La vida en Tárbena no sería lo mismo sin Casa Pinet. Sin su bandera cuatribarrada recibiéndote a la puerta y compitiendo en protagonismo con la de la República. Sin los retratos del Che o de La Pasionaria. Sin esas notas de Els Segadors, La Muixeranga o La Internacional, que se cuelan entre sus muros y que han hecho de este restaurante un emblema, un símbolo, el último santuario rojo de la provincia de Alicante. Que todo en este pueblo de poco más de 600 habitantes, enclavado en el interior de la Marina Baixa, sería distinto sin Casa Pinet lo tienen claro no sólo sus propietarios. También lo sabe el propio Ayuntamiento, a pesar de que, desde hace más de un año, ambos libran una batalla que el próximo 20 de abril les hará verse las caras ante un juez si antes no alcanzan un acuerdo que parece difícil.

Casa Pinet abrió sus puertas hace 43 años sobre un local ubicado en la plaza del pueblo que es propiedad del Ayuntamiento, con quien Jeroni Moncho, el alma máter de este templo del viejo comunismo, firmó un contrato de arrendamiento. En la parte superior del bar se ubican las oficinas de la Casa Consistorial. El contrato se estuvo ampliando sin problema hasta que en noviembre de 2014 venció la última prórroga. A partir de entonces, y ante la falta de acuerdo entre las dos partes implicadas, el gobierno local, formado por un concejal del PP y tres del PSOE, inició un expediente de desahucio para recuperar esta propiedad, lo que abocaría al cierre a Casa Pinet.

El punto de discordia

Con el nuevo contrato, el bar pasaría de pagar al Ayuntamiento unos 100 euros mensuales a 450 por el alquiler. Pero el punto que les separa para sellarlo no tiene que ver con lo económico, sino con el tiempo. Los propietarios de Casa Pinet reclaman un contrato de larga duración. Esto es, de 8 años con otros 8 de prórroga. Jeroni Moncho Ferrer, hijo del fundador y actual responsable del negocio, explica que el restaurante necesita de ciertas reformas en los aseos, la red de aguas y la instalación eléctrica, lo que conllevará una inversión que, si no tienen seguridad de mantener el restaurante, tampoco podrán amortizar.

Por contra, el gobierno sólo cede a un alquiler por 4 años, alegando al interés general para justificar que no sea por más tiempo: «No podemos hipotecar una propiedad municipal por tantos años, porque no sabemos el día de mañana si podemos necesitar este espacio para poner alguna oficina municipal u otro tipo de dependencias. Nosotros hemos ofrecido que, una vez acabado ese plazo, si no hay necesidad, poder volver a ampliarlo, pero a ellos no les interesa», señala el edil de Hacienda y Urbanismo, Thierry Más (PSOE). El concejal afirma que el Ayuntamiento está en una situación «difícil. Nosotros no queremos que cierre Casa Pinet porque tenemos muy claro que es un reclamo turístico muy importante para el pueblo, pero tenemos que buscar un punto de equilibrio entre el interés general y este negocio», añade Más. El edil, por tanto, no descarta seguir negociando, consciente de que este final sería «un drama».

Movilizaciones

Mientras llega o no ese acuerdo, los Moncho Ferrer no van a parar de pelear. «Y con la cabeza bien alta. Si no conseguimos el contrato y éste tiene que ser el final de Casa Pinet, no será porque no lo hemos intentado», afirma Jeroni. Igualmente, considera que si de lo que se trata es de salvaguardar el interés general, también hay que pensar en lo que mueve su bar. «Nosotros traemos a unas 8.000 personas al año, gente que viene a Tárbena para comer en Casa Pinet. Somos un motor económico para el pueblo y, si tenemos que cerrar, se acabará todo».

Hasta ahora, en el restaurante han recogido cerca de 9.000 firmas de apoyo y otras 3.000 en el portal Change.org. Además, para este sábado, a las 17 horas, han convocado una concentración frente al establecimiento, donde piden a la gente que acuda con xirimitas, tabalets o cacerolas para hacerse oír e intentar que el Ayuntamiento dé su brazo a torcer. No será la única. Porque su intención es no rendirse. Hasta la victoria siempre.