A veintidós kilómetros del centro de Múnich, la ciudad del putsch de la cervecería, está Dachau, una localidad bávara que da nombre al primer campo de concentración construido por los nazis en sus inmediaciones, en una antigua fábrica de munición.

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En 1933 corrían malos tiempos para la LIBERTAD en Europa, un pequeño continente sin cicatrizar las heridas de la Gran Guerra. Los totalitarismos no quieren voces críticas y para silenciarlas los nazis idearon el primer campo de concentración, ocupado hasta el comienzo de la guerra por alemanes considerados no gratos o enemigos del sistema nacionalsocialista.

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Para acceder al campo debemos atravesar una pequeña puerta de hierro con la inscripción “Arbeit macht frei”, que en español sería “el trabajo hace libre”, y lo irónico de la frase es que por más que trabajaron hambrientos y debilitados en jornadas de once horas y soportando castigos de sus guardianes, ningún prisionero consiguió su LIBERTAD.

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Lo primero que veremos es el patio de revista, donde por la mañana y por la noche los prisioneros formaban filas y donde muchas veces debían quedarse sin moverse durante horas, al arbitrio de sus guardianes, la temible SS. A la derecha encontramos el complejo de intendencia, un edificio que hoy alberga una exposición con fotografías y audiovisuales que nos acerca a lo que se ha conocido del campo.

Un campo en el que la SS recibía a los nuevos prisioneros con un ritual cruel, después eran rapados y vestidos con un traje de terliz a rayas y se les asignaba un número y un triángulo de tela de color, que indicaba la categoría del preso, los judíos eran tratados peor que el resto de los prisioneros.

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A la izquierda del patio de revista está la calle central, donde se disponían los barracones, diecisiete filas a izquierda y derecha de la calle. Construidos inicialmente para albergar a doscientos prisioneros, a finales de la guerra se hacinaban hasta dos mil personas en cada uno. Todos los barracones fueron destruidos, pero podemos visitar uno, reconstruido con la intención de recordar el habitáculo de los prisioneros. A partir de 1942 algunos barracones fueron utilizados para crueles experimentos médicos con seres humanos.

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El perímetro del campo donde estaban los prisioneros tenía un cercado especial, una franja con césped, si ésta era pisada por un prisionero la SS le disparaba, y un foso con un alambrado eléctrico. Al fondo del campo podemos atravesar el cercado para dirigirnos al crematorio. En 1940 se construyó el primer crematorio y en 1943 el segundo, con cuatro hornos de incineración y una cámara de gas que no se llegó a utilizar.

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El 29 de abril de 1945 la LIBERTAD llegó al campo de concentración de Dachau, de manos tropas americanas, un campo del que, de los más de doscientos mil prisioneros registrados se ha documentado el fallecimiento de cerca de treinta y dos mil.

Nuestra visita seguro que nos hace reflexionar sobre lo ocurrido allí y sobre si hemos aprendido que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros, como recoge el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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Cómo llegar: desde la Estación Central de Múnich tardaremos veinte minutos en llegar a la estación de Dachau, con el tren de cercanías de la línea S-2, dirección Petershausen. En la puerta de la estación tiene parada el autobús de la línea 726, con destino al primer campo de concentración alemán.

Fotografías y vídeo de J. Cintas:

1. Cercado del campo.

2. Acceso al campo.

3. Patio de revista.

4. Vista desde el complejo de intendencia.

5. Barracones.

6. Crematorio.

7/8. Fotografías expuestas en el complejo de intendencia.

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