Llantos, lágrimas y tristeza. Ayer las calles del centro de Benidorm se llenaron de un negro intenso por el «Entierro de la Sardina». Todo ello fingido porque se trataba de la fiesta que pone fin a los Carnavales y en la que participaron decenas de «peñistas» que se metieron en el papel y desfilaron detrás del ataúd del pez.

El acto, organizado por la Associació de Penyes Verge del Sufratge, arrancó a las 21.30 horas con la concentración de todos los participantes en la plaza Mayor donde comenzó el velatorio de la Sardina. Desde allí, plañideras, viudas vestidas de riguroso negro, hombres también ataviados con trajes de este color, frailes, curas o cualquier disfraz oscuro sirvió ayer para la comitiva que despidió a la Sardina y a Don Carnal.

El desfile discurrió por la calle Tomás Ortuño hasta la calle Escuelas, donde se realizó la primera de las habituales paradas en el recorrido para degustar la tradicional «picaeta». Luego, la comitiva bajó por la calle Ruzafa hasta la calle Rioja, donde se hizo la segunda parada. Después, siguió por el Paseo de la Carretera hasta el de Colón con otra parada en medio de este recorrido.

El «Entierro de la Sardina» terminó en el Parque de Elche donde se prendió fuego al ataúd sobre la arena de la playa de Poniente para despedir al símbolo de esta tradicional fiesta. Como colofón: un castillo de fuegos artificiales que llenó el cielo de color en un noche muy fría.

A este tradicional acto que se celebra después de Carnaval asistieron varios miembros de la Corporación como el concejal de Fiestas, Jesús Carrobles; el concejal de Eventos, José Ramón González de Zárate; y la primera teniente de alcalde, Ana Pellicer. El cortejo fúnebre contaba a la cabeza con el presidente de la Associació de Penyes, Daniel Luque, así como la reina 2018 Fátima Carrobles y el viceprtesidente de la Comissió de Festes.