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Casa Pinet se va de Tárbena

Los propietarios del emblemático restaurante desisten de alcanzar un acuerdo con el Ayuntamiento por el local municipal que ocupan desde 1974 y optan por el autoexilio

Jeroni Moncho Pascual, fundador del negocio, flanqueado por su nuera y su hijo Jeroni en el comedor de Casa Pinet. DAVID REVENGA

El próximo 18 de abril será la última vez que de su vetusto equipo de música salgan los acordes de La Internacional. El himno proletario con el que se sirven las paellas desde hace más de 40 años en Casa Pinet dejará de sonar mientras descuelgan los retratos del Che, La Pasionaria o las banderas cuatribarradas y republicanas que se amontonan en sus paredes. Ese día es la fecha elegida por la familia Moncho Ferrer para bajar para siempre la persiana de este restaurante-museo, ubicado en el interior de la Marina Baixa, y emprender su particular autoexilio.

Tras más de dos años de lucha con el Ayuntamiento de Tárbena por el local municipal en el que se asienta el negocio desde 1974, los propietarios de este emblemático establecimiento han decidido cerrar de forma definitiva el restaurante, sin ni siquiera ir a juicio, ante la imposibilidad de alcanzar un acuerdo. El cierre llevará también aparejada la marcha de Casa Pinet de Tárbena, en busca de un nuevo futuro en la vecina comarca de la Marina Alta. En concreto, en el municipio de Alcalalí, donde ya tienen apalabrado un local mucho más amplio que el actual, donde también antes hubo un restaurante, para el nuevo Casa Pinet, según ha confirmado Jeroni Moncho Ferrer, actual gerente e hijo del alma máter de este negocio, convertido en el último santuario rojo de la provincia.

«No vamos a estar donde no nos quieren», lamenta el restaurador, tras reconocer que, pese a los múltiples intentos de llegar a un punto de unión con el gobierno local, no les ha quedado otra solución. «A veces una retirada a tiempo es una victoria. Si al Ayuntamiento de Tárbena no le importaba perder Casa Pinet, lo han logrado», añade.

El foco del conflicto

Casa Pinet abrió sus puertas hace 43 años en un bajo ubicado en la plaza del pueblo que es propiedad del Ayuntamiento, con quien Jeroni Moncho Pascual firmó un contrato de arrendamiento. En la parte superior del bar se ubican las oficinas de la Casa Consistorial. El contrato se estuvo ampliando sin problema hasta que en noviembre de 2014 venció la última prórroga. A partir de ahí, y ante la falta de acuerdo entre las dos partes implicadas, el gobierno local, formado por un concejal del PP y tres del PSOE, inició un expediente de desahucio para recuperar esta propiedad.

Desde entonces, se ha intentado sin éxito renegociar un nuevo contrato. Con él, el bar pasaría de pagar al Ayuntamiento unos 100 euros mensuales a 450 por el alquiler. Pero el punto de inflexión no ha tenido que ver con lo económico, sino con el tiempo. Los propietarios de Casa Pinet reclamaban un contrato de larga duración. Esto es, de 8 años con otros 8 de prórroga, mientras que el Ayuntamiento tan sólo ofrecía un documento de cuatro años de duración, con posibilidad de renegociar vencido ese plazo; o trasladarse al bar de la piscina municipal, que actualmente está cerrado, y donde se les podría hacer una adjudicación por un periodo de 20 años, atendiendo al valor turístico que representa Casa Pinet para esta pequeña población.

El pasado 20 de marzo las dos partes tenían que verse las caras en el juzgado. Pero antes de esa fecha, los propietarios del restaurante ya comunicaron al Ayuntamiento su decisión de cerrar y desalojar por completo este espacio una vez pasada la Semana Santa.

«Nosotros lo que queremos es trabajar y vivir tranquilos, pero también tener una seguridad que el Ayuntamiento no nos ofrecía con un contrato de cuatro años», afirma Jeroni Moncho Ferrer. También explica su negativa a aceptar la otra oferta municipal: «Casa Pinet no se merece estar en una piscina municipal, donde puede entrar un niño con el bañador mojado y echar a perder parte de nuestro patrimonio».

Misma carta y más cultura

Su nuevo proyecto pasa por hacer en Alcalalí una réplica del actual Casa Pinet, con toda la decoración que han ido acumulando con los años, desde la chimenea hasta la fuente y todos y cada uno de los cuadros, medallas o recortes de prensa que se abigarran en sus paredes. Igualmente, ofrecerán la misma carta de gastronomía autóctona, que completarán con la vertiente cultural que, además, en su nuevo emplazamiento quieren reforzar, albergando presentaciones de libros o con la creación de un premio literario para escritores noveles que escriban en valenciano. La intención es abrir entre finales de junio y primeros de julio.

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