Cuando las cosas van bien ni te planteas el hecho de aceptarlas pues lo haces de buena gana sin enterarte. La parte difícil de asumir, lo sofisticado del asunto, se da cuando sientes que las cosas no marchan como a ti te gustaría y es entonces cuando tratas de luchar contra los elementos.

Batallar, intentar cambiar las cosas que se pueden cambiar y dirigirlas hacia donde tu deseas, es loable, es incluso admirable, pero aceptar totalmente lo que verdaderamente está ocurriendo te acerca a lo heroico.

Aceptar no es levantar manos arriba o asomar la bandera blanca, aceptar es entender que, aunque tú en estos momentos crees que las cosas van mal, tienes problemas, estás agobiado, en realidad asumes que esto es necesario para tu camino. Necesario a pesar de que ahora, sin perspectiva, no alcances a comprenderlo y simplemente lo vivas como un fastidio, un agobio, una putada.

La vida te da momentos dulces para disfrutarlos y momentos amargos para sufrirlos y si no entiendes que el proceso de la vida es un vaivén entre el bienestar y el malestar, es que no has entendido aún nada de los ciclos de la naturaleza: nacimiento, vida, muerte y renacimiento.

¿En qué puedes intervenir? Pues en la frecuencia de ese vaivén. Siempre habrá presión que te lleve de manera pendular hacia el disfrute o el desasosiego, a la alegría o la tristeza, al optimismo o el pesimismo, pero cuanto en mayor equilibrio te encuentres, cuanto más sólidos sean tus cimientos, más profundos, más numerosos, la tendencia de tu vida será acercarte al equilibrio, al punto cero donde simplemente las cosas las ves tal y como son, las admites como vienen y ni te perturban en exceso ni te provocan euforia desmedida. La armonía vital se construye desde lo físico, lo mental y lo espiritual, si no el equilibrio carece de equilibrio. Mueve tu cuerpo, despeja tu mente, nútrela de elementos inspiradores que la eleven y ábrete a la escucha del sonido que no suena, la música callada, la soledad sonora ponte en comunicación con la Fuente.

Hoy he estado a punto de no ponerme delante de la hoja en blanco, digamos que no he tenido un buen día, me siento cansado y poco animoso, bien es cierto que la cercanía del otoño siempre me deja un tanto melancólico. A pesar de mi apatía dominical he decidido aceptar que estoy así y aprovecharlo para escribir sobre este asunto. Ya habrás imaginado que hoy no te voy a poder ofrecer motivación alguna, no es el día, pero sí quiero compartir contigo lo importante que me resulta aprender a aceptar lo que es. Aceptar lo que te ocurre, lo que ocurre en el mundo, lo que le ocurre a los tuyos.

Si abres tu mirada y sales del efecto túnel en el que caes con facilidad cuando haces de tus problemas los problemas fundamentales del universo, entonces te das cuenta de que lo que hoy te sucede es algo que cambiará, algo que incluso necesitas. Todo malestar vital te empuja a observarte, a preguntarte qué proceso estás pasando, qué finalidad tendrá estar así de raruno. Si te evades, si echas tierra sobre lo que sientes o piensas puedes aletargar tu malestar, incluso maquillarlo con bonitos coloretes y estampados de fábula, pero sabes que el runrún de las aguas profundas sigue circulando a través de ti, sabes que la lucha interna sigue agotando tu energía y que la preocupación te deja sin aliento. Lo mejor en estos casos es permitirte estar raro, aceptar que hoy tienes uno de esos días, recomponer tu agenda y una de dos o ponerte menos carga para estar más contigo, o lo contrario, obligarte a mover el culo y que así la tempestad te pille en ruta.

A estas alturas de tu película ya eres sabedor de que la vida es tal y como la ves y que lo que hoy te anula, mañana con un cambio de visión será la solución que necesitabas para progresar.

Cuando te sientes mal es porque hay algo entre lo que piensas, sientes, dices y haces que está desequilibrado. Normalmente cuando te sientes mal es porque te estás contando historias de intriga, de terror o dramones de sobremesa.

Comprende que lo que hoy adorna tu vida es lo mejor para ti, aunque duela, aunque te abata. Lo que tienes, lo que ocurre, tus miedos, incluso las preocupaciones obsesivas que te dejan poco espacio para pensar en lo bonito, aun eso está ahí porque tiene una función, una lección, un canto dedicado solo a ti.

Abraza la vida tal y como viene y confia, aunque tiembles de miedo te dará perspectiva. Todo momento amargo pasó, todo momento dulce pasó, todo momento pasó. Este también pasará. Manera 89 de conectarse a la Fuente: Acepta

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