Las instituciones de la Unión Europea tienen su sede en Bruselas, también el gobierno y la monarquía belga, por tanto, la ciudad ejerce doble capitalidad, la de los belgas y la de los europeos.

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En la Plaza Grande o Mayor iniciamos nuestra ruta gastronómica por Bruselas. La plaza es conocida por los valones como Grand Place y por los flamencos como Grote Markt. Está presidida por el edificio del Ayuntamiento, con su singular torre que se eleva por encima de los tejados de la Bruselas antigua, y está rodeada por unos edificios que conforman un marco que llevó a la Unesco a declararla Patrimonio de la Humanidad.

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Desde la Grand Place tomaremos dirección a la cercana plaza de Agora para degustar el primer plato de nuestro menú, patatas fritas belgas, fritas por dos veces. Cuentan que el tubérculo traído del Nuevo Mundo se empezó a freír en Bélgica ante la escasez del pescado que comían frito. Con nuestro cucurucho de patatas fritas podemos tomar camino a la cercana Catedral, no sin antes advertir en su cercano pavimento el indicativo del Camino de Santiago, una concha de viera. Desde esta parte de Europa también llegaban y llegan peregrinos a Compostela, una prueba más es la iglesia dedicada a Santiago situada en la plaza Royal. Una plaza rodeada de museos, como el dedicado a los instrumentos musicales, ubicado en el edificio modernista Old England, parada en la ruta del art nouveau de Bruselas.

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Si decidimos volver a la Grand Place buscaremos nuestro segundo plato en la rue des Bouchers, una calle cercana llena de restaurantes con terraza y con un callejón, llamado Impasse de la Fidelite, que nos mostrará la afición de los bruselenses por las estatuas de niños haciendo pis, en esta ocasión de una niña, la enrejada Jeanneke Pis. Chez Leon es uno de los restaurantes más antiguo de la rue des Bouchers y en él encontremos el plato estrella de Bruselas, los mejillones, su carta nos los ofrecerá cocinados de diferentes formas y también nos enumerará la variedad de cervezas belgas.

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Uno de los postres lo encontraremos en las Galeries Royales Saint Hubert, unas galerías comerciales de 1846, a las que podemos acceder desde la rue des Bouchers. En ellas abundan las bombonerías, como en el resto de la ciudad, y podremos comprar al peso bombones praliné, un bombón que nació en Bruselas de manos de maestros chocolateros.

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Nuestro segundo postre lo encontraremos en la rue de L’Etuve, camino a la estatua más venerada de la ciudad. Desde el Ayuntamiento, en la Grand Place, tomaremos dirección a Manneken Pis, tocando desde la cabeza a los pies, si queremos volver a Bruselas, la figura de Everad’t Serclaes. En esta calle veremos otra seña de identidad bruselense, los cómics, con el mural de Tintín y Milú. Otro lugar donde comprar nuestro gofre, un dulce muy belga, es la furgoneta que se pone a los pies del Atomium.

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Para llegar al emblema de la Bruselas del siglo XX debemos tomar la línea seis de metro, dirección Roi Baudouin, y bajar en la penúltima parada, Heysel. El Atomium fue creado para la Exposición Universal de 1958, celebrada en Bruselas, su estructura representa una molécula de cristal de hierro y se eleva hasta los ciento dos metros de altura. Previo pago de entrada, un ascensor nos lleva a la esfera superior, teniendo una vista en altura de la ciudad y del cercano estadio, recordado por la tragedia acontecida en la final de la Copa de Europa del 29 de mayo de 1985, hoy llamado Estadio Rey Balduino.

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Si el menú propuesto no es de nuestro agrado, en la cafetería del Parlamentarium quizá encontremos algo de nuestro gusto. Para llegar al Centro de Visitantes del Parlamento Europeo tenemos que ir al este de la ciudad, al barrio Europeo, ahí está también el televisivo edificio de la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. La visita al hemiciclo del Parlamento es gratuita y en su entrada seremos recibidos por las banderas de los veintiocho países miembros de la Unión Europea.

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Después de nuestra visita al Parlamento Europeo quizá nos preguntemos qué utilidad tiene la Unión Europea y en nuestra reflexión debemos recordar los avatares de nuestra Europa hasta la mitad del siglo pasado. En definitiva, lo más importante que nos ha traído ha sido un largo período de paz y un lugar para el diálogo en una ciudad, Bruselas, conocida por sus patatas fritas, por sus mejillones y por ser la capital de Europa.

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Cómo llegar: varias compañías vuelan desde España a los dos aeropuertos de Bruselas, Zavetem, a quince kilómetros, y Charleroi, a sesenta kilómetros. Zavetem está conectado con autobús y tren con el centro de Bruselas y Charleroi con autobús, que llega hasta Gare du Midi.

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Fotografías de J.Cintas:

1- Atomium, Manneken Pis y Parlamento de Europa.

2- Grand Place / Grote Markt.

3- Catedral, patatas fritas y plaza Royal.

4- Rue des Bouchers, Jeanneke Pis y mejillones de Chez Leon.

5- Galeries Royales Saint Hubert.

6- Everad’t Serclaes, mural de Tintín y Milú y grofe belga.

7- Atomium.

8- Parlamento de Europa y edificio de la Comisión Europea.

9- Banderas de los 28 países de la Unión Europea.

10- Parque del Cincuentenario.