nuestra etapa y coronar el punto más alto del Camino Francés en Galicia, los mil trescientos setenta metros del monte Area.

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En nuestro caminar descubriremos el apego de los gallegos a la tierra. Para vivir se agrupan en pequeñas aldeas que forman una parroquia y a su vez, varias parroquias conforman un municipio, al que denominan concello.

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Un castaño de ochocientos años nos recibe en la aldea de Ramil, muy cerca de Triacastela, donde encontraremos albergues y un lugar para reponer fuerzas, el restaurante Xacobeo, con su especialidad en caldo gallego y churrasco. Al finalizar cada etapa, después de la ducha en el albergue, lo que más me reconforta es una buena comida y, en tierras gallegas, la encontré en todas las etapas, hasta el pan y las patatas en Galicia no tienen desperdicio.

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A la salida de Triacastela el Camino toma dos direcciones, juntándose de nuevo antes de llegar a Sarria. Yo elegí ir por San Xil, por Samos el recorrido es más largo. Mi segunda etapa gallega me confirma que esta parte del Camino huele a vaca, a las rubias gallegas, una vaca autóctona de Galicia y muy apreciada por su carne.

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Sarria por su distancia con Santiago, algo más de cien kilómetros, es el inicio de la ruta jacobea para muchos peregrinos que quieren conseguir la Compostela y, prueba de ello, es lo concurrida que está su calle Mayor, con numerosos albergues.

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Una vez pasado el Convento de la Magdalena dejaremos atrás Sarria en nuestro caminar hacia el río Miño, encontrándonos con el mojón que nos indica el kilómetro cien y la iglesia románica de Santa María de Ferrerios, ubicada en un cementerio, como en la mayoría de las parroquias lucenses.

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En las aguas del Miño, retenidas en el embalse de Belesar, está sumergido el Puertomarín de antaño. Para llegar al pueblo actual, levantado en 1960, primero debemos cruzar el río por un largo puente y luego subir por una escalinata, descubriendo el tesoro de Puertomarín, una iglesia-fortaleza del siglo XII, trasladada piedra a piedra desde su anterior emplazamiento.

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Veinticinco kilómetros nos separan de Palas de Rey, recorridos en una etapa en la que nos encontraremos con el crucero de Lameiros, un crucero del siglo XVII rodeado de piedras dejadas por los peregrinos. Yo, camino de Palas, me encontré con un peregrino llamado Coto, fiel a sus dueños, como no podía ser de otra forma, haciendo su peregrinaje a cuatro patas.

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El Camino Francés llega a Palas de Rey sabiendo que muy cerca, a ocho kilómetros, dejará tierras lucenses y entra en la provincia donde está Santiago, La Coruña. La plaza del Obradoiro cada vez está más cerca, ya solo nos separan sesenta kilómetros desde la aldea de Campanilla.

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Cómo llegar: los autobuses de Alsa de la línea Madrid-Ponferrada-Santiago tienen para en Piedrafita.

Fotografías y vídeo de J. Cintas:

1. Hórreo.

2. O Cebreiro.

3. Esperando para entrar en el albergue de O Cebrerio.

4. Castaño de ochocientos años.

5. Caldo gallego, con grelos y patata

6. Rubias gallegas.

7. Calle Mayor de Sarria.

8. Momentos de la etapa Sarria-Puertomarín.

9. Puertomarín.

10. Momentos de la etapa Puertomarín-Palas de Rey.

11. Iglesia de San Tirso, Palas de Rey.

12. Mi credencial de peregrino.

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