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La Vila Joiosa

La última moda en el siglo XIX

El museo tiene prevista una exposición textil para 2018 con las singulares piezas que necesitarán unas condiciones específicas

La responsable de fondos y la restauradora de Vilamuseu con dos piezas. josé palazón

Vestidos, mantelerías, chalecos, sombrillas, mantillas o trajes de bebé. Vilamuseu esconde en una pequeña habitación de su planta baja uno de los tesoros menos visto de toda su colección: un millar de piezas de indumentaria textil de varios siglos.

Entrar a esa sala no es fácil. De hecho sólo lo hace la responsable de fondos del museo, Amanda Marcos, o la restauradora, Coté Velázquez, así como responsables del museo. Y para poder acceder y tocar estas piezas siguen un protocolo estricto como el uso de guantes o que la habitación tenga una iluminación o humedad determinada.

La razón no es otra que el valor que tienen las piezas que allí se guardan y que, desde hace años, se están restaurando para catalogarlas. Esta indumentaria procede en su mayoría de la Finca de la Barbera, una casa señorial de La Vila de la familia Aragonés en la que se representa casi a la perfección cómo se vivía en el siglo XIX gracias, entre otras cosas, a la ropa encontrada; pero también de donaciones de particulares. «Vivían allí seis hermanas de las que sólo se casó una. En la época, la distracción era bordar por lo que había muchas piezas textiles», explicó Carmina Bonmatí, responsable de Difusión de Vilamuseu.

Lo cierto es que la familia vielera «iba a la última» en cuestión de moda. Es decir, que seguían lo que se marcaba en otros puntos de España o Europa y lo que recogían las primeras revistas que se publicaban sobre tendencias de las que sacaban patrones para sus vestidos.

De entre los trajes más destacables, uno color rojo; uno morado de corte imperio; piezas de luto; y alguno de niña y de bebé. También complementos como sombrillas o mantillas. Todos ellos siguen la moda que va añadiendo colores sintéticos y formas diferentes según las décadas. También se guardan piezas de la «Belle Epoque», bañadores de los años 20 y hasta ropa de los años 90 de la familia.

En cuanto a la moda masculina, las piezas son muchas menos. Según explican las responsables, la indumentaria de los hombres no era tan apreciada aunque sí guardan paraguas, sombreros o botones o un chaleco bordado del siglo XVIII, la pieza masculina más antigua.

Entre todo el fondo de indumentaria destaca también como pieza más antigua un corpiño dorado de seda bordada de finales del siglo XVIII que se encontró con las mangas cortadas que aparecieron en otro lado. Además se ha localizado algún otro traje del siglo XIX que también estaba cortado, ya sea por el paso del tiempo y la forma de estar doblado o porque en la época se reutilizaban. «Rectificaban los trajes para ir a la moda», explican las responsables.

Proceso de restauración

Todas las piezas del fondo museístico pasan por un proceso de limpieza y restauración antes de guardarse en la sala acondicionada para su conservación. Velázquez explicó que «primero se microaspira o se lava la pieza si los tejidos lo permiten». El siguiente paso es restaurar las zonas «quemadas», es decir, estropeadas por el sudor u otros factores, o las rotas mediante «injertos que van rellenando los agujeros».

En este punto, Vilamuseu colabora muy estrechamente con el Museo del Traje de Madrid y las restauradoras especializadas de la institución. «Algunos vestidos que encontramos parecían un colador» debido a las polillas. «Con la restauración se le intenta dar consistencia a los trajes y que se vea completo», añadió. Los procesos pueden durar entre dos semanas, si sólo se hace una puesta a punto, o hasta un año si hay que rehacer la pieza.

El almacenaje es el siguiente paso. Para que no afecte a la ropa «no hay que doblar los tejidos y rellenarlos lo máximo posible» ya que cada pliegue «puede ser una fractura, sobre todo en la seda que es muy sensible», apuntaron la conservadora y la restauradora del museo.

En la sala donde se guardan los armarios y los cajones se encargan de este punto. Los trajes se cuelgan en perchas y se llenan de almohadillas. En los cajones, se ponen extendidos y sin doblarlos.

Exposición en 2018

Por ahora, toda la indumentaria conservada en los fondos de Vilamuseu sólo pueden verla los responsables. La intención es hacer una exposición con la mayoría de las piezas en 2018 pero, según Bonmatí, «es muy complicado» ya que este tipo de muestras tienen que contar «con unas condiciones específicas y óptimas» para que no se dañen los textiles. Entre ellas, «una iluminación muy baja, una humedad específica o elementos que eviten que les ataquen los bichos».

Para esta exposición ya se tiene trabajo adelantado: maniquís a medida de cada uno de los trajes que se forra del mismo color del vestido y sólo tiene la estructura del traje. Éstos se han podido hacer gracias a una subvención del Ministerio.

Los responsables van a poner todo su empeño en lograrlo e intentar que colaboren más administraciones para sacar a la luz todo el tesoro textil escondido que marcó una época en La Vila.

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