Aprende a dejar de presionar, a dejar de tener el control sobre todo lo que hay en tu vida o un día te darás cuenta de que estás totalmente constreñido, seco, apretujado en ti mismo, tenso y sin respiración. Que ya no eres tú, que te has convertido en el alcaide de tu propia prisión. Que estás a punto de ahogarte porque has entrado en modo control total, modo no se me escapa ni una, modo Tensiónman, ese gran héroe que todo lo quiere solucionar a su manera, que quiere que todo ocurra como él ha presideñado en su mente, que nunca falla, que todo lo puede y que en cada instante tiene la palabra precisa, la mirada constante, la sonrisa perfecta.

Y entonces BOOOOM!!!!

La teoría es fácil de aprender pero la vida siempre viene a ponerte el examen práctico para ver qué tal se te dan los casos reales. Se te caen los andamios, pasa algo inesperado que está fuera de tu control y te entra un agobio vital que no te soporta ni tu propio corazón que de tanto latir parece que se vaya a fugar de tu pecho, por cansino.

Es fácil de decir, pero practicar el desapego a cómo sucedan las cosas de tu vida es una tarea ardua porque paradójicamente, en esta sociedad, fluir parece que sea ir contra corriente.

Image by Julien Pacaud

Soltar, permitir, discurrir con la vida, va en contra de todos los miedos heredados de un sistema que cada día aboga con mayor intensidad por el control de sus miembros.

Somos una sociedad controladora fruto de un sistema controlador que crea individuos controladores con una cada vez menor disposición a la frustración.

Sistema de control

Desde pequeño te han educado en el idioma del control: no hagas eso, haz esto otro, cuidado no te caigas, eso es peligroso, mantén los pies en la tierra, haz lo que digo o vendrá el hombre del saco y te llevará.

Esos mensajes que ahondan en tu psique desde que eres un proyecto de persona pretenden mantenerte protegido, pero esa política de sobreprotección te lleva a una privación de libertad absoluta en la que se cocina a fuego lento el miedo y la autolimitación que, si no haces nada por evitarlo, te acompañarán en tu camino para eludir exponerte a la intemperie y salvarte del tan temido peligro: la vida en libertad, la vida tal y como es. Con sus enjambres y trampas, con sus perfumes y sedas, la vida de oro y la de plomo, la de caricias y arañazos.

Lo contrario del control es la aceptación y la experiencia te pondrá en muchas circunstancias en que tendrás que aceptar lo que es pues no habrá otra cosa, así que cuanto mejor entrenado estés en confiar y aceptar, más fácil te resultará soltar el control.

Entre barrotes

Tal y como vives, por muy librepensador que te creas, si rascas, si te paras a reflexionar, si te apeas de la vieja rueca, atisbarás, aunque solo sea por un instante, que en realidad no vives como un ser libre, que estás atrapado en una celda rodeada de barrotes de miedo macizo, de aleaciones inusitadas fundidas con deudas, con gastos fijos que lejos de menguar crecen, atrapado por un sistema de consumo masivo y voraz, por una serie de adicciones que de tan cotidianas ni siquiera detectas, eres adicto a tu puesto de trabajo, a tu seguridad económica, a tu estatus, a tu reputación, a tu imagen.

Y frente a todos esos barrotes nace de ti la necesidad de control. Esa necesidad de mantenerlo todo a raya que te hace confundir tu voluntad con otra voluntad mayor que es la que a grandes rasgos marca tu designio.

Eso que hay que no se ve

Te invito a que sueltes el control, sobre todo, porque no lo tienes.

¿Quién controla los latidos de tu corazón? ¿Y el desarrollo de tus células? ¿y el ritmo de tu respiración a lo largo del día y de la noche? ¿y el día que vienes y el que te vas?

Ese no eres tú, es algo más inteligente que vela por ti, algo que si tú no te interpones con tu control férreo hará de tu vida una obra de arte solo con que empujes un poco y pongas de tu parte, pero control no, control es miedo, control es rigidez. No le pongas vallas al campo, no intentes buscar explicación a todo lo que sucede en tu vida, deja que el guión de tu historia fluya, no aprietes tanto el boli o rasgarás el papel. Titular los capítulos puede depender de ti pero después deja que la vida vaya golpeando las teclas de tu biografía, o al menos prueba a ver qué se siente al dejarte en manos de eso que llamo Fuente. ¿Por qué tendría que ser diferente en otros aspectos de tu vida menos biológicos?

Cuando ocurren circunstancias que te hacen rendirte, una enfermedad, quedarte sin dinero, sin trabajo, un abandono, un fallecimiento, es cuando delante de ti se te pone la opción de rendirte, dejar de ser el coronel en el ejército de tu vida y ponerte a bregar como sargento, dando ideas pero acatando órdenes.

Si vives siempre luchando desde la trinchera no verás la amplitud del campo de batalla. Toma perspectiva, cambia la mirada, observa desde fuera tu circunstancia, como si fuera otro el que la ve, como si no dependiera de ti nada de lo que está sucediendo, solo entonces llegarán las respuestas, y habrás superado el examen.

La vida no es una batalla, no la luches. Refugiándote en el fango de la trinchera no sentirás más que la cercanía del dolor y la muerte.

La vida está hecha de un material sensible al que la tensión acartona.

Muchas veces la mejor manera de confiar es que te pasen cosas que jamás quisieras en tu vida pero que siempre te van a pasar por el mero hecho de estar vivo. Es entonces cuando te verás obligado a soltar el control, a rendirte ante la evidencia y dejar de forzar. Algo se liberará en ti y las cosas volverán a su cauce, dejarás de apretar los dientes y habrá aumentado tu fe.

Confía, la vida aprieta pero no ahoga, si viene un remolino déjate arrastrar hasta el fondo y te escupirá, pero no te dejes la vida luchando contra la fuerza que te arrastra, déjate llevar, la vida es más sabia que tú, ella te ha creado. Manera 97 de conectarse a la Fuente: Suelta el control.

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