La guerra es imparable. Las tropas cristianas se preparan para plantar cara a las huestes moras e intentan sumar a su ejército el número máximo de fuerzas. Pero antes, tuvieron que enfrentarse a otro ataque en la playa de La Vila: el de «Contrabandistas» y «Piratas Corsarios» que desde el mar llegaron con sus barcas para asaltar la villa y arrasar con todo lo que encontraran a su paso. En la arena, «Mariners» y «Pescadors» les esperaban con las armas.

El acto del Alijo de las Fiestas de Moros y Cristianos tuvo lugar ayer jueves a las 19.00 horas donde se representó una pequeña batalla con trabucos y barcas en la playa. Los «Contrabandistas» y «Piratas Corsarios» acabaron pidiendo a las tropas locales que les llevaran a las puertas del castillo para hablar con el Gobernador de la villa.

En la fortaleza, situada este año sobre la arena y no en el paseo, les esperaban las tropas del Rey Cristiano Manuel Lloret, de la compañía «Pescadors». Comenzó entonces la Embajada, un parlamento con un texto de 1886 entre el Gobernador de La Vila y el Embajador Contrabandista, José Zaragoza, acompañado del Capitán y el abanderado.

Los bandoleros le informan de malas noticias: en la playa El Paradís, a las afueras de la ciudad amurallada, las tropas sarracenas se arman para la batalla del Desembarco. Es el momento en el que los andaluces ofrecen su ayuda al Rey Cristiano, primero presentándose al centinela, este año interpretado por primera vez por una mujer.

«A la lucha, a la pelea, a defender a la patria. Que Santa Marta nos guíe. Compañeros. Viva Santa Marta». Con este grito de guerra se uniron los cristianos contra los enemigos moros. Mientras, las tropas sarracenas se preparaban para la batalla desfilando ante el Castillo y el Rey, Miguel Requena («Guardia Negra»). Los «Beduïnos» realizaron su Embajada en la que finalmente se sumarán al monarca para conquistar «la perla del Mediterráneo», La Vila.