Una máscara de pequeño tamaño pero con mucho poder. El museo de La Vila, Vilamuseu, ha sacado a la luz una nueva pieza de temporada: «La máscara del demonio», una pequeña pieza a modo de amuleto mágico de la época fenicia, en concreto del siglo VII. Junto a ella, se exponen además un conjunto de seis piezas arqueológicas de la misma época que guardan relación con el día de los difuntos.

El conjunto de piezas cuenta una historia sobre los rituales de la época. Estos restos arqueológicos fueron localizados en la llamada tumba 5 de las excavaciones que se realizaron en 2003 en la necrópolis fenicia de Les Casetes, cerca del actual retén de la Policía Local de La Vila. Allí, en una fosa o cenotafio en la que no había restos de ningún difunto, se encontraron estas piezas, una de ellas la bautizada como «la máscara del demonio», una de las piezas «más terribles» de los fondos del museo.

La tumba contenía una pequeña caja de madera que se quemó con poderosos amuletos tallados en piedra de talco en su interior. Cada uno de ellos representa a varios dioses egipcios, y supone que protegieron al difunto durante su vida y que debían haber seguido haciéndolo en el más allá. Pero alguien puso todo su empeño en impedirlo: los amuletos habían sido quemados ya una primera vez, seguramente en la pira funeraria junto con el difunto, y después fueron rayados intencionadamente y quemados de nuevo dentro de la caja. Con estas acciones parece que se quería anular su poder en el más allá, según explicó el director de Vilamuseu, Antonio Espinosa.

Pero el supuesto ritual que allí se celebró tiene más capítulos. Sobre los restos calcinados apareció esa máscara de vidrio de un demonio, un «ser maligno que conjura el mal contra el que se lucha», añadió el experto. Junto a él hay otras dos pequeñas cuentas de vidrio decoradas con ocho ojos, que son amuletos que protegían del mal de ojo en todas direcciones. Estas cuentas no estaban quemadas, se depositaron al final, cuando la fosa ya se estaba enfriando.

Estos amuletos de piedra de talco (esteatita) formaban parte de un collar, según Espinosa. Se encuentra entre ellos algunos de los amuletos más poderosos del antiguo Egipto: el primer amuleto lleva el Ojo derecho de Horus u Ojo de Ra (Udyat) y la vaca Hathor, protectora de la maternidad; el segundo es el Dios Tutu, o Maestro de los Demonios, en forma de esfinge, con un gato en su base. El gato es Bastet, una diosa terrible que también protegía los embarazos y tenía poder para controlar a los demonios.

El tercero de los amuletos es un Enano Pateco Panteo, cargado de símbolos de otros dioses. El cuarto y último es un amuleto de esteatita, es un halcón con cabeza de babuino. Puede ser Horus con la cabeza de su hijo Hapi, el dios que protegía los pulmones de una momia, y que aparece representado en uno de los cuatro vasos canopos de las tumbas egipcias. Pero el babuino también puede representar a Toth, el gran dios de la sabiduría y de la magia.

«Algunos de estos dioses, como Tutu y Bastet, se consideraban especialmente poderosos contra los demonios. Al dañarlos con el raspado y con el fuego parece que se pretende anular de ese poder para que el demonio que se depositó sobre la cajita pudiera obstruir eficazmente los poderes mágicos de los cuatro amuletos», indicó el director del museo. «Estaríamos ante una execración, un ritual mágico de castigo eterno a un difunto, al que se priva de protección en su viaje al país de los muertos». Además, se cree que la persona a la que iba dirigido este ritual era una mujer por la cantidad de símbolos hacia el sexo femenino y la maternidad.

Estas piezas estarán expuestas en Vilamuseu durante esta temporada tras la investigación realizada por la voluntaria Aránzazu Vaquero quien ha desvelado el significado que debió tener este extraño ritual mágico. Datan de segunda mitad del siglo VII, dentro de la segunda oleada de colonización fenicia de occidente, los fenicios fundaron una colonia, la situada más al norte de la Península Ibérica, en la Vila Joiosa, al tiempo que las de la Fonteta (Guardamar) o Ibshim (Ibiza). . A la presentación acudió el alcalde Andreu Verdú; la concejala de Cultura y Patrimonio Histórico, Mª Ángeles Gualde y el concejal, Jau Lloret.