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PROYECTOS

Seis décadas inmortalizadas a través del visor

Ha dedicado toda su vida a la fotografía y su colección es testigo de la evolución de Benidorm desde finales de los 50. Tomó la famosa foto de la actriz francesa Pascale Petit luciendo bikini

Quico, el fotógrafo, con una de las cámaras antiguas que aún conserva.

Una Kodak Baby que le trajo su padre de uno de sus múltiples viajes alrededor del mundo fue el germen de todo. El origen de una pasión que descubrió siendo un adolescente y que hoy, a sus 84 años, todavía le trae de cabeza. Afirma que a ella le debe mucho de lo que es. Porque si hay algo de lo que puede hacer gala Francisco Pérez BayonaFrancisco Pérez Bayona -o Quico, el fotógrafo, como le conocen todos en «el poble»- es de atesorar una ingente colección de fotos que dan testimonio de cómo ha cambiado Benidorm y sus gentes a lo largo de las últimas seis décadas.

Nació en Barcelona, en julio de 1933, «por causas de fuerza mayor». Su padre, Jaime, era marino mercante y pasó gran parte de su vida embarcado en el vapor Magallanes de la Compañía Trasatlántica Española. De ahí que la familia decidiera instalarse en el marinero barrio de La Barceloneta, a escasos metros del puerto de referencia de los buques de esta naviera y donde a mediados del pasado siglo vivía una de las colonias más importantes de benidormenses. Allí creció junto a su madre y sus dos hermanas. Y allí esperaban todos, ansiosos, a que su padre llegara de alguno de sus viajes cargado de regalos y recuerdos de lugares entonces tan remotos como Manila, Nueva York o Ciudad del Cabo.

En una de aquellas rutas viajó con él en su camarote la cámara que abriría un mundo nuevo a los ojos del hijo mayor.

La muerte de su madre cuando él ya tenía cumplidos los 23 años y la jubilación de su padre, llevó a la familia a cambiar de rumbo. Y en su nueva singladura no podía haber otro destino que Benidorm, el lugar de origen y al que, desde poco después de nacer, viajaban cada año los padres y hermanos a pasar las vacaciones, las fiestas y a visitar a la familia. E, incluso, a participar activamente de muchas de las cosas que acontecían en el pueblo durante sus visitas, como el rodaje de la película «Alba de América», filmada en Benidorm en 1951 y en la que aparece interpretando a un indio. «Y tenía hasta frase: Huia kata huia katatui», dice entre risas.

Su mudanza a la localidad vino acompañada de nuevos proyectos. «Yo había hecho un curso de fotografía en la Lonja de la Cultura de Barcelona. Y cuando vinimos a Benidorm, mi padre quería montar un negocio. Primero pensó que fuera una lavandería y yo le dije: «¿Pero quién va a venir a lavar la ropa?». Después, quiso abrir una ferretería, pero aquí ya habían tiendas donde vendían de todo. Así que le acabé convenciendo para abrir una tienda de fotografía en el bajo de nuestra casa de la Carretera», relata. Entonces, el también fotógrafo Simeón llevaba ya años con su propio estudio. «Yo vine después, pero había trabajo de sobra para los dos, porque no había nadie más».

Poco después, pese a haber visto cumplido su deseo de tener su propio estudio y laboratorio fotográfico, machó a Francia, donde se enroló en la Legión «para ver mundo». Estuvo en África y participó activamente en la guerra de Argelia, hasta que se firmó el armisticio y se concedió la independencia al país. Tras su regreso al país galo, decidió que ya era hora de poner fin a aquella aventura y tomó la maleta rumbo de nuevo a Benidorm.

Ya de vuelta, se puso otra vez al frente de la tienda de fotos y se casó con el amor de su vida, Rosa, con quien tuvo a sus dos hijos, Santi y Jenny.

Su álbum particular

Tras este primer negocio, vendrían otras dos tiendas: una frente al Parque de Elche y otra en la calle Herrerías. «Y también tuvimos el laboratorio de Polop», recuerda con una memoria casi infalible pese a pasar ya de largo los 80.

En todas ellas, realizó muchos, «muchísimo» retratos de carné. También fotografió bodas, comuniones, bautizos o, incluso, a difuntos; eventos sociales como el Festival de la Canción; y todo cuanto acontecía en la vida pública del Benidorm efervescente de los años 60 y 70, hasta completar todo un relato que ya es testigo de la historia más reciente de la ciudad.

En su particular álbum de fotos, cuando le preguntas con cuál se queda, no duda en destacar la que le hizo en bikini a la actriz francesa Pascale Petit en 1965, cuando ver a una mujer con traje de baño de dos piezas aún asombraba y escandalizaba casi por igual. O las que sacó a Carmen Polo, mujer de Franco, en sus viajes como invitada de Pedro Zaragoza.

En los años de la Transición, fue concejal del Ayuntamiento durante siete años, una labor que siguió compartiendo con la fotografía. Hasta que un día decidió jubilarse y cerrar la tienda. Eso no le hizo colgar las cámaras, sino todo lo contrario. «Cuando voy por ahí con la moto, a veces veo algo que me llama la atención y paro porque no puedo evitar hacer una foto», explica, a la vez que reconoce que lo suyo, además de pasión, «es ya como un vicio». Pero tiene para ello una explicación: «Hacer fotos te permite ser testigo de la alegría de un instante o de un paisaje precioso y luego, a los años, volver a vivirlo. Son como ventanas abiertas al mundo, al pasado y al presente».

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