Algunos lo denominan así, y otros «el mamotreto». Como habrán adivinado me estoy refiriendo a la inacabada Casa de Cultura de Benidorm que por fin vuelve a estar de actualidad.

El asunto es muy serio; y aunque no dudo ni un instante del amor hacia su pueblo de los veinticinco concejales de la Corporación, debo reconocer que la papeleta que se le presenta al actual gobierno municipal es complicada de resolver. Porque vuelve a ocurrir lo de siempre: quienes tienen desde fuera el poder de decisión, nos toman por el pito del sereno. Por no decir, por gilipollas. Con perdón.

Ya está bien de no reconocer que somos -desde el segmento turístico que lideramos indiscutiblemente en Europa- los que más aportamos a las arcas del Estado y los que, proporcionalmente, menos recibimos.

Que nos digan de una puñetera vez qué más tenemos que hacer para que se nos reconozca el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio, en definitiva, que desde los comienzos del turismo en España lleva haciendo esta ciudad para conseguir estar en la cima y ser la envidia de muchos. Sí. Porque ya lo afirmaron otros más preparados que yo: Benidorm despierta envidias?

Disponemos de una increíble planta hotelera; cinco parques temáticos; campings de primera; alojamiento extra hotelero; una hostelería pujante; la mejor sala de fiestas de Europa; el único cable-ski marino de un kilómetro en el mundo; un circo permanente...

Y hasta un gran vino: el «Señorío de Benidorm».

Y lo que es más importante y casi nadie puede conseguir, que nos legó la Madre Naturaleza: un clima privilegiado con maravillosas playas orientadas al sur. A ver quién da más?

¡¡Narices!! (De nuevo por no utilizar el epíteto que el lector está pensando) ¡Qué meritos hay que hacer para no tener que estar suplicando y regateando con esta gente para que nos construyan la Casa de Cultura y Palacio de Congresos que estaba proyectado en un solar que vale una fortuna!

Ya está bien de tanta diplomacia y de tanto aguante?

Los responsables de este desaguisado no tienen vergüenza si no se avienen a realizar de principio a fin la obra completa. Como debe ser. Como sería lo lógico.

Señor Alcalde: tendrá usted que recordarles la famosa sentencia de Confucio: «Quien comete un error y no lo corrige, comete otro error mayor».